En Splendid Isolation no se sabe mucho sobre la catástrofe de la que Anna y Hannah han escapado o los esfuerzos que han hecho para llegar a la desolada isla. Una vez que encuentran una casa abandonada y agua, Anna vuelve a su rutina de cuidar a Hannah, quien tiene una frágil condición. La distancia es tanto una necesidad como una tortura para Anna y Hannah, que son amantes. Un destino amargo les llegará a las dos chicas cuando Hannah descubre a alguien más en la playa.

  • IMDb Rating: 4,2

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

La pálida y enferma Anna (Anneke Sluiters) y la oscura y combativa Hannah (Khadija El Kharraz Alami) están solas en una isla, aferradas la una a la otra como el yin y el yang: una metáfora confirmada a nivel visual por sus aspectos contrarios, y a través de una obra de arte simbólica en blanco y negro, colgada en la pared de la casa que pronto ocuparán, y que Anna incendiará al final. Huyendo de algo, se refugian en una casa abandonada que contiene una pistola y una extraña habitación insonorizada en la planta baja. A pesar de estar físicamente protegidas, no podrán escapar de su miedo a un peligro inminente, que pronto tomará la forma de una tercera presencia, interrumpiendo el aislamiento que están buscando. Es un miedo que bloquea sus sentidos y pone en suspenso la alegría de estar juntas, ya que están anticipando una tragedia.

Desde el principio de su carrera cinematográfica, Urszula Antoniak ha tratado la intimidad, el dolor, la pérdida y la muerte. Aquí, Sluiters se parece físicamente a Lotte Verbeek, que interpreta al personaje principal en la conmovedora ópera prima de la directora, Nothing Personal, sobre una mujer de luto que se deshace de todos los elementos materiales de la vida que compartió con su amante fallecido, y sale a la carretera como una vagabunda.

Sin embargo, Splendid Isolation expresa la premonición de pérdida inminente con una textura más centrada en el aspecto sensual que en la historia, ya que la trama —tal como es— cumple el propósito de describir un sentimiento. La propia Antoniak explica que su miedo a la muerte, fomentado por la pandemia, fue la inspiración para hacer la película, y uno puede reconocer la sensación de inquietud disparada por la ansiedad del confinamiento, que dejó a la mayoría de nosotros en modo supervivencia.

Otro elemento relacionado con el confinamiento es la presencia constante de pantallas y cámaras. Hannah y Anna son seguidas constantemente por un dron: ven el mundo exterior y la una a la otra, a través de una lente y, por consiguiente, su visión del mundo es sesgada, hasta cierto punto. Dicha interposición introduce la cuarta pared entre la película y el espectador como un recordatorio de que todo es una alegoría, y de que ambas están habitando un espacio hipotético entre la vida y la muerte. Por otra parte, los últimos 15 minutos están sobrecargados de tensión y son literalmente horribles: una incómoda sensación relacionada con la inevitabilidad de la muerte con la que es fácil identificarse. La elocuente cinematografía de Myrthe Mosterman, que hace un buen uso de los colores fríos, da a la película un tinte helado que da mucho miedo. (Mariana Hristova – CinEuropa.org)