En el año 2092, Nemo Nobody, que tiene 120 años, es el último ser humano mortal de la Tierra y vive rodeado de hombres que han alcanzado la inmortalidad gracias a increíbles avances científicos. Cuando Nemo se encuentra en su lecho de muerte, recuerda varias posibles existencias y matrimonios que no llegó a vivir.

Premio del Público Mejor Film Europeo (Premios del Cine Europeo 2010)

Mejor maquillaje (Festival de Sitges 2009)

  • IMDB Rating: 7,9
  • Rottentomatoes: 64%

Película / Subtítulo

De apariencia compleja porque su director y su protagonista han decidido romper y multiplicar la coordenada del tiempo y comenzar así el Big Crunch—implosión del universo—, Mr Nobody se presenta como una película que se mueve entre la ciencia ficción de diseño y la pseudo-antropología más básica y elemental. Jaco Van Dormael apuesta por un guión enrevesado pero bien construido, y nos habla de una Humanidad que está a punto de perder sus señas de identidad porque el miedo le ha impedido tomar decisiones con libertad, porque el amor ha sido anulado por la distancia y reducido por las contingencias de la vida. Se ha alcanzado la cuasi eternidad y Nemo Nobody es el último individuo de la especie humana, cuya muerte se ha convertido en un acontecimiento. Con retazos de un pasado confuso que su memoria trata de rescatar, contemplamos lo que hubiera sido de su vida si… no llega a perder el zapato mientras corría de niño hacia el tren, si ese pájaro no hubiera chocado contra el cristal de su coche o esa gota de lluvia no hubiera caído sobre el papel…

El azar y los pequeños detalles que acaban condicionando el futuro —recuerdo para Kieslowski y su seguidor Tykwer—, el peso de la memoria que se convierte en una losa de miedo que impide decidir con libertad, y la vida como una escritura de guión construida en la imaginación de un niño… bloqueado ante el divorcio de sus padres. Ese momento en Mr Nobody, en la estación ferroviaria —de nuevo las vías del tren como metáfora de la vida y del destino— se levanta como nudo gordiano para entender toda la historia, porque a ese niño-arquitecto se le plantea una elección imposible entre su madre y su padre… y su mente queda condicionada por esa falta de amor… para el resto de sus posibles vidas (con Anna, Elise o Jean), hasta que logre desembarazarse del miedo a fracasar. Entonces, con la libertad y el amor, la Humanidad —el anciano actúa de metáfora— dejará de estar en peligro y podremos desandar ese falso progreso hacia la inmortalidad, ese camino hacia la congelación de los sentimientos (en Marte la inexpresividad es notable, parece ser).

La construcción del guión en Mr Nobody va y viene en el tiempo, saltando de una a otra vida, de una a otra mujer de las tres que se cruzaron en su vida. Las transiciones y el montaje están acertados siempre que el espectador haya comprendido que se ha prescindido de la lógica espacio-temporal y no se haya desconectado de la película… porque sabe que todo sucede en la cabeza infantil de quien conoce el futuro porque el anciano se lo va “dictando” y, por lo tanto, la ficción y la realidad se mezclan y confunden en esa desesperada búsqueda por salvar lo humano. Jared Leto hace gala de una extraordinaria amplitud de registros para ir del drama a la emoción y dar personalidad a tres Nemos de distinta cualificación cultural-profesional y variopinto carácter, mientras que a Sarah Polley (gran intensidad dramático-emocional) le toca el difícil papel de una mujer deprimida, y Diane Kruger hace las veces de mujer afectuosa y enamorada en un trabajo más sencillo. La banda sonora es espléndida, con un tema que marca los momentos humanos, y la cuidada fotografía crea atmósferas futuristas —ahora nos acordamos de Kubrick o fantásticas e imaginativas más propias de un mundo naïf, además de optar por desenfocar la imagen para tratar los recuerdos más borrosos y dolorosos.

A esos logros de esta original y sugerente historia, hay que añadir algunas imágenes de gran fuerza visual, caso de los helicópteros que portan trozos de mar como piezas de puzzle, los rodillos gigantes que ponen el asfalto, la bota que aplasta una casa o esas bicis flotando por el espacio sideral… La planificación acompaña a los personajes con aceleraciones o ralentíes según el tiempo interior y sus íntimos sentimientos, y aunque en ocasiones todo parece demasiado pretencioso y solemne, la cinta respira frescura y dinamismo. Con todo, el conjunto de las imágenes de Mr Nobody, destila algo de énfasis innecesario y repetitivo, y la historia a veces se torna confusa y a la deriva… como volviendo a contar lo mismo —el metraje se alarga innecesariamente— y queriendo matar el misterio de la vida con explicaciones pseudo-científicas. Una historia romántica sobre la posibilidad de vivir una cuasi eternidad pero sin amor, la muerte interior por miedo o congelación, la tragedia de crecer desde los nueve años tomando decisiones imposibles y lo bonito de renunciar a todas las vidas posibles por una sola que merece la pena.