En Campeones, Marco, un entrenador profesional de baloncesto, se encuentra un día, en medio de una crisis personal, entrenando a un equipo compuesto por personas con discapacidad intelectual. Lo que comienza como un problema se acaba convirtiendo en una lección de vida.

  • IMDb Rating: 7,4
  • FilmAffinity: 7,2

Película

 

El talento de Javier Fesser es solo comparable a su voluntad de riesgo, a su gusto por bailotear en el acantilado, y es más fácil verlo y disfrutarlo desde cierta distancia que compartir el mareo, la filigrana y las piruetas de vértigo y reflexión que su cine, aparentemente de «risa» y singularmente «serio», produce en cualquiera de las modalidades que lo ofrezca, en cortometrajes como Bienvenidos o 17 años juntos, en largometrajes como El milagro de P. Tinto o Camino, y hasta en spot publicitarios tan originales como guasones.

Si el riesgo y la diversión son dos de las notas esenciales del cine de Fesser, en Campeones las reúne de un modo asombroso al irse a explorar con la indumentaria y utensilios de lo cómico en ese terreno resbaladizo, quebradizo y emocional de las discapacidades intelectuales: el hombre que mejor ha entendido y transfigurado el universo de Ibáñez, nos ofrece ahora su mirada divertida, humana, ácida y audaz de ese mundo en el que las limitaciones mentales y físicas suponen un aprendizaje, un sobresfuerzo y una relación con el entorno especial. El argumento se centra en un entrenador de baloncesto que por circunstancias deportivas (el arranque ya marca el tono cómico y dramático de la historia) ha de encargarse de un grupo de chavales con diversas discapacidades, y no excesivamente dotados para la práctica de ese deporte rápido y espectacular que es el baloncesto.

Lo que sí es rápido y espectacular es la capacidad de Fesser, o su película, de conectar todo con todo, entrenador, equipo, situaciones y estado de ánimo del espectador, y demostrar que, como siempre, lo sencillo y cercano es también lo más difícil de conseguir, y que las mezclas imposibles tienen un encanto especial. Un actor tan profesional como Javier Gutiérrez se tatúa con ese grupo de personas, no actores y dueños de sus propias limitaciones, y asume el riesgo de transformar la incomodidad o la tristeza en diversión. Hay también algo de Ibáñez en Campeones y mucha puntería al disparar en la diana de las auténticas discapacidades sociales. (Oti Rodríguez Marchante – ABC.es)