En High Fidelity Rob Gordon tiene en Chicago una tienda de discos de vinilo que está a punto de quebrar. Comparte su afición por el vinilo con sus dos empleados, Dick y Barry. En la tienda, los tres reflexionan y discuten sobre la música que aman. Pero Rob tiene otro problema: quiere volver con su antigua novia Laura, que está saliendo con otro chico

  • IMDb Rating: 7,4
  • RottenTomatoes: 90%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

 

Después de su desempeño en Being John Malkovich, John Cusack sintió que no tenía ya nada que demostrar, y decidió darse un gusto personal. Su amor por los viejos discos LP de música pop de los años ’60 y ’70, hoy llamados vinilos, lo impulsó a filmar con Disney la novela High Fidelity, del inglés Nick Hornby (de discreto éxito en su país). Para hacerlo convocó a Stephen Frears, quien lo había dirigido en The Grifters
Cusack encarna a Rob, el dueño de una disquería en Chicago, quien junto a sus empleados, más adictos aun que él, ha levantado un templo a su música de culto, un lugar de peregrinaje para los fans. La película exuda amor al coleccionismo. Pero sus catálogos no se circunscriben a la música de los ’70: Rob tiene los «Top 5» para todo, incluyendo a sus relaciones amorosas. Como tantas veces ocurre, cuando su novia Laura (Iben Hjejle) lo abandona, él empieza a valorar lo que tuvo y dejó ir sin darse cuenta. Por eso, la película empieza con la revisión de un fenómeno recurrente en su vida: el abandono. Es así como se articula una historia romántica con el coleccionismo musical. Rob pasa revista a los cinco fracasos más contundentes de su historia sentimental, en una serie de escenas graciosas que ironizan con humor cáustico sobre el orgullo masculino, a la vez que intenta, ansiosamente, rehacer su pareja en crisis. Para Rob este es un momento de inflexión, el de hacerse cargo de que es un hombre adulto. Y cuando está listo para asumir un compromiso, cambia: de coleccionista pasa a ser empresario. De música, por supuesto.

John Cusack colaboró en el guión de High Fidelity, coprodujo, protagonizó, ubicó a la historia en su ciudad, Chicago, reservó para su hermana Joan un rol secundario (no es la primera vez que trabajan juntos en un film), y otros para amigos y parientes más lejanos. Por si ese protagonismo no fuera suficiente, Rob/Cusack narra su historia a la cámara, interrumpe a cada momento la acción para intercalar sus comentarios y está siempre en pantalla, más egocéntrico aun que el mismísimo Woody. Este (cansador) monólogo a cámara remite al origen literario de la película. Y el recuerdo de Allen no termina allí; es inevitable toda vez que se exponen las desdichas del varón americano.

Más importante que la historia es la impecable galería de personajes: muy graciosos Jack Black y Todd Louiso como los opuestos empleados de la tienda, Black no sólo domina las escenas en que actúa, sino que también sabe cantar. Joan Cusack vuelve a demostrar que es una excelente comediante, en un rol que reitera: la querible amiga de la chica, como aquélla que hizo en Working Girl, y sigue esperando que le confíen un rol a la medida de sus posibilidades. Más suerte tuvo la coprotagonista, aunque su performance no está a la altura de las de sus compañeros: ella es Iben Hjejle, la actriz que vimos estos días en Mifune’s Last Song, en una curiosa extrapolación del Dogma danés a Hollywood. Parece que allí ya comprobaron que sirve para la comedia romántica, ojalá no abusen de ella. Tim Robbins hace la sátira del hombre new age en un cameo que sería olvidable si no participara de una de las escenas más divertidas.

La ironía recae sobre la visión y la psicología masculina, jugando peligrosamente en el borde del machismo. Pero las pequeñas miserias del protagonista no permiten trasponerlo. Las mujeres de Rob (además de Hjejle, Lily Taylor, Lisa Bonet, Catherine Zeta-Jones) son la otra versión de su historia, y si bien no se analiza con la misma intensidad la mirada femenina, vemos en ellas parecida desorientación existencial.

High Fidelity especula bastante con la identificación que pueda provocar en el público masculino de treinta y pico, y corre el consiguiente riesgo de volverse ajena para quienes no participen de las preocupaciones del protagonista. Pero todo coleccionista, y no sólo de discos, se verá identificado cuando Rob explique que él puede ordenar su inmensa discoteca cronológicamente, según el momento de adquisición, porque cada objeto está cargado de historia.

Rob es capaz de vivir a través de sus discos, de relacionar cada aspecto de su vida con un tema musical, y hasta pide ayuda al propio Bruce Springsteen, quien lo aconseja en su debacle sentimental. Esta insistencia en el aspecto musical del film puede cansar a los no iniciados. La banda de sonido de High Fidelity, obviamente, es riquísima: Velvet Underground, Stevie Wonder, The Kinks, Elton John y The Roots se cruzan con Aretha Franklin, Sy Smith, Harry Nilsson, Love, Jackie Wilson y tantos otros. (Josefina Sartora – Cineismo.com)