Día: 16 de enero de 2025

  • The Naked Kiss (Samuel Fuller – 1964)

    The Naked Kiss (Samuel Fuller – 1964)

    En The Naked Kiss Kelly es una prostituta que llega a la ciudad de Grantville huyendo de su pasado. Tras un primer encuentro con Griff, el capitán de la policía de la ciudad, consigue rehacer su vida trabajando como enfermera en un hospital para niños inválidos. Además, se enamora del hombre más bueno y rico de la ciudad; pero las cosas no son exactamente lo que parecen.

    • IMDb Rating: 7,2
    • RottenTomatoes: 79%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Qué difícil es empezar a hablar de The Naked Kiss sin comentar su impactante escena inicial. Haré un esfuerzo y lo dejaré para después. Empiezo con otro clásico de los comienzos de reseña, que es comentar el título: a primera vista traducir The Naked Kiss parece otro ejercicio psicotrópico de traslación por parte de quien se encargue de esas cosas -el oficio más misterioso del mundo del cine, junto al de best boy- pero, si se lo piensa uno después de ver la película, no parece tan desacertado. Primero porque el título original puede dar pistas sobre el tremebundo giro de guion que contiene el film y segundo porque, realmente, Una Luz en el Hampa (como se llama la película en España, en Latinoamérica lleva por título El Beso Amargo) resulta un buen título porque da protagonismo al personaje que lo merece, el de la inolvidable exprostituta empeñada en la redención que interpreta Constance Power.

    Ella es Kelly, que tras el famoso prólogo y los créditos que acreditan que Samuel Fuller es el escritor, director y productor de esta serie b por supuesto cercenada contra su voluntad, llega a un pacífico pueblo con la intención de vender champán o venderse a ella misma usando el champán como excusa… No me queda muy claro si lo de ser viajante de espumoso es una artimaña o un intento de vivir decentemente, pero el caso es que da con un tipo que liga con ella y, de metáfora en metáfora, terminan descorchando una botella de espuma de ángel, que así se llama el champán, y se lo tragan todo y él paga por la muestra. Tras esta elaborada ocurrencia de guion para decirnos que se ha acostado con este tipo por 20 dólares, él le cuenta que es el jefe de policía. Es un personaje inculto, rudo y ramplón, como tendremos la oportunidad de constatar a lo largo del metraje en varias ocasiones. Un personaje idiota que Fuller no se preocupa de pulir y que por contraste hace que brille Kelly, nuestra hermosa protagonista, que cita a Goethe, que siente a Beethoven, y que con rudeza es instada por el policía a abandonar su ciudad, donde no quiere furcias como ella, y pasarse a la del otro lado del río, que pertenece a otro estado, y que allí hable con la madame del prostíbulo, amiga de él. Esta conversación adelanta una constante del film: la apabullante hipocresía de la que es víctima Kelly, a la vez deseada y repudiada, incluso cuando decide abandonar su anterior vida y entrar a trabajar en un hospital para niños discapacitados. Ella se gana la vida honradamente pero él no cree en su decencia. Algo más tarde llega de un viaje por Europa un joven ricachón dueño de todo el pueblo pero más majo que las pesetas, del que Kelly se enamora y viceversa, y entonces nos tememos que el policía idiota lo estropee todo sacando a relucir el antiguo oficio de Kelly. Aquí lo dejo, y queda mucho por saber.

    El estilo de Fuller me asombra por varios motivos: el primero, quizá, porque es exactamente igual de tosco y poético en sus guiones que en su puesta en escena. Ese desacoplamiento que en otras películas de bajo presupuesto existe entre un guion torpe y poco repasado y una dirección brillante, como sucede en ocasiones, en el caso de Fuller no existe, sino que tenemos un estilo de dirección con exactamente los mismos defectos y virtudes del libreto. Por ejemplo: el uso brutal de las elipsis. Todo lo accesorio es eliminado, eso de las escenas de transición no cabe en la naturaleza del soldado Fuller, que da la sensación de que siempre que ataca una secuencia lo hace como el que atraviesa un campo minado: brincando a toda velocidad y deteniéndose tan solo en tierra firme, sin mirar atrás ni pensarse mucho el próximo paso. En The Naked Kiss nos encontramos en el mismo minuto con unas imágenes ñoñas no aptas para abuelas sensibles, de unos niños cojitos entonando canciones en primeros planos plañideros, y con un burdel donde las mujeres se venden prácticamente al peso. Kelly, nuestra protagonista, a la vez es tierna, culta, sensible a cosas elevadas que nadie a su alrededor alcanza…. Y sin embargo a lo largo del metraje calza unas cuantas hostias a unos y otras, todas justificables por cierto, y es a la vez dura y tierna, cercana y esquiva. Como el Fuller que la parió.

