En El Cochecito Don Anselmo, un anciano ya retirado, decide comprarse un cochecito de inválido motorizado ya que todos sus amigos pensionistas poseen uno. La familia se niega ante el capricho del anciano, pero él decide vender todas las posesiones de valor para comprárselo… Un clásico del cine español con el gran Pepe Isbert y guión de Azcona y Ferreri.

Premio de la Crítica en el Festival de Cine de Venecia 1960

  • IMDb Rating: 7,3
  • RottenTomatoes: 93%

Película (Calidad 1080p)

 

Don Anselmo (Pepe Isbert) es un jubilado que, por envidia, empieza a codiciar un pequeño vehículo a motor que comienzan a usar algunos de sus amigos. El problema está en que dicho vehículo a motor solamente puede ser usado por personas con alguna discapacidad. Y Don Anselmo todavía es capaz de andar sin ningún tipo de ayuda. Ese será el dilema de El Cochecito, la inquebrantable insistencia de Don Anselmo en conseguir el vehículo, como sea, aunque realmente no lo necesite. También es cierto, que sus amigos motorizados se envanecen y comienzan a dejarle de lado en algunos planes, aumentando la sensación de envidia.

Desde el principio vemos como la puesta en escena de El Cochecito es eminentemente deudora del neorrealismo. Probablemente debido a las ideas cinematográficas que se trajera de Italia Marco Ferreri. El resultado es una factura cotidiana y castiza que sirve como postal del Madrid de los primeros sesenta. Se recogen algunos lugares muy clásicos, desde el Cementerio de la Almudena a los arrabales, establecimientos y casas típicas del momento. Cabe decir, no obstante, que el cine español ya había flirteado con el neorrealismo en varias ocasiones. Véase, por ejemplo, la incómoda Surcos (1951), de José Antonio Nieves Conde.

El Cochecito muestra varias aristas incómodas de la España del momento. El mayor antagonismo lo encontrará Don Anselmo en la figura de su hijo Carlos (Pedro Porcel), un abogado con el despacho sito en la propia vivienda familiar. Entre los componentes de su familia reconoceremos a algunos rostros históricos del cine español, como una joven Chus Lampreave o María Luisa Ponte. José Luis López Vázquez tambièn rondará mucho como pasante del hijo. La familia, y como decíamos particularmente su hijo Carlos, se opondrá taxativamente a que Don Anselmo se compre el cochecito. Lo ven como un dispendio, banal e innecesario. Sin embargo, Don Anselmo porfiará incansablemente para conseguir el vehículo, dando lugar a una desconcertante serie de engaños, equívocos y enfrentamientos.

Según la oficialidad franquista este tipo de situaciones simple y llanamente no se daban. Las familias eran, de arriba a abajo, una balsa de aceite y un pilar santificador de aquella España. Azcona y Ferreri, en El Cochecito, nos dan una visión bien distinta. Sencillamente reflejan, de una manera inteligentemente grotesca, un panorama donde de puertas para adentro no todo es felicidad. Ni mucho menos. Resulta interesante ver la estructura de la propia casa familiar, angosta y laberíntica hasta el agobio. Salvo el despacho del hijo. La arquitectura como termómetro de las relaciones entre todos los miembros de la familia.

Otro punto crítico que El Cochecito señala directamente es del egoísmo. De hecho es un punto esencial, porque es un factor que no deja al espectador tomar una posición cómoda. No tiene ningún personaje entrañable al que asirse. Ni siquiera Don Anselmo. Él actúa movido por el capricho pertinaz de comprar el cochecito y no para en mientes para conseguirlo, siendo capaz de pasar por encima de cualquiera. Egoísta es también su hijo Carlos, quien tiene el suficiente dinero para comprar el vehículo a su padre sin pasar apreturas. Además, las maneras que usa son desabridas y desagradables.

También es egoísta el dueño de la tienda de ortopedia, Don Hilario (Antonio Gavilán), que trata de encasquetar a Don Anselmo el cochecito a toda costa. Incluso sirviéndose de malas artes, como una falsaria exploración médica. Para completar el cuadro tenemos a los amigos de Don Anselmo que ya han conseguido el cochecito. Desde ese justo momento lo dejarán de lado en sus planes. De este modo, El Cochecito pone el dedo en la llaga del egoísmo y la envidia como males endémicos y autóctonos. Todas estas actitudes vienen refrendadas por unas grandes actuaciones, donde destaca Pepe Isbert. Aporta a Don Anselmo un rango de actitudes que van de la inicial bonhomía al patetismo trágico.

También es interesante observar que el núcleo de toda discordia tiene su origen en un objeto tecnológico de último modelo (para los años 60), en una época en la que se iniciaba el período del desarrollismo. Acaso Azcona y Ferreri vinculen aquel despegue industrial con un disimulo de ciertos males morales subyacentes.

El final de El Cochecito sufrió los rigores de la censura franquista hasta el punto de desvirtuar la trama en general y al personaje de Don Anselmo en particular. Como bien puede imaginarse, la idea original de Azcona y Ferreri era mucho más negra, incómoda y vitriólica. Para no pillar a nadie desprevenido lo comentaremos todo en el spoiler. Hubo otros casos en que los censores metieron baza para blanquear el mensaje. A modo de ejemplo, se puede señalar El Inquilino (1957) de Nieves Conde, donde se tuvo que rodar un final feliz alternativo. También fue el caso de Los Jueves Milagro (1957), de Luis García Berlanga, cuya segunda mitad está prácticamente reescrita por las autoridades religiosas.

Azcona y Ferreri ya habían colaborado en El Pisito (1959), una sátira nada condescendiente que se las apañó para circunvalar a la todopoderosa censura. En el spoiler pasamos a ver los cambios que fueron impuestos en El Cochecito. En el final original, Don Anselmo harto de las negativas de su familia, y particularmente de su hijo Carlos, decide envenenarlos a todos y comprarse el cochecito por su cuenta. La imagen en la que sacan los cuerpos de la casa es terrible. Don Anselmo intenta huir y es interceptado por una pareja de la Guardia Civil. Por supuesto, es arrestado. Para la historia la frase final de Don Anselmo: «¿Y en la cárcel me dejarán tener El cochecito»? En el final censurado, el que quedó finalmente, Don Anselmo hacía una llamada telefónica donde muestra su arrepentimiento. Esto suaviza el macabro final que el franquismo, obviamente, no podía permitir.

El Cochecito es una radical mezcla de comedia satírica, tragedia grotesca y neorrealismo castizo. El venenoso guion de Azcona y Ferreri consigue, ahora en su máxima expresión, que se nos hiele la sonrisa y nos adentremos en una insólita negrura. El montaje original nos acerca mejor a la incómoda visión que se pretendía conseguir, y que encuentra en la interpretación de Pepe Isbert a un poderoso aliado. (Mariano González – Cinemagavia.com)