En Doubles Vies, Alain, un exitoso editor parisino, y a Léonard, uno de sus autores de toda la vida, les cuesta aceptar por completo el mundo digital actual… y puede que la crisis de la mediana edad. Cuando se reúnen para debatir sobre el nuevo manuscrito de Léonard, Alain debe encontrar una manera elegante de decirle a Léonard que se está quedando atrás, de exponerle sus dudas, mientras que la esposa de Alain, Selena, cree que por fin Léonard ha conseguido realizar su obra maestra.

  • IMDb Rating: 6,7
  • RottenTomatoes: 89%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Se requiere de mucho talento y oficio para hacer una comedia con apariencia liviana pero que en realidad no lo es. Tal vez la seguridad de quien no tiene nada que demostrar ayuda a no temerle al humor y a huir de la pretensión de la manera en la que lo hace el director de Irma Vep, Les Destinées Sentimentales, Clean, Las horas del verano y Personal Shopper en su nuevo film.

Doubles Vies es una película sofisticada en su contenido pero sencilla en su forma de plantearlo. Tiene enredos amorosos y gente linda en escenarios elegantes, pero también largas discusiones sobre los cambios que la tecnología trajo al mundo editorial y el futuro de los libros. Los diálogos son inteligentes y divertidos, ya sea que se traten sobre estas cuestiones más teóricas o los problemas personales de los protagonistas.

La pareja de Juliette Binoche, que interpreta a una actriz que está trabajando en una serie policial, y Guillaume Canet, su marido editor, es indudablemente atractiva de ver pero, además, Assayas les da mucha tela para cortar en cuanto a lo que sucede con su matrimonio y las relaciones paralelas que mantienen. Vincent Macaigne se destaca como un comediante eficaz a cargo de un papel que le queda perfecto: el de un escritor abocado a tener romances y contar demasiado sobre su propia vida en sus libros. (Maria Fernanda Mugica – OtrosCines.com)

Gran apólogo de los editores capaces de apostar por la novedad y el talento sin que la rentabilidad determinase necesariamente sus decisiones, Ramón Gómez de la Serna también reservó en sus caudalosas memorias un espacio para los profesionales indignos de la supuesta grandeza de ese gremio: “Monederos falsos son esos editores que se valen de la proliferación de la imprenta y sus moldes para lanzar nada más que libros sin sacrificio, ni abnegación, sin margen para la miseria del escritor puro”. Al autor de Automoribundia 1888-1948 no le caería nada bien Alain Danielson, el editor al que da vida Guillaume Canet en Doubles Vies, la última película de Olivier Assayas.

El título –que en inglés se transforma en el también revelador Non-Fiction- funciona en múltiples direcciones, porque, de entrada, la película asume el aspecto de una comedia ligera de infidelidades, género que propicia un ingenioso juego de desdoblamientos en el contexto de una mirada, tan incisiva como documentada, a los cambios e incertidumbres del mundo de la edición ante los retos de la era digital: no sólo todos los personajes viven desdoblados entre sus relaciones visibles y las adúlteras, sino que el propio universo descrito se mueve en perpetuo vaivén espiritual entre la fidelidad al papel y la seducción del libro digital (o el audiolibro), mientras otros afluentes del relato abordan el pulso entre la imagen pública y la privada del político, o entre las glorias pasadas y los presentes pragmatismos (televisivos) de una actriz. Conseguir hablar de todo eso –reflejar, en suma, un trascendental cambio de paradigma- sin renunciar en ningún momento a la liviandad dominante del código genérico tiene algo de virtuoso juego de manos.

Doubles Vies puede interpretarse como respuesta luminosa al D’après une Histoire Vraie (2017) que, a partir de la novela de Delphine de Vigan, Assayas guionó para Roman Polanski: si allí la autoficción daba pie a un relato de vampirismo, aquí invita a una lúdica y compasiva mirada a las fragilidades humanas con la que Ernst Lubitsch podría haber simpatizado. Una comedia civilizada, transparente y tan empapada de cultura como alérgica a la pedantería. (Jordi Costa – ElPais.com)