    La impaciente cámara se recrea en ocasiones con cosas que, nos decimos, no vienen a cuento, pero que en un segundo visionado puede que nos hielen la sangre. En esto Fuller es muy moderno y es razonable que los jóvenes cahieristas le ensalzaran contra el criterio del público y la crítica norteamericanos: tras la aparente simpleza y desequilibrio de su planificación y montaje resulta que hay un plan para que luego, después del Fin, comprendamos por ejemplo a qué viene esa canción interminable de los pequeños piratas. Y es que, como dije, hay un giro de guion yo creo que totalmente inesperado del que no daré ni media pista, pero que una vez desvelado nos permite comprenderlo todo, a pesar de que todo eso que ahora comprendemos no lo hemos visto venir, precisamente por lo bien que ha sabido mantenerse la tensión en la línea narrativa principal, la relativa a la redención de Kelly y el miedo a que se descubra su pasado.

    Ahora sí: el antológico comienzo del film consiste en que Kelly, dos años antes de la historia que sigue a los créditos iniciales, nos golpea una y otra vez a nosotros, espectadores, escondidos tras la cámara que capta el plano subjetivo de su chulo, que está borracho y es un cerdo. Ella está calva, humillada, y aprovecha su -nuestro- aturdimiento para quitarle el dinero que él le debe. Más tarde sabremos que no tiene pelo porque él se lo rapó mientras dormía para castigarla. Kelly nos pega a nosotros en esta memorable secuencia porque seguro que a Fuller le pareció un comienzo impactante, pero es muy posible también que él pensara que, a modo de ataque preventivo, estaría bien hacernos sentir heridos y culpables de la desgracia y la calvicie de esta mujer hermosa y digna, pues es la gente como nosotros la que hacía posible más en aquellos años, pero aún hoy en día, que las etiquetas, las apariencias y las malas decisiones pasadas cuenten más que los hechos y las acciones presentes. Kelly nos de hostias porque es la hipocresía de nosotros, los que por creernos decentes empatizaremos después con ella cuando sea heroína, la que ha convertido su vida en un laberinto del que, si logra salir, no será gracias a nuestra comprensión, sino a su decencia, su inteligencia y sus agallas. Así pues, qué buen final, tan fordiano, en el que se abre paso entre la multitud para irse por donde vino tras remover la mierda, hacer justicia y dejarnos con la duda de cómo puede ser que tachen de fascista al que ha concebido esta breve, y por ello doble, maravilla. (TrenDeSombras.es)

  • Queer (Luca Guadagnino – 2024)

    Queer (Luca Guadagnino – 2024)

    En Queer William Lee, un expatriado estadounidense de unos 50 años en Ciudad de México, pasa sus días casi solo, salvo algunos contactos con otros miembros de la pequeña comunidad estadounidense. Su encuentro con Eugene Allerton, un joven estudiante recién llegado a la ciudad, le muestra, por primera vez, que finalmente podría ser posible establecer una conexión íntima con alguien.

    Mejor Actor 2024 para National Board of Review (NBR)

    • IMDb Rating: 6,6
    • RottenTomatoes: 78%

    Película (Calidad 1080p. La copia viene con subs en español)

     

    Que adaptar la obra de William S. Burroughs no es tarea sencilla lo demuestran los hechos o, más bien, la falta de ellos: hasta ahora, solamente David Cronenberg se había animado a llevar a la pantalla uno de los textos esenciales del gran autor de la generación beat, Naked Lunch, en un film tan alucinado como las palabras que le dieron origen. Luca Guadagnino declaró infinidad de veces que la lectura de Queer, la segunda novela (breve) del escritor –aunque publicada tardíamente, más de tres décadas después de su escritura–, le generó de inmediato la tentación de transformar los párrafos en escenas. Finalmente, con guion de su colaborador en Challengers Justin Kuritzkes, el director de Call Me by Your Name y la fantástica serie We Are Who We Are lleva adelante un retrato de William Lee, el yanki en la corte de los mozalbetes mexicanos, que no puede sino ser personal, despareja, deforme y, por momentos, intensa. Si algo no se le puede negar al italiano es su actitud confrontativa para con los cánones del cine industrial global; algo similar puede afirmarse de Daniel Craig, cuyo alter ego de Burroughs (la nouvelle no es otra cosa que una trasposición ficcional de su estancia mexicana en los años ’50) está en las antípodas de la testosterona rampante de James Bond.

