En Phoenix, una cantante es traicionada y enviada a un campo de concentración. Al finalizar su calvario, vuelve con la cara totalmente desfigurada y pide a un eminente cirujano que se la reconstruya para que sea lo más parecida a como era antes. Recuperada de la operación empieza a buscar a su marido, un pianista. Pero el reencuentro no es lo que ella esperaba.

  • IMDb rating: 7.3
  • RottenTomatoes: 98%

Premio FIPRESCI en el Festival de San Sebastián 2014

Película / Subtítulo

 

Christian Petzold es uno de los pocos directores alemanes que llegan con cierta regularidad a la cartelera comercial argentina. Su último trabajo vuelve a alambicar el derrotero de sus personajes con la Historia, manteniendo inalterable su maestría narrativa.

Phoenix es un melodrama romántico situado un tiempo después del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania intenta recuperar un mínimo orden después de la locura etnocentrista del nazismo. Lo primero que se ve es un auto con dos mujeres atravesando el campo. Un puesto de control obliga a focalizar la atención sobre una de ellas. Su rostro está enteramente vendado. El contraplano muestra la cara de horror del oficial que hace el registro ante la exhibición de aquello que subyace bajo las vendas. Luz verde para seguir avanzando y para una historia sobre la recuperación de identidades físicas, pero también relacionales y arquitectónicas.

La película punteará ciertos elementos fantásticos y hitchcockianos sobre todo en el desarrollo de su premisa basal: ya de vuelta en la civilización, Nelly reconstruirá su cara y saldrá a buscar a su marido en medio de una ciudad destruida, siempre asistida por su amiga Lene.

A Petzold no le interesan los paralelismos evidentes entre la reconstrucción facial y la alemana, priorizando siempre los procesos internos de Nelly y el crecimiento, en vínculo y complejidad, de la relación con su pareja por sobre el peso metafórico del relato. Narrada con maestría, y con una puesta en escena planificada al detalle, Phoenix es la validación de Petzold como una de las miradas más interesantes y personales del cine alemán contemporáneo (Ezequiel Boetti – OtrosCines.com)

Entre el film noir, el thriller hitchcockiano y el drama de posguerra existe Phoenix, la extraordinaria nueva película del realizador alemán Christian Petzold, que tuvo su estreno italiano en el Festival de Roma. Un filme rico, complejo, inteligente y narrado con maestría, se trata de la mejor película de su carrera y seguramente la más accesible –por tema y forma– de todas ellas.

Phoenix narra, en principio, la historia de una mujer que logra escapar de un campo de concentración en la Segunda Guerra (Auschwitz, para ser más precisos) con el rostro totalmente desfigurado tras una serie de maltratos. Una carísima operación –pagada por su amiga Lena– logra reconstruirle el rostro bastante, pero no lo suficiente como para ser del todo reconocible, casi adoptando un nuevo “papel” en la vida a partir de eso. Ella quiere reencontrarse con su pareja, un soldado norteamericano, pero él no la reconoce cuando la ve por primera vez. Aunque nota su parecido y se le ocurre una idea…

Y allí es donde aparece un juego de espejos, seducción y desesperación que transformarán a la película en una suerte de versión esquiva de Vertigo, ya que él intentará que esta mujer se haga pasar por su esposa (lo es, pero él no lo sabe y ella le sigue el juego porque quiere descubrir si él la denunció) y a ella no le tocará otra que interpretarse a sí misma como si fuera otra persona imitándose. Claro que el asunto se irá cerrando y complicando, pero esa capa de la película es apenas solo una de este filme que bebe tanto del expresionismo alemán como del melodrama de los ’40 y ’50, del thriller hitchockiano y de un combo en el que nombres como Lynch, Fassbinder, Fuller y hasta el propio Almodóvar no le quedan mal. Más allá de los juegos narrativos, la película logra atrapar con las vivencias de una mujer traumada por su pasado en un campo de concentración que se da cuenta que, al salir de allí, nadie parece poder o querer reconocerla, al mismo tiempo que ella misma debe “reconocerse” a sí misma: lo que era, lo que son las personas que la rodeaban, lo que es ahora.

Nina Hoss (ya una musa hecha y derecha del director) es la perfecta Kim Novak de esta película que el propio Petzold definió como una variante sobre Vertigo pero desde el punto de vista de ella. La música jugará también un elemento importante, lo mismo que la amiga de la mujer, personaje clave en la evolución dramática del relato, en el que el dinero juega una parte muy importante y lo pone también en primer plano como un eje y motivo del Holocausto. El gran hallazgo de Petzold es lograr contrar una historia dura y difícil, propia de un drama histórico de esos que apuntan a premios (y de los que se han hecho cientos), de una manera que –sin descuidar ni lo dramático ni lo emotivo– se construye como una serie de intrigas que van revelando capas y más capas de los personajes: la dificultad del regreso, la destrucción de la autoestima, las dudas respecto a las personas que te rodean, los secretos y mentiras que se acumulan en el camino, la superación de los traumas y hasta una posible reinvención.

En cierto punto, Phoenix se parece –hasta en la fotografía y la puesta en escena– más a una película de Hollywood de los ’50 que a una alemana actual. Petzold ha siempre trabajado a su manera (usualmente virtuosa) con los géneros en filmes como Barbara, Jerichow y The State I Am in, entre otras –todas ellas coescritas con el recién fallecido realizador Harun Farocki–, pero nunca había logrado, a la manera de Fassbinder, una película que pudiera hacer coexistir ambos formatos de una manera tan fluida, precisa y natural. Sin dudas, una de las grandes películas del año. Y una que Cannes rechazó… (Diego Lerer – Micropsia)