En Dirty Pretty Things, el nigeriano Okwe es un inmigrante ilegal que trabaja en Londres como chófer de un minitaxi y como recepcionista en un hotel de mala reputación. Comparte apartamento con Senay, una chica orgullosa que busca refugiados turcos. El delicado equilibrio de su vida se rompe, sin embargo, cuando hace un descubrimiento asombroso en una de las habitaciones del hotel.

Premio a la Libertad de Expresión y Mención Especial (National Board of Review 2003)

Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guion y Mejor Actor (British Independent Film Awards 2003)

  • IMDB Rating: 7,3
  • Rottentomatoes: 94%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Stephen Frears es un caso curiosísimo de director prometedor en su tierra que, tras una experiencia agridulce en el todopoderoso Hollywood, ha sabido sacar lo mejor de sí mismo en el retorno a su país de origen. El autor de obras aclamadas como “Las amistades peligrosas” o “Los timadores” nos deleitó más tarde con relatos amables y simpáticos de su gente, sus costumbres y su humor en “La furgoneta” o “Café Irlandés”. Ahora descubrimos una cinta que rompe con cualquier referente que podamos tener de su autor, y aborda un tema difícil, arriesgado y muy dado a arrastrarse hacia el folletín. Frears, con mano maestra, lo lleva por sus terrenos más agrios sin renunciar a una estructura ágil y a una resolución dinámica y entretenida, logrando una película admira-ble, categórica, contundente. En Dirty Pretty Things, Frears explora un rostro oscuro de la vida metropolitana londinense, un submundo de inmigración ilegal, de contratos infrahumanos y de chantajes de extrema crueldad. Un demoledor paisaje humano en el que el instinto de supervivencia frente a los puntos más negros del capitalismo lleva a situaciones al límite a los protagonistas de esta historia.

La inmigración no es un tema novedoso en el cine, desde luego, pero no está de más volver a presenciar cómo las desventajas de esta sufridora gente son aprovechadas por empresarios y mafias para exigirles el trabajo sucio y plasmar en ellos sus frustraciones, a menudo sexuales. En esta ocasión, Frears suma a esas circunstancias ya de por sí dramáticas una red de tráfico de órganos, y el resultado es una película de gran intensidad, construida con personajes de hondo relieve y rodada con sabiduría. Su director sabe imprimir en la cinta interés, rigor narrativo, y rueda con un estilo que saca el máximo partido a esa vida tan poco publicitada en las agencias de viajes. Marca con personalidad cinematográfica la diferencia de clases a través de su forma de rodar y desarrolla los posibles tópicos con eficacia, elegancia e inteligencia. Y es que Frears no renuncia en Dirty Pretty Things a cierto efectismo a través de una cálida pero imposible historia de amor o con algunos giros narrativos propios del thriller americano, pero le aporta un toque de distinción con un guión espléndido, sin fisuras y con una descripción fantástica de los personajes.

Para ese sádico sin escrúpulos, corrupto y corruptor, adinerado y avaricioso, nadie mejor que un Sergi López muy bien caracterizado. Para la vulnerable, ingenua y enamorada musulmana, Audrey Tatou se desencasilla hábilmente de su “Amelie”, y para el más complejo y rotundo de los personajes, un impresionante Chiwetel Ejiofor. La interpretación de este hasta ahora poco conocido actor de color apabulla por su naturalidad, emociona por su apasionada interiorización y consigue, junto con el estupendo reparto, crear un entorno multicultural y desesperado dentro de ese hotel, escenario de lujo y pobreza, de sofisticada corrupción, de crimen y de silencio. Un microcosmos en el que conviven y convergen los extremos de una sociedad mal estructurada y en el que se aplica la ley de la selva sin compasión ni remordimiento. Es allí donde el más débil sucumbe o arriesga su vida al rebelarse. Frears deposita su confianza en estos últimos, los reivindica y les rinde homenaje poniendo a su servicio todo su talento, redondeando una espléndida película. (Mateo Sancho Cardiel – labutaca.net)