The Missing Picture aborda los años del régimen comunista de Pol Pot en Camboya, donde miles de personas fueron despojadas de sus tierras y forzadas a trabajar en campos agrícolas. La dictadura ejecutó y torturó a cualquiera que le pareciera sospechoso de sedición. Los familiares del director Rithy Panh, quien escapó en su adolescencia de su país, fueron desapareciendo uno a uno. Para contar la historia de esta época, Panh buscó imágenes de este periodo atroz, pero no encontró nada. Entonces creó imágenes ausentes usando figuras de plastilina y dioramas. Con una belleza inusual, la narración retrata una pesadilla histórica, el trauma y la memoria de una sociedad.

Mejor Película en la Sección Un Certain Regard Festival de Cannes 2013

  • IMDb Rating: 7,4
  • RottemTomatoes: 99%

Película / Subtítulo

Ciertas historias de la literatura distópica y otras tantas de la ciencia ficción (incluso muchos cómics) venden la teoría de un gobierno bajo la sombra, una élite que tiene planes oscuros para la humanidad, entre ellos reducir la población, homogeneizarla bajo el concepto de vivir con justicia e igualdad, reeducarla y así someterla, dejando el verdadero conocimiento y goce del mundo a unos cuantos.

La literatura, mucho mejor que el cine y los cómics, ha llevado este concepto a límites escalofriantes y en algunos casos hasta han resultado proféticos o visionarios. Pero de cierto modo, preferimos creer que se trata de versiones ficcionadas de una posible realidad, y por lo por tanto, no trascienden la pantalla. Definitivamente el documental de Rithy Panh, The Missing Picture, confirma lo contrario.

The Missing Picture es la búsqueda de este director camboyano por una imagen, una que le ayude a retratar el genocidio cometido por los Jeremes Rojos, el ejército autoritario que se tomó Camboya tras la Guerra de Vietman en 1975. La ciencia ficción con teorías de conspiración de élites ya narró lo que en realidad sucedió en Camboya. Disfrazados de un gobierno democrático, los Jemeres Rojos despojaron a los habitantes de su ciudad, Nom Pen, bajo el lema que para “reeducar” toca destruir, les quitaron de toda pertenencia, les cortaron el pelo, los vistieron igual, los separaron dividiéndolos entre hombres, mujeres y niños. Todo eso lo vivió Rithy Panh cuando tenía 11 años. De tener un hogar, una familia, una casa y una ciudad, pasó a que su única pertenencia fuera una cuchara, a escuchar diatribas en favor de la igualdad para encontrar justicia y vivir sin corrupción, sin ladrones y con una repartición de la riqueza que nunca se dio. Fueron sometidos a vivir en condiciones precarias y con hambre, porque “con hambre se controla al hombre”.

El gobierno de Kampuchea Democrática les vendió una democracia disfrazada en donde además odiaban que su gente tuviera conocimiento, donde asesinaron a muchos, regían por el miedo que generaron, donde llegaron a considerar los medicamentos como un elemento capitalista y por ello experimentaron con drogas alternativas con humanos y animales de manera brutal y donde quemaron todos los cines y ejecutaron a todos los artistas. ¿No es acaso eso lo más parecido a lo que nos venden algunas historias de ciencia ficción donde hay una élite secreta que tiene planes siniestros para el resto de los humanos? La respuesta es un abrumador sí.

El director hace catarsis con esta película. Nos narra con la voz en inglés de Jean-Baptiste Phou los terribles sucesos que debió vivir, las imágenes que nunca podrá olvidar, y reconstruye todo (las estancias donde dormían, su familia, los campos de arroz, sus verdugos o la muerte) haciendo uso de figuras de barro y de dioramas abiertos, como también de algunas imágenes de archivo. El contundente texto del director, su conmovedoras imagénes y desgarradoras historias, hacen de este uno de los mejores y más sorprendentes documentales que he visto este año junto a The Act of Killing de Joshua Oppenheimer.