Desde pequeños, Leonardo, el novio y la novia han formado un triángulo inseparable, pero cuando se acerca la fecha de la boda las cosas se complican porque entre ella y Leonardo siempre ha habido algo más que amistad. La creciente tensión entre ambos es como un hilo invisible que no se puede explicar, pero tampoco romper. Adaptación de Bodas de Sangre, de Federico García Lorca.

Mejor Película Dramática Premios Feroz 2015

  • IMDb Rating: 6,8

Película 

Hay veces que conviene dejarse ahogar. Llegado a un punto, cualquier intento por mantener la cabeza fuera del agua se descubre inútil. Y así ocurre en La Novia. Ni un milímetro de la película de Paula Ortiz está ahí con otro objetivo que no sea arrasar; siempre en el límite exacto entre lo sublime, lo ridículo y lo otro. Su intención es negar al espectador la capacidad de respirar. La directora que ya enseñó de lo que era capaz en De tu Ventana a la Mía, un artefacto extraño de una belleza irrefutable, insiste ahora en confeccionar una narración que, en realidad, no es tal. En sus manos, el verso trágico de Bodas de Sangre adquiere la textura de lo aún más desmesurado, lo hiperbólico, lo demencial. Si ya Lorca jugaba a confeccionar una mitología de un Sur surrealista a fuerza de carnal; Ortiz, dos pasos adelante, juega a «lorquizar» al propio Lorca hasta casi ofender. Y es ahí, en la ofensa, donde la cineasta encuentra su propia voz libre de sustantivos: todo en ella es adjetivo, afectación, simple locura.

Si se quiere, la película se mueve constantemente entre la parodia, la exageración y el éxtasis. Siempre precisa en su declarado intento de abandonar cualquier amago de precisión. En su primer trabajo, el problema era la constante sospecha de que la gravedad de lo narrado se perdía en un ejercicio estético tal vez pueril. En La Novia ya no hay más narración que la propia estética. Todo es excesivo. Más Lorca que el propio Lorca. Puramente Ortiz. Hay que dejarse llevar, dejarse ahogar