Día: 1 de abril de 2025

  • Persepolis (Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud – 2007)

    Persepolis (Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud – 2007)

    Persepolis narra la conmovedora historia de una niña iraní desde la revolución islámica hasta nuestros días. Cuando los fundamentalistas toman el poder, forzando a las mujeres a llevar velo y encarcelando a miles de personas, y mientras tiene lugar la guerra entre Irak e Irán, Marjane descubre el punk, ABBA y Iron Maiden. Cuando llega a la adolescencia sus padres la envían a Europa, donde conoce otra cultura que nada tiene que ver con la de su país. La protagonista se adapta bien a su nueva vida, pero no soporta la soledad y vuelve con su familia, aunque eso signifique ponerse el velo y someterse a una sociedad tiránica.

    Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2007
    Mejor Ópera Prima y Mejor Guión Adaptado en los Premios Cesar 2007
    Premio a la Libertad de Expresión 2007 para la National Board of Review (NBR)

    • IMDb Rating: 8,0
    • RottenTomatoes: 92%

    Película (Calidad 1080p. La copia viene con subs en español)

     

    Una selección en competición oficial en el Festival de Cannes, 25 minutos de ovación al final de la proyección para el público, un Premio del Jurado y ventas en el mundo entero: un verdadero ovni que aterrizó el pasado mes de mayo en la Croisette con la película de animación Persepolis, un primer largometraje casi íntegramente en 2D blanco y negro firmado por la dibujante de origen iraní Marjane Satrapi y por el francés Vincent Paronnaud. En la línea de la tira cómica best seller de la joven neo-cineasta residente en París, la adaptación para la gran pantalla desvela una energía que hace falta a veces a las obras clásicas de ficción cinematográfica.

    Ocupándose de una página de la historia iraní, de las premisas de la caída del Sha en 1978 hasta el reino de los mullahs (clérigos shiíes) a mediados de los años 90, pasando por Viena, Persepolis aborda una multitud de temas graves: persecución de los intelectuales, la guerra Irán-Irak, la propaganda, el adoctrinamiento, la censura, la tortura, la dictadura policial, la opresión sufrida por las mujeres (velo, amores complicados…), el exilio y las cuestiones de la identidad y la integración. A la vez poética, hilarante, emocionante, sensible, la película gana su apuesta de una transmisión pedagógica (accesible a un joven público) de los valores humanos y democráticos con los contratiempos tragicómicos de la misma Marjane Satrapi, niña, luego adolescente y joven enfrentada a los problemas «existenciales» de estas etapas en un país sujeto a las convulsiones de la Historia. De una gran y muy divertida ingeniosidad de escenario y dotada con un embalaje visual sobrio y elegante (aunque sin desdeñar los gags), Persepolis, que se desvela una obra universal tan seductora como inclasificable y muy alejada de los exitazos americanos de animación, se beneficia, además, de las voces de Catherine Deneuve, Danielle Darrieux, Simon Abkarian y Chiara Mastroianni, además de la de Gena Rowlands en la versión inglesa.

    «No olvides nunca quien eres y de donde vienes». Niña de Teherán, fan de Bruce Lee, soñando llegar a la edad de depilarse las piernas y volverse profeta, Marjane vive la revolución islámica al lado de unos padres progresistas, de su tío comunista recién salido de prisión y de su muy independiente abuela (de quien heredará el arte de las palabrotas). Se instala el régimen de los mullahs, con la adolescente ahora velada, que compra discos de Iron Maiden a escondidas mientras que su familia intenta vivir una vida paralela (tardes de alcohol secretas, contactos con los fabricantes de papeles falsos…). Pero la guerra Irán- Irak intensifica la influencia religiosa sobre la vida civil, la muerte se acerca con los bombardeos y la franqueza cruda y peligrosa de la joven rebelde de 13 años empuja a sus padres a enviarla a Austria. En Viena, descubrirá la soledad de la inmigración, la sociedad de consumo, las aventuras y decepciones amorosas, tantos episodios de humor que rechinan. De regreso a Irán, la joven atravesará una depresión, luego una búsqueda frenética de felicidad «para olvidar que no se era libre», antes de intentar la aventura del matrimonio y luego el vuelo bajo el signo de la integridad. Una integridad que se impone como la marca de fábrica de Marjane Satrapi, que ha sabido resistir a las sirenas americanas deseosas de comprar los derechos de adaptación de su novela gráfica y que ha preferido seguir su trayectoria artística ultrapersonal lanzándose, junto a Vincent Paronnaud como codirector y a la joven sociedad de producción 247 Films, a una apuesta de bajo presupuesto (6 millones de euros), a partir de ahora coronada con un extraordinario éxito. (Fabien Lemercier – CinEuropa.org)

