La Passion de Jeanne d’Arc transcurre durante la Guerra de los Cien Años, en los siglos XIV y XV. En 1431, la joven Juana de Arco, después de haber conducido a las tropas francesas a la victoria, es arrestada y acusada de brujería. Ella declara haber recibido de Dios la misión de salvar a Francia, pero es procesada y condenada a morir en la hoguera.
- IMDB Rating: 8,2
- Rottentomatoes: 98%
Película / Subtítulos (Calidad 720p)
Mi primera toma de contacto con Dreyer fue desastrosa. Había oído hablar mucho de él; la gente le calificaba como un auténtico genio del Séptimo Arte y, casualmente, me habían encargado la confección, crítica incluida, de una par de fichas de dos de sus películas mas célebres para una filmoteca: “La Palabra” (Ordet) y “Gertrud”. No las había visto, así que me puse manos a la obra.
Debido a tan altas expectativas, mi decepción fue tremenda por razones que no comentare en estas líneas, de modo que aparqué al director danés durante una temporada. Años mas tarde, un día cualquiera, un amigo me comentó que proyectaban en el Círculo de Bellas Artes La Passion de Jeanne d’Arc, otra de sus obras mas conocidas, y fuimos a verla. Me deslumbró desde el primer fotograma, no salía de mi asombro al ver cómo alguien había sido capaz de contar una historia del modo que lo hacía Dreyer en esta obra maestra. Cine mudo, solo imágenes sin música adicional para narrar un argumento repleto de sentimientos en una situación límite.
Tras ser la principal responsable de la coronación de Carlos VII como