En Henry Portrait Of a Serial Killer, Henry Lee Lucas tuvo una infancia muy desgraciada y acabó en la cárcel por acuchillar a su madre. Una vez en libertad, se convierte en un asesino que escoge a sus víctimas al azar y cada vez utiliza un método distinto con el fin de no ser descubierto. Otis, un tipo que conoció en prisión, es su cómplice. Un día llega Becky, la hermana de Otis, y se queda a vivir con ellos. Pronto entre ella y Henry surge un sentimiento mutuo de atracción.

Mejor Película y Mejor Director en el el Festival de Cine Fantástico de Sitges 1990
Mejor Película, Mejor Actor, Mejor Actriz y Mejor Guión en el Fantasporto 1991
  • IMDb Rating: 7,0
  • RottenTomatoes: 87%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Película rodada en 1986 pero con dificultosas trabas en su distribución, Henry: Portrait of a serial killer, ofrece una mirada más o menos difícil a un tema que no deja de ser también complicado aunque no para los aficionados al género.

En ese sentido, podríamos hablar de una sangrienta película de carretera y muerte, en la que un peligroso expresidiario (Michael Rooker) y su compañero mentalmente diezmado (Tom Towles) emprenden una ruta de salvajadas, horror y asesinatos, siendo los resultados escalofriantes y teniendo también a la hermana del retrasado como cómplice (Tracy Arnold) que será salpicada por la peculiar odisea violenta de los dos hombres.

Inspirada en la historia de Henry Lee Lucas, un expresidiario estadounidense que confesó más de seiscientos asesinatos y que generó un escándalo importante en la prensa norteamericana, también por una biografía donde se mezclaban el Sur del país y una liberación temprana de la cárcel, en 1970, por exceso de presos.

En tal escenario, la película dirigida por John McNaughton es difícilmente una mirada interesante respecto a las circunstancias históricas y sociológicas que lo produjeron, pero si una eficaz, tal vez incluso magistral, adaptación del esquema del slasher y de un neorrealismo negro, gótico, a propósitos de mayor efectividad y verosimilitud.

Por eso mismo, la película, que no deja de ser una versión habilísima, como todas las historias de asesinos, de la fundacional Psycho cuenta con el acierto de escritura (el guión lo firman el propio McNaughton y Richard Fire) y sobre todo dirección, siendo la representación de los asesinatos, así como la interpretación del trío protagonista lo que eleva el interés de la película para cualquier tipo de público, aunque, por supuesto, el amante del género será el más impresionado por talento que hay en disposición aquí.

La interpretación del trío protagonista es magnífica, también difícil de ver por cualquier ejemplar contemporáneo. La violencia y la asepsia emocional que sugiere Michael Rooker es tremenda, sin caer en sobreactuación alguna, su mirada, fría y desnortada, hacia el final de la película, con la declaración de amor más ruinosa, desesperada y repugnante que he visto yo en una película merecería ser estudiada una y otra vez. Sobreviven los actores al tremendismo de lo contado, sin acentuar el drama, dotándolo de una notoria, nada vistosa dosis de vulgaridad, que es lo que se cuenta aquí, el asesinato como una forma cotidiana y el horror como un modo de vida tan sucio, harapiento y común como una carretera secundaria.

Charlie Lieberman en la fotografía naturalista, usando muy bien todo tipo de escenarios de la ciudad de Chicago, y Elena Maganini en el montaje deberían ser reconocidos por cualquier cinéfilo curioso, en este trabajo, dotado de una enfermiza, convincente maestría. (Pablo Muñoz – Espinof.com)