  • Le Déclin de l’empire Américain (Denys Arcand – 1986)

    Le Déclin de l’empire Américain (Denys Arcand – 1986)

    En Le Déclin de l’empire Américain cuatro profesores universitarios de Montreal, muy diferentes entre sí, se reúnen en una casa de campo para preparar una cena. Remy está casado, Claude es gay, Pierre tiene novia y Alain es soltero. Los cuatro hablan de sexo, del cuerpo femenino y sus asuntos entre ellos. Mientras tanto, sus cuatro invitadas, Louise, la esposa de Remy desde hace 15 años, Dominique -soltera-, Diane -divorciada-, y Danielle -la novia de Pierre- pasan el tiempo en un centro de salud gimnasio. También discuten el sexo, el cuerpo femenino y, naturalmente, los hombres. Más tarde en la noche, finalmente se reúnen en la casa de campo y cenar. La discusión también transcurre sobre el tema de siempre… Sin embargo, un noveno invitado, Mario, que solía conocer a Diane, entra en el grupo para charlar y tiene una sorpresa.

    Premio del Público y Mejor Película Canadiense en el Festival de Toronto 1986
    Premio FIPRESCI en el Festival de Cannes 1986
    Mejor Película Extranjera 1986 para el Círculo de Críticos de Nueva York
    Mejor Película Canadiense en los Premios Genie 1986

    • IMDb Rating: 7,1
    • RottenTomatoes: 86%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    La virtud del intelectual, un sustantivo interpretado en su sentido genuino,- el que usa el intelecto y no la fuerza física para enfrentarse a la vida – , no tanto el que forma parte de un grupo de élite, por muy leída que sea, aunque pueda potenciar su capacidad con la formación adquirida escuchando o leyendo a otros, es poder llegar a las reflexiones a las que llega Denys Arcand, que, sin perder de vista el contexto en el que ubica sus historias, la sociedad ilustrada norteamericana o canadiense, sin perder de vista la quebequense, señala el sexismo de la gente de su círculo, -profesores de universidad, y otros profesionales liberales incluidas las mujeres-, que se materializa en el hecho de que los hombres, cuando se reúnen para disfrutar del placer de la mesa, hablan de mujeres, y las mujeres, cuando se socializan con otras mujeres, hablan de hombres. En unas conversaciones y otras se abandona todo tipo de hipocresía, y, como si la cámara los hubiera pillado desprevenidos en un reclamo, los dos grupos hablan sin reservas, de la atracción que sienten por las alumnas, ellos, y del temor que sienten ellas a disfrutar de un placer deseado como el bondage, siendo conscientes del poder que les da el papel de víctimas, Algunos escritos de feministas académicas contemplan este aspecto que Arcand representó ante las cámaras en Le Déclin de l’empire Américain. El cineasta francófono no deja pasar la ocasión de quejarse de la hipocresía de una colectividad que habla de moral, cuando en realidad está haciendo exhibición de número (tres cosas importan más que nada, dice Remy a sus alumnos: primero el número, segundo el número, y tercero el número. Los francófonos representan algo más de un 10% de Canadá, una realidad muy compleja para quien no conoce ni de lejos la población de este potente estado que da síntomas de envejecimiento y que muestra en sus calles, repletas de inuits, -personas procedentes de las regiones árticas-, e indios americanos, las nuevas ‘invasiones bárbaras’ de que habla Arcand, y que muestra en sus películas).

    «La única certeza que nos queda es la capacidad de actuar de nuestro cuerpo» (Ludwig Wittgenstein, filósofo de origen austriaco, referente de Arcand, al que cita en sus películas), afirman ellos; ellas, mama sugars, tienen conversaciones muy similares en las que el objeto de su ironía son los atributos sexuales masculinos, unas mujeres muy conscientes del lugar que ocupan y la libertad de que gozan; «No me escuches, tócame’, dice la más libre del grupo, la soltera, por cuya cama han pasado todos, incluidos los maridos de sus ‘amigas’. Arcand, como otros realizadores, entre ellos Richard Linklater y el gran maestro de los monólogos, procedente de ‘El club de la comedia’, Woody Allen, basan gran parte de su fascinación en la conversación que mantienen los personajes ante las cámaras, mientras deambulan, sin conocer la quietud, de un lado a otro del encuadre, contraponiendo el plano protagonizado por los hombres, con los que empieza Le Déclin de l’empire Américain, al contraplano de las mujeres, cultas como ellos, pero muchas de ellas dependientes, ya que frustaron sus carreras al casarse y tener hijos, lo que las margina al lugar de las clases particulares o el penenazgo (profesoras no numerarias), por lo que dedican gran parte de su tiempo a conservar su cuerpo en el gimnasio o en la práctica de deportes que no exigen gran esfuerzo; la soltera admite que si no hay un hombre o una mujer en su vida desparece la líbido. La conversación entre ellas no está exenta de temas que en nuestro país serían espinosos y como consecuencia obviados; ellos y ellas señalan las diferencias entre las fantasías y la sensibilidad femeninas y masculinas, situando en un terreno intermedio al homosexual del grupo, que, sin quizá haberlo confirmado, se encuentra en la hora de las sombras, la antesala del alba, la hora de la muerte, en cuyo regazo busca refugio la mujer engañada y herida profundamente en su orgullo.

    Un largo monólogo que precede al final, al desenlace de Le Déclin de l’empire Américain, contada mediante una sucesión de planos medios y algunos americanos, advierte al espectador, con unas imágenes de inspiración malikiana protagonizadas por una voz en off, como procedente de un arcángel que anuncia el Apocalipsis, que emana de una joven estudiante, amante de uno de los profesores, inscritas sobre un mar relajado, que, como los personajes de la ficción, se siente en los márgenes del imperio, de que todos debemos reflexionar sobre los abundantes signos del declive, que se suceden con una abrumadora evidencia, sin que nadie se moleste en relacionarlos (quizá porque el hombre se niega a aceptar su fin): el desprecio de las instituciones, especialmente de los políticos, por parte de la población, el descenso de la tasa de natalidad, el rechazo de los hombres a tomar las armas, la deuda nacional incontrolada, la disminución constante de las horas de trabajo, el aumento de funcionarios, el debilitamiento de las élites intelectuales… Una vez esfumado el sueño marxista-leninista, no queda ningún modelo de sociedad del que se podría decir que ‘así nos gustaría vivir’. Lo mismo ocurre a nivel individual; en esta sociedad no puede surgir un místico o un santo; no existen modelos que nos sirvan de ejemplo, ya que estamos viviendo en un proceso de erosión de toda la existencia, tan inevitable como el envejecimiento de los individuos. Al final, como advierte uno de los protagonistas de Fantastic Beasts: The Crimes of Grindelwald, David Yates (2018), Theseus Scarmander (Callum Turner), todos habremos de tomar partido, una afirmación que estremece cuando el mago tenebroso, Grindelwald, muestra imágenes del holocausto nazi. La joven, cuya voz alerta al espectador, le recuerda a su profesor, defensor de la tesis de Wittgenstein, formulada en su Tractatus Lógico-Philosóphicus, que influyó en el círculo de positivistas de Viena, de que»revolucionario será aquél que se pueda revolucionar a sí mismo». Es esta la línea ideológica que plantea en Le Déclin de l’empire Américain, en la que quizá no sea tan naïf ni tan ingenuo el protagonista como los espectadores, que contemplan el fin de una forma de vida, enzarzados en planteamientos antiguos, sin pagar el precio que, a lo largo de la historia, han pagado los hombres en cada revolución tecnológica. Los mensajes que está lanzando el cine, sea cual sea el género en que se expresen los cineastas, son estremecedores. A sus 77 años, el cineasta quebequense hace un pronunciamiento confuso, preñado de pesimismo, a pesar del tono de comedia con tintes dramáticos de su relato. (CMRL – CineLodeón.com)

  • Animalia (Sofia Alaoui – 2023)

    Animalia (Sofia Alaoui – 2023)

    En Animalia Itto es una joven marroquí de origen humilde que se ha adaptado al entorno de opulencia de la adinerada familia de su marido. En la recta final de su embarazo, se dispone a pasar un día tranquilo, sola, ya que su marido está de viaje de negocios. Al tiempo unos extraños sucesos sumergen al país en un estado de emergencia. Fenómenos meteorológicos cada vez más inquietantes sugieren que se acerca una presencia sobrenatural. Itto, sola, lucha por encontrar ayuda.

    Premio Especial del Jurado a la Visión Creativa en el Festival de Sundance 2023

    • IMDb Rating: 5,9
    • RottenTomatoes: 64%

    Película / Subtítulos (Calidad 720p)

     

    Animalia destila exuberancia. Se aprecia desde los primeros planos, el uso del gran angular para retratar esos interiores milimétricamente pensados, medidos, el pulso en la composición. Un encuadre en exterior: una piscina azulísima, un lago gris, un desierto amarillento o marrón que parece una suerte de tapiz terroso. Los personajes al principio apenas flotan en esa plenitud visual que va elaborándose capa tras capa: la comida, el juego de las telas, un etalonaje magnífico. Parecería que uno entra a Animalia por la dirección de arte y, un poco después, ya empieza a sumergirse en la trama, o mejor aún, a asumir que la trama va a ser inevitablemente refractaria.

    En cierto sentido, Sofia Alaoui ha decidido realizar un equilibrio entre un filme de género y un ejercicio de estilo. Por un lado, como en tantas otras ficciones apocalípticas, no terminaremos de entender muy bien cuál es el diseño concreto de la amenaza que se cierne sobre nosotros. La película tampoco forzará una interpretación en términos socioculturales de moda: no es claramente una obra sobre el «cambio climático», sobre la colonización o sobre algún otro tema sugerido de manera más o menos sutil. Es, más bien, una película sobre la inevitabilidad de la catástrofe, sobre la naturaleza humana, sobre la religión. Durante gran parte de la proyección me pregunté si podía ser leída como una teodicea —su aproximación al islam es sorprendentemente crítica—, y si no fuera por una resbaladiza voz en off final, hubiera podido ser una de las películas más valientes de la década. Alaoui lleva lo más lejos que puede los límites del cine marroquí, y es probable que la Historia acabe por agradecérselo. Uno se imagina, a la luz de lo visto y lo proyectado, a la directora siguiendo los pasos de Nia DaCosta y pasando del fantástico al mainstream yanqui, con sus planos de seguimiento y sus secuencias de escenas a ritmo de videoclip. Podría hacerlo extraordinariamente bien, qué duda cabe.

    Por el momento, sin embargo, Animalia funciona muy bien en lo atmosférico, lo evanescente, lo que parece desviarse de las exigencias del guion. Alaoui es mucho mejor cuando sugiere que cuando explica, y así se le nota el pulso para rodar callejones oscuros de luces rojas, hombres silenciosos de amenaza inminente y cigarrillo barato, masas enfurecidas que acuden a la oración o a la agresión con la misma convicción. Trabaja muy bien los planos generales y los íntimos, tirando a menudo de subjetivo para ir captando algún detalle por aquí o por allá, desenfocando o realizando vertiginosos contrapicados que se planteen lo que está en juego al otro lado de la trama: qué viene del cielo, quién viene del cielo, qué desea. Luego, en ese otro lado, tiene que ir construyendo una trama/tramoya que tampoco importa gran cosa y en la que lo mismo aparece un científico en Youtube explicando cosas que un niño profeta con rostro alucinado y promesa mesiánica. Lo mismo uno se sumerge en un agujero espaciotemporal con forma de lágrima y montaña de humo monoteísta que se tropieza con un diálogo a deshoras sobre las desigualdades del capital. Hay que apartar con cuidado todo ese ruido para pasar a la imagen, al detalle: el pájaro que cae brutalmente sobre un hombre arrodillado a la hora del credo es un gesto tan potente que casi asusta que pueda ser filmado. Los interiores de los neopalacios de la altísima burguesía marroquí con sus interminables platos de comida amontonada y sus habitaciones pobladas de pantallas brillantes son mucho más eficaces políticamente que cualquier interpretación sesuda. El despliegue del lujo ya es tan asquerosamente vergonzoso —¡y tan bien filmado por Alaoui!— que la cinta puede ser mucho más política en un simple frame que en cualquier lectura más o menos sesuda que nosotros, guardianes de la cultura, podamos proponer por aquí. Simplemente, hay que dejarse arrastrar.

    Por lo demás, interesa encontrarse películas fantásticas contemporáneas que no dejan caer todo su peso en la percha del trauma, del pasado más o menos reprimido o de la explicación psicoanalítica de trazo grueso. Al revés, el misterio que parece desplegarse en el futuro con el que concluye Animalia es lo suficientemente viscoso, dubitativo, ambiguo, como para que no terminemos de saber si la hipotética «maldición» no es, en el fondo, algo así como un freno de mano divino, un derrape cósmico que nos quite los mandos de la nave de una puñetera vez y ponga algo de orden en este cortijo que venimos destrozando los humanos desde tiempos inmemoriales. El sabor es amargo, pero la dirección narrativa es, sin la menor duda, profundamente acertada. (Aaron Rodriguez Serrano – ElAntepenúltimoMohicano.com)