En Portrait de la Jeune Fille en Feu, Marianne, una pintora, recibe un encargo que consiste en realizar el retrato de bodas de Héloïse, una joven que acaba de dejar el convento y que tiene serias dudas respecto a su próximo matrimonio. Marianne tiene que retratarla sin su conocimiento, por lo que se dedica a investigarla a diario.

Mejor Guión en el Festival de Cannes 2019
Mejor Fotografía 2019 para el Círculo de Críticos de Nueva York

  • IMDb Rating: 8,3
  • RottenTomatoes:  97%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Fugere Non Possum cantan a coro en una playa varias mujeres en una escena de Portrait de la Jeune Fille en Feu, el excelente nuevo film de Céline Sciamma, una primera y muy lograda incursión en el film de época (tras los tres largos super-contemporáneos Water Lilies, Tomboy y Bande de Filles) que ha valido a la cineasta francesa su primera inclusión en la competición del Festival de Cannes. Y en efecto, parece que ninguna mujer puede escapar a su destino, ni tampoco al aislamiento de la isla bretona en la que se desarrolla trama, los límites de las posiciones sociales en 1770 y los sentimientos efervescentes bajo la superficie moderada del siglo XVIII. Desde el principio, la realizadora da varias claves narrativas en todos estos terrenos («primero los contornos, luego la silueta; no vayáis muy rápido, tomaos el tiempo de observar») a través de un prólogo maravillosamente estructurado en el que Marianne (Noémie Merlant) imparte una clase de pintua, sirviendo también de modelo, a varias chicas que descubren, al otro lado de la ala, un cuadro que la profesora reconoce haber pintado «hace mucho tiempo», titulado Portrait de la Jeune Fille en Feu.

El relato salta inmediatamente a un flashback en el que vemos una barca en medio de un mar agitado, y a partir de ahí cuenta la llegada muy física de Marianne a una isla donde tenía el compromiso de pintar un retrato de Héloïse (Adèle Haenel, de La Fille Inconnue y 120 Battements par Minute), la joven de la casa (con Valeria Golino en el papel de su madre), que se enviará a un posible pretendiente que vive en Milán. Progresivamente, en un gran edificio desierto que se recorre con la vela en la mano y en el que hay una chimenea encendida en cada salón, Marianne irá aprendiendo varios secretos al interrogar a la joven sirvienta de la casa (Luàna Bajrami). Por un lado, la hermana de Héloïse murió recientemente, por una caída de lo alto de un acantilado que parece un suicidio; esto provocó la salida de Héloïse del convento. Por otro, esta última se opone a la idea del matrimonio con el milanés, y ya ha espantado a otro pintor. Como no quiere posar, Marianne debe hacerse pasar por una dama de compañía y realizar el cuadro a escondidas, observando a su modelo sin que esta se dé cuenta. Pero las dos jóvenes aprenden a conocerse y apreciarse hasta el punto que empiezan a surgir sentimientos pasionales, reprimidos por las convenciones…

Construida sobre un gran dominio de la dinámica observación-reacción y sobre una alternancia de escenas de interiores milimetrados y los exteriores majestuosos de la playa y el acantilado, la cinta traza sutilmente y a su ritmo la trayectoria de la aparición del deseo y el temor que suscita (en una atmósfera de agitación subterránea) hasta su aceptación (de una bella sensualidad, relativamente pudorosa), brindando a las dos protagonistas papeles extraordinarios. Pero Portrait de la jeune fille en feu es también el espejo de las dificultades de la condición femenina (el matrimonio, el aborto, la mujer artista que se ve obligada a exponer bajo el nombre de su padre, etc.) que por supuesto resuena con otras obras contemporáneas. Acercándose al estilo pulido de Jane Campion con un trabajo formidable de puesta en escena y una genial Claire Mathon a la dirección de fotografía, el film alcanza su plenitud en la parte final, afirmándose como una obra de madurez para la talentosa Céline Sciamma. (Fabien Lemercier – CinEuropa.org)