    A grandes rasgos la de Lee es la historia de un hombre solitario, un expatriado en tierras cálidas, un amante de los tugurios y el sexo casual, una “marica” en busca de alcohol, morfina y un amante dispuesto a compartir sus días y, sobre todo, las noches. Es también, durante la segunda mitad, un viaje al interior profundo de Sudamérica en busca de la ayahuasca, esa droga alucinógena que, en la afiebrada mente del protagonista, es capaz de permitir la telepatía entre humanos. No tanto una travesía hacia el corazón de las tinieblas como un desafío espiritual, una búsqueda interior a partir de experiencias que permitan ampliar los estados de mente, ya alterados de por sí. Lee camina las calles iluminadas por el sol radiante y se cobija en la barra de uno de los bares que frecuenta, casi como un parroquiano más, cuando conoce a Allerton (Drew Starkey), un joven “americano” que, en principio, no parece tener más interés en él que el de la conversación ligera.

    Así comienza la historia –una historia de amor, sí, más allá de la búsqueda ligada a la satisfacción del cuerpo– que Guadagnino infiltra con un estilo antinaturalista, amplificado por el uso de los sets exteriores e interiores de Cinecittà, y la dirección de fotografía del tailandés Sayombhu Mukdeeprom, que contrasta tonos y densidades bajo el directo foco luminoso del zenit o entre las tinieblas de una habitación de hotel atestada de humo. Más allá del vínculo siempre tenso entre Lee y Allerton, Queer está poblada de otras criaturas (celestiales o demoníacas, qué más da) que el realizador crea gracias a la participación de grandes nombres de la profesión actoral, como es el caso de Lesley Manville o Jason Schwartzman, y echando mano a la amistad con colegas de profesión: por allí aparecen David Lowery, y los argentinos Andrés Duprat y Lisandro Alonso, este último como un silencioso, aunque de mirada intensa, asistente de la gurú del yagé.

    Previsiblemente, Queer, la película, es fiel a la esencia del libro pero se permite la suficiente y necesaria carga de libertades creativas; al fin y al cabo la novela es “infilmable” en un sentido literal. Es tal vez por ello que Guadagnino introduce derivas y desvíos de distinto tenor, como el comentario sobre el asesinato de la esposa de Burroughs, Joan Vollmer, en una terrible reversión con arma de fuego del acto de puntería de Guillermo Tell. La banda de sonido, ecléctica, profusa y anacrónica, va de Prince al Trío los Panchos, y de allí a New Order y Nirvana, acompañando los pasos del apasionado Lee y su amante Allerton, cuyo juego de atracción y repulsión, de entrega y despecho los transforman en un par de imanes humanos en giro perenne. El peor miedo es siempre el de la soledad, algo que Lee conoce de sobra e intenta rechazar a como dé lugar, con la cercanía de la piel o bajo el efecto de los químicos. De eso se trata todo, al fin y al cabo. (Diego Brodersen – Página12.com.ar)

  • All We Imagine as Light (Payal Kapadia – 2024)

    All We Imagine as Light (Payal Kapadia – 2024)

    En All We Imagine as Light la rutina de la enfermera Prabha se ve alterada cuando recibe un regalo inesperado de su marido, quien trabaja en Alemania. Su compañera de piso Anu, más joven, intenta en vano encontrar un lugar en la ciudad para intimar con su novio. Un viaje a una ciudad costera les permite encontrar un espacio para que sus deseos se manifiesten.

    Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2024
    Premio TVE Otra Mirada en el Festival de San Sebastián 2024
    Mejor Película Extranjera 2024 para el Círculo de Críticos de New York y la Asociacion de Críticos de Los Ángeles.

