El Extraño Viaje ocurre en un pequeño pueblo de provincias, cercano a la capital, donde vive una familia compuesta por tres hermanos: la dominante y severa Ignacia y los tímidos y retraídos Paquita y Venancio. La monotonía de la vida del pueblo sólo se rompe los sábados cuando llega un conjunto musical de Madrid para amenizar con sus canciones el fin de semana. Un sábado de tormenta, Paquita y Venancio, que son muy miedosos, oyen ruidos y van buscando protección a la habitación de su hermana. Allí ven a alguien, pero Ignacia lo niega rotundamente.

  • IMDb Rating: 7,6
  • FilmAffinity: 7,8

Película (Calidad 1080p)

 

Nunca pareció estar contento Fernando Fernán Gómez de haber dirigido El Extraño Viaje (1964). Su fracaso en taquilla y su nula acogida entre el público de entonces, sumado a que justo su posterior película, El Mundo Sigue (1965), obtuvo el mismo resultado, llevó a que volviera al cine comercial que había practicado en sus películas de principio de la década de los sesenta, la insufrible La Venganza de Don Mendo (1961) y la convencional pero muy divertida Los Palomos (1964). Los espectadores dieron la espalda a El Extraño Viaje, algo nada sorprendente porque esta película de macabro humor negro que mostraba conductas profundamente anormales producto de una enfermiza represión, entreverada de crímenes atroces y resuelta con un fascinante flashback – que da un sentido distinto a lo que hemos visto al tiempo que explica y esclarece toda la película –, ofrecía un retrato espeluznante de la sociedad española. Una sociedad que es la de hoy mismo, con caracteres reconocibles en tus vecinos, en tus amigos, en tu casa y en uno mismo. Los españoles somos así, como nos muestra esta película. Y por eso hay momentos en que El extraño viaje es una retorcida película de terror. Al final, ese terror es social.
La película se abre con una secuencia que nos muestra de manera magistral a casi todos los personajes que la protagonizarán. Las cotillas del pueblo con la dueña de la mercería (María Luisa Ponte) al mando, la joven soñadora (Lina Canalejas) que solo por la forma de clavar sus ojos en el cantante de mirada lánguida de la orquesta Los Guacamayos (Carlos Larrañaga) ya sabemos que está enamorada de él, a la impresionante Angelines (Sara Lezana), la “fresca” del pueblo… Y la verbena como telón de fondo de esta presentación. La música de la orquesta rompe con un rocanrol y siguen los títulos de crédito, pero ahora que hemos atisbado a los personajes pasamos a conocer el entorno. Angelines se lanza a la pista a bailar mientras la orquesta desgrana la música infernal que viene del extranjero (no es un pasodoble ni un chotis). Montados en paralelo se insertan travellings laterales recorriendo los rostros de los demás habitantes del pueblo sentados y meneando disgustados sus cabezas, escandalizados y con miradas reprobadoras. En las paredes del salón de baile podemos ver pegados carteles y páginas de revistas con anuncios y fotografías exóticas, alegres, despreocupadas y descaradas, un mundo exterior que resulta chocante y ajeno a la realidad del pueblo. Como el prodigioso baile de Angelines. España castiga la diversión y la modernidad, aunque en lo más recóndito de su alma deseos que se han corrompido por ser reprimidos aflorarán provocando el desastre.
Pero falta por presentar a la otra parte, a la familia rica y noble del pueblo, a los señoritos. Fernán Gómez nos introduce en la gran casa familiar como si estuviéramos entrando en una película de terror: un alucinante travelling lentísimo por el enorme pasillo de la casa, perturbada la atmósfera señorial por crujidos terribles, sombras, ruidos en la noche… ¡Pareciera que estuviéramos accediendo a una mansión gótica! Y es que justo de eso se trata: estamos entrando en un delirio gótico cañí, una atmósfera de terror propia de la Hammer para presentarnos a los aristócratas del lugar. Cuando entren en escena veremos que son unas pobres criaturas, unos adultos aniñados y estupidizados en su aislamiento y represión moral que dan e inspiran tanta pena y cariño como repulsión. Claro que las magníficas interpretaciones de Rafaela Aparicio y Jesús Franco ayudan a que uno no pueda juzgar con crueldad a estos dos patéticos hermanos, Paquita y Venancio. La tercera hermana, la terrorífica Ignacia (Tota Alba), es la dueña y señora de la casa, quien impone un régimen tiránico de vida a sus dos hermanos y a ella misma. Pero algo extraño comienza a habitar en esa mansión del horror, y no solo es la peregrina idea de Ignacia de vender sus posesiones y decidir que todos se irán a vivir al extranjero…
Una atmósfera de película de terror que poco a poco se irá descubriendo relato de horror y crimen en el cual los inocentes son capaces de las mayores atrocidades y los culpables se derrumbarán y mostrarán toda su bondad, o al menos la poca que les pueda quedar. Por eso el retrato acaba siendo desolador: porque no hay esperanza para nadie, o no parece haberla en ese ambiente en el que todos los deseos humanos deben morir ahogados por la convención y la apariencia ante los demás. El humor, no siempre negro y oscuro, aliviará la tensión y nos permitirá unas risas allí donde no hay por qué reír.
Basado en un hecho real, el crimen de Mazarrón, Luis García Berlanga concibió un argumento para una película. Pero abandonó el proyecto y serían Manuel Ruiz Castillo y Pedro Beltrán quienes se encargarían de escribirlo, encargándose Beltrán del magnífico guion ya en solitario. Su construcción asombrosa, un puzzle que solo al final se compondrá permitiéndonos ver el dibujo completo, es toda una maravilla.
Y los actores… Bueno, no me he detenido apenas en ellos para no marearos con un calificativo tras otro, que después van a poner mis comentarios en clase de filología como ejemplo de escritura cacafuti con tanto abusar de los adjetivos. Pero es que es para empezar y no parar. Todos están excelentes, consiguiendo mostrar lo más detestable de la humanidad sin por ello dejar de ser humanos, perspectiva que se suele perder cuando se critica algo con crueldad. Tan terribles como vulnerables.
Quizá la grandeza de esta película estribe en esto mismo, en que es cruel en su retrato de toda una sociedad pero al tiempo sabe ser comprensiva cuando tiene ante sí al ser humano de manera individual. (José Luis Forte – ElAntepenúltimoMohicano.com)