En One Week and a Day, Eyal termina la semana de luto por su difunto hijo y su esposa le insta a volver a su rutina pero en lugar de eso él decide irse con un joven vecino y descubre que todavía hay cosas en su vida que vale la pena vivir.

Mejor Película en el Festival de Cine de Jerusalem 2016

  • IMDb Rating: 6,7
  • RottenTomatoes: 89%

Película / Subtítulos (Calidad 720p)

One Week and a Day es una sorprendente película israelí tan cómica como conmovedora.

¿Cómo sigue la vida después de la muerte de un hijo? Hay tantas respuestas como padres e hijos en el mundo, pero difícilmente una tan divertida y, a la vez, tan conmovedora, como la que plantea Asaph Polonsky en su sorpresiva opera prima. Vicky y Eyal Spivak acaban de terminar la shiva, la semana ritual de duelo que el judaísmo establece para los fallecimientos de los parientes más cercanos. En este caso el muerto es Ronnie, su hijo de 25 años. Después de haber recibido las visitas y condolencias de familiares y amigos durante siete días, el matrimonio se queda a solas. ¿Y ahora? Con practicidad y sensatez femeninas, Vicky intenta ocuparse de asuntos concretos, desde reincorporarse al trabajo hasta ir al dentista. Pero Eyal no puede simular que todo está como era entonces.

El protagonista masculino (Shai Avivi, un comediante famoso en Israel, que por este trabajo ha sido comparado con el de Larry David en Curb Your Enthusiasm) se toma las mismas libertades que el director de la película. Es decir: hace lo que se le canta. Deja caer las máscaras sociales y, como un chico caprichoso o un adolescente rebelde, permite que aflore toda su inmadurez. Libre de represiones, expresa todo lo que siente. Y una de sus formas de elaborar el duelo es acercarse al aparatoso hijo de los vecinos, apenas unos años mayor que Ronnie.

Es casi imposible explicar por qué algo resulta cómico. “Simplemente les pedí a los actores que no trataran de ser graciosos”, declaró Polonsky. El resultado es un humor seco, a cara de perro, eso que los anglosajones denominan comedia deadpan. Que no decae en ningún momento.

Pero lo mejor es que el trasfondo trágico tampoco desaparece. Está ahí, presente en cada uno de los disparates que se manda Eyal (y Vicky también). Y, al igual que los pasajes más divertidos, los momentos más emotivos o poéticos tampoco están subrayados. La tenue tensión entre el drama y la comedia se mantiene a lo largo de One Week and a Day, como un sabor agridulce que no se disipa jamás. (Gaspar Zimerman – Diario Clarín) 

Esta comedia dramática israelí presentada en Cannes y ganadora del Festival de Jerusalem 2016 se centra en las consecuencias que tiene en una pareja la muerte de su hijo. La película intenta hacer convivir una temática difícil con un tono liviano y no siempre sale airosa del desafío.

Una colega española me contaba que le había encantado Julieta, de Pedro Almodóvar, que para ella fue como un páramo dentro de la cartelera de estrenos allí. Pero está convencida que, de haberla visto en medio del más alto nivel promedio del Festival de Cannes, su reacción podría haber sido un tanto menos entusiasta. Traigo a cuento esta anécdota para hablar de One Week and a Day, la gran ganadora de la competencia israelí en el Festival de Jerusalem y una que venía de presentarse en la Semana de la Crítica de Cannes. En el contexto de la competencia local –no demasiado notable– quedan pocas dudas porqué fue la ganadora, aunque puesta en uno internacional, la película muestra sus debilidades. Yo la vi en Cannes, lo que probablemente le haya restado puntos a mi apreciación en relación a la más positiva de buena parte de mis colegas que la vieron en Jerusalem. Es como la anécdota de Julieta, pero a la inversa…

La opera prima de Polonsky arranca muy bien, de hecho, acercándose a una pareja que acaba de terminar la semana de duelo (shiva) tras la muerte de su hijo. Con un dolor que se manifiesta en forma de enfado, tensión e irritación, los protagonistas (más él que ella, de hecho) intentan volver a la vida cotidiana: ella, tratando casi de seguir como si nada hubiera pasado; él, no tanto. Pero a ninguno le será fácil ya que el dolor que llevan los hará meterse en situaciones complicadas que Polonsky decide jugar por el lado de la comedia. El padre coneguirá “marihuana medicinal” en el hospital donde su hijo estuvo internado y se enredará con el hijo de un vecino para aprender a usarla, con las previsibles consecuencias. Mientras tanto, la mujer querrá sí o sí retomar sus clases más allá de que en la escuela le hayan puesto un maestro suplente para dejarla recuperarse tranquila por más días.

El problema del filme, de la media hora en adelante (al menos hasta que, sobre el final, vuelve a cobrar cierto dramatismo) es que termina volviéndose una comedia un tanto tonta sobre un padre confundido, un joven fumón que toca “air guitar”, una niña enferma que los mete en enredos en la clínica y así. Y por el lado de la madre las cosas no pintan mucho mejor. En la última parte del filme, como dice la frase hecha, “le cae la ficha” al padre y One Week and a Day recupera algo que no debería haber perdido nunca: el contexto dramático que la envuelve y la sensación, que parece olvidarse a lo largo de más de una hora de metraje, de que hay un dolor profundo enmascarado en todas esas desventuras un tanto banales.

La negación, en buena medida, parece ser un tema fuerte en el cine israelí contemporáneo (ver, sino, la igualmente divisiva Beyond the Mountains and Hills, de Eran Kolirin, también presentada en Cannes), pero en este caso no tiene que ver con nada específicamente político sino con la universalidad de la muerte de un hijo. One Week and a Day se ubica en el espectro más comercial del nuevo cine israelí y, siendo todo un crowdpleaser, muy probablemente sea la elegida para representar al país en los Oscars. Pero no es una película que esté a la altura de lo mejor que se hace allí actualmente, algo que sí uno podía apreciar en Gett, the Trial of Viviane Amsalem y en el resto del cine de la tristemente desaparecida Ronit Elkabetz, quién ojalá se convierta en faro de los nuevos realizadores locales. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)