    • IMDb Rating: 7,2
    • RottenTomatoes: 100%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Es All we imagine as light, el segundo largometraje (primero de ficción) de Payal Kapadia, una película que se propone capturar lo inasible: a través de un ejercicio de naturalismo extremo sostenido sobre la desaparición total de la cámara, sobre la transparencia de una puesta en escena que se niega a sí misma para que la propuesta pueda abrir las alas, sobre la ausencia de recursos visuales que interfieran en el fluir de la narración, la cineasta configura sobre la pantalla un mapa de silencios que se ramifican en dolores innombrables, un fresco de miradas cargadas de lágrimas no lloradas que se funden con los párpados de la noche, de cuerpos que se encuentran en la clandestinidad de un parque a oscuras, y de recuerdos que pesan tanto como la incertidumbre que se oculta tras ellos. Es esta, por tanto, una obra que desprende un lirismo magnético sin pretender hacer más que un retrato fiel y honesto de sus tres protagonistas; y es precisamente por eso, por su fidelidad y honestidad con unos personajes que, pese a ser ficticios, son pura realidad, por lo que sus imágenes poseen una fuerza embriagadora, un vuelo poético tan logrado, porque no hay en ellas una brizna de impostura, de falsedad, que deje entrever que hay un artificio detrás.

    Kapadia articula un relato de suspiros y mutismo en el que tres mujeres acorraladas por la sociedad construyen entre ellas una red de sororidad que las sostiene ante un abismo de machismo y precariedad. Prabha y Anu son enfermeras, compañeras de trabajo y de piso, y, sobre todo, amigas. La primera ve cómo su vida se consume en la espera perpetua de su marido (con quien se casó por obligación de su familia sin ni siquiera conocerlo) desaparecido hace años en Alemania, donde trabajaba; la segunda, más joven, intenta encontrar un lugar donde mantener relaciones sexuales con su novio, al tiempo que se esfuerza por convencer a sus padres de que no le organicen una boda con un hombre al que (de nuevo) ni conoce ni, obviamente, quiere. El tercer vértice del triángulo protagónico es una mujer recién enviudada que está a punto de ser desahuciada, porque su casa estaba a nombre de su esposo y este, antes de fallecer, no hizo ningún tipo de cambio en el registro de la propiedad que indicase que la vivienda también era de ella.

    All we imagine as light está construida desde los momentos de transición que ejercen de bisagra entre una tristeza y otra, entre una conversación rota y una quebrada, entre una mala noticia y un nuevo intento que no cristaliza en éxito, entre el recuerdo de una boda no deseada y el miedo a otra, entre los pocos minutos que unos ojos se pierden observando desde una ventana la inmensidad de Mumbai y los segundos en los que el silencio se queda colgando de una mirada ahogada en palabras sin piel. Kapadia dibuja el perfil emocional de sus personajes partiendo siempre de esos tiempos aparentemente condenados a la intrascendencia para evitar estridencias melodramáticas, subrayados innecesarios y, ya se ha dicho, cualquier elemento que pueda interferir entre las actrices y una cámara que se convierte en un ente de movimientos imperceptibles que lo observa todo desde una cercanía intimista emocionante, y que rehúye de los gestos bruscos y de las composiciones forzadas. Lo importante es el rostro; y desde el rostro de las protagonistas entra el espectador en su dinámica, entiende su angustia, su desesperación, su sentirse perdidas en una ciudad llena de soledad que devora a sus habitantes.

    El viaje a un entorno eminentemente natural cuyo horizonte no se pierde entre la silueta de sus edificios se presenta entonces como la única salida posible, como la única forma de huir del pasado y de sortear las múltiples complicaciones del presente para poder empezar a vislumbrar la esperanza de un futuro. Alejadas de todas las formas de coerción patriarcales, las protagonistas consiguen desarrollarse libremente y cerrar incluso aquellas heridas que parecían estar destinadas a permanecer abiertas a perpetuidad. Kapadia acierta así a componer una obra que, desde una sencillez muy compleja, se deshace de todos los elementos que podrían resultar suplementarios, para, desde un esquema ascético, dejarle espacio a sus magníficas actrices, quienes ofrecen unas interpretaciones dignas de aplauso. (Rubén Téllez Brotons – ElAntepenúltimoMohicano.com)