En Un Monde, Nora entra en primaria cuando descubre el acoso que sufre su hermano mayor, Abel. Nora se debate entre su padre, que la anima a actuar, la necesidad de integrarse y su hermano, que le pide que guarde silencio: un terrible conflicto de lealtad.

Premio FIPRESCI Festival de Cannes 2021

  • IMDb Rating: 7,2
  • RottenTomatoes: 100%

Película (Calidad 1080p. La copia viene con subs en varios idiomas, entre ellos el español)

 

Una niña pequeña llorando, aferrada a su padre, que intenta tranquilizarla a las puertas del colegio, el primer día de clases de primaria, es un clásico muy conocido en el universo de los niños y sus padres. Pero para la joven cineasta belga Laura Wandel, el episodio es sólo un punto de partida, un clima y casi una pista falsa, para un primer largometraje contundente y que no tiene absolutamente nada de clásico, pero que muestra la realidad de una forma muy original. Con Un Monde, estrenada en la sección Un Certain Regard del 74º Festival de Cannes, la directora firma un buen debut con una obra cautivadora e intensa sobre la complejidad de encajar en un lugar y el comportamiento adecuado en un microcosmos que representa la sociedad con sus efectos de grupo y su violencia que evita los radares adultos.

“No siempre podrás contar con Abel para que te ayude”. La pequeña Nora (Maya Vanderbeque) descubre la escuela, el tumulto del patio del recreo, las reglas del establecimiento, la escritura, las clases de natación, y la necesidad de integrarse y de hacer amigos, acompañada de su hermano mayor, Abel (Günter Duret). Pero, pronto será él quien tenga problemas, acosado por unos chicos mayores. ¿Cómo ayudarlo? ¿Qué hacer? ¿Qué decir? ¿A quién? Atrapada en la solidaridad fraternal (Abel no quiere que ella se involucre ni que se lo cuente a nadie), Nora se preocupa cada vez más, tanto que la situación se agrava. Pero la confesión tendrá consecuencias muy dañinas…

Cuando hablamos de películas hechas desde el punto de vista de un niño, no lo interpretamos en un sentido literal, pero la directora recurre al punto de vista de la pequeña Nora para ofrecer una película que transmite una fuerza increíble, donde cada mirada y cada murmullo de la protagonista suponen una auténtica dimensión emocional para el espectador. Este enfoque casi documental, realista, transmite a la perfección los numerosos y agudos matices de una película sobre un tema muy simple, pero impactante. Adultos con buena voluntad, pero centrados en su trabajo en la escuela y padres distantes (Karim Leklou en el papel del padre) hacen lo posible para encontrar soluciones (que, a veces, llegan tarde), pero se les escapa lo esencial y son los propios niños quienes deben intentar desenredar los complicados nudos de las presiones y de las relaciones sociales. Un relato iniciático reconstruido por una película original, y una tarea difícil y conmovedora para los pequeños arrojados a la arena del mundo. (Fabien Lemercier – CinEuropa.org)

El patio de la escuela. Para algunos chicos, el momento más placentero de la jornada. Para otros, una verdadera pesadilla. Un Monde hace de ese patio un campo de batalla y algún tipo de representación y metáfora social. En ese lugar, alejados de las desinteresadas y desatentas miradas del staff escolar, los chicos pueden jugar, divertirse y entretenerse pero también pueden cometer y ser víctimas de los más brutales desmanes.

Otra opera prima que llega a Cannes –compite en Un Certain Regard– precedida de cortos que también pasaron por el festival, la película de la realizadora belga Laura Wandel juega en el límite entre la observación y la mirada intrigada acerca de un circuito en el que, más que ninguna otra cosa, parecen replicarse una cadena de miserias y agresiones sin aparente solución.

No hay mucha amabilidad ni afecto en Un Monde. Salvo por una maestra –y el padre de los dos protagonistas, aún con sus problemas–, los adultos no parecen demasiado preocupados por cómo los chicos se agreden entre sí. Y los chicos tampoco parecen ejercer mucha empatía ni solidaridad con los otros, los que la están pasando mal. Si hay gestos de amabilidad para con ellos, apenas se notan. El resto son microagresiones permanentes o, en el mejor de los casos, no meterse y mirar para otro lado.

La que no parece poder hacer eso es Nora (Maya Vanderbeque), la pequeña niña que recién empieza a ir al colegio y no quiere saber nada con hacerse amigas. Lo único que desea es estar cerca de su hermano Abel (Günter Duret), un tanto mayor que ella, del que está pendiente todo el tiempo. Pero Abel tiene sus propios problemas: es víctima constante de todo tipo de bullying. Y no solo bromas, sino de los más agresivos imaginables. Y la presencia de su hermanita siempre al lado suyo lo complica todavía más ante sus violentos compañeros.

Pero Nora teme por su hermano y trata de hacer algo para ayudarlo, avisando a maestras y preceptoras que le prestan poca atención («son cosas de chicos», le dicen). El problema es que cada uno de sus intentos no hace más que empeorar la situación de Abel, que le pide que no se meta y no le diga nada a nadie. Pero la cadena de situaciones se pondrá cada vez más densa y a la pequeña y asustada niña no le quedará otra que hacer algo al respecto. Y los resultados, bueno, habrá que verlos. Solo queda decir que no son los esperados.

Un Monde plantea una situación incómoda y difícil. ¿Qué se hace ante cosas así? ¿Cómo puede, un chico, con sus limitados recursos, entender cómo comportarse en esos casos? No solo en el caso de Abel –que no parece encontrar la salida a las agresiones de sus compañeros y cuando se le ocurre alguna idea tiende a empeorarlo todo– sino fundamentalmente en el de su hermana, que empieza ella a tener sus propios problemas a partir de la tensión que se genera a su alrededor.

Un Monde es inteligente al tratar de entender la confusión de los hermanos a la hora de saber qué hacer y cómo reaccionar ante lo que les sucede. Al elegir dejar casi fuera de campo al resto del mundo (a los agresores se los ve poco y prácticamente no se los conoce, mientras que los docentes parecen estar en otra), lo que la película consigue es representar de una manera muy subjetiva la experiencia, más que nada a partir de la mirada de Nora, punto de vista casi único del film. Y es eso, quizás, lo que genera la impresión que se trata de un colegio donde (casi) nadie parece tener un gesto de amabilidad o de afecto.

Y si bien el relato subjetivo permite diferenciar el punto de vista de la protagonista del de la película en sí, la sensación con la que uno se queda tras ver Un Monde –filmada siempre con la cámara pegada a los rostros de los hermanos– es que ese «mundo» que retrata, ese «territorio de juegos», es una selva cruel donde nadie parece ejercer ningún tipo de solidaridad, empatía ni control. Y eso, que en los niños –enredados en su propia lógica y emocionalmente confundidos– puede ser entendible, es reprobable en los docentes y adultos. A ellos, tanto adentro como afuera de la escuela, nada de lo humano parece importarle demasiado. Da la impresión, de hecho, que los mismos niños que se dedican al bullying hoy serán los futuros docentes de esa institución. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)