En A Glitch in the Matrix Rodney Ascher se pregunta: ¿estamos viviendo en una simulación? Y busca la respuesta con testimonios, evidencias filosóficas y explicaciones científicas.

  • IMDb Rating: 5,3
  • RottenTomatoes: 68%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Rodney Ascher, realizador de Room 237, película que exploraba las más extrañas teorías desarrolladas en torno a The Shinning, de Stanley Kubrick, vuelve a un territorio similar al entrevistar a una serie de personajes que aseguran que el mundo en el que vivimos no es real sino una simulación. La aseveración –cuyo ejemplo más gráfico y popular está en la trama de la película The Matrix— es bastante vieja y tuvo como uno de sus grandes defensores (o impulsores) al escritor Philip K. Dick, que es una de las principales referencias de este documental.

El escritor de ¿Sueñas los Androides con Ovejas Electricas?, Ubik y A Scanner Darkly (adaptada en 2006 por  Richard Linklater) abre cada episodio del documental a partir de una conferencia que dio en Francia en 1977 y en la que exponía sus conceptos acerca de la realidad como simulación a partir de sus experiencias y análisis. Para entonces Dick parecía sufrir algún tipo de enfermedad mental (esquizofrenia, se ha dicho) y sus textos se habían vuelto un tanto más engorrosos e incomprensibles en función de su propia sensación de creer vivir en un mundo irreal.

Pero algunos de esos conceptos permanecieron y, en función del crecimiento exponencial del procesamiento de datos (algo que es notable en la calidad de los videojuegos y la capacidad de las computadoras, entre otras miles de cosas que hoy forman parte de nuestra realidad), hoy en día resulta un tanto menos delirante pensar en que la realidad en la que vivimos pueda ser una construcción o simulación, posiblemente diseñada en el futuro. Ascher investiga acerca de estos conceptos por dos vías distintas: la científica y la relacionada con las experiencias personales/individuales.

La primera es la más seria pero la menos desarrollada. En entrevistas hechas de modo virtual, Ascher conversa con Nick Bostrom, Erik Davis y Emily Pothast, entre otros, con quienes analiza conceptos filosóficos ligados al tema de la realidad simulada, de la obra de Dick y la caverna de Platón, entre otros ejes. Pero seguramente lo que más llamará la atención son las entrevistas que le hace a algunos «creyentes» de este tipo de teorías, quienes aseguran vivir de esa manera a partir de experiencias personales, lecturas, videojuegos, películas y otras cosas que les permitieron armarse ese universo de sentido que consiste en creer que todo lo que ven no existe en la realidad.

Los entrevistados –que la película «disfraza» mediante avatares digitales que cubren sus rostros y cuerpos– empiezan hablando de cómo llegaron a desarrollar esas ideas a partir de vivencias y revelaciones que tuvieron durante sus respectivas infancias, pero de a poco van dejando entrever que sus conceptos teóricos están ligados a experiencias un tanto más traumáticas (abusos, rechazos, soledad extrema, bullying) y que ellos mismos han generado situaciones aún más duras que se revelarán sobre el final. Sus comentarios son «visualizados» en el documental a través de cientos de imágenes de videojuegos, de películas y de recreaciones virtuales de las experiencias que ellos van contando. Y esas recreaciones se vuelven, en algunos casos, bastante espeluznantes.

A Glitch in the Matrix va dejando de a poco de ser una película sobre la simulación de la realidad en términos conceptuales, filosóficos o hasta científicos (se ven entrevistas a Elon Musk como principal defensor de esta teoría) para pasar a ser una acerca de las perturbaciones psicológicas que fueron generando en estas personas sus complicadas vidas sociales o familiares. Si se piensa que algunas de esas dolorosas situaciones derivaron en consumos excesivos de videojuegos y miles de otras maneras mediante las cuales algunas personas tratan, en soledad, de escapar de difíciles realidades personales, queda claro que estamos ante un asunto menos filosófico y más terapéutico.

De algún modo, no hay tantas diferencias entre algunas de estas creencias en sus versiones más extremas y otras –del terraplanismo a Qanon, elijan la que quieran– que circulan hoy y que tienen un enorme y triste peso en la vida política de buena parte del planeta. Esta persistente idea un tanto adolescente de «ver algo» que los demás no ven, de saber acerca de conspiraciones que los demás no advierten y de actuar en función de eso es una de las consecuencias más terribles de la llamada «democratización de la información» que, lamentablemente, permite el crecimiento de este tipo de teorías, en especial a través de las redes sociales y de imposibles «agujeros negros» que existen en internet.

Acá Ascher es más claro al respecto que en Room 237, una película que daba la impresión de tomarse en serio cosas que eran igual de absurdas que las que se ven o hablan acá, aunque menos dañinas en términos concretos. Cuando A Glitch in the Matrix, en su segunda mitad, se centre más y más en The Matrix –película de la que todos los entrevistados son fanáticos obsesivos y la consideran una suerte de Biblia– podría verse hasta como una continuación de las ideas y debates del documental anterior. La diferencia, claro, está en el contexto. Las delirantes interpretaciones del clásico de Kubrick se acababan en sí mismas, en el propio y hasta simpático divague de los que creen en ellas. Estar convencido de que el mundo es una simulación y los actos no tienen consecuencias, en cambio, es algo potencialmente mucho más peligroso que puede terminar afectando de manera dramática el mundo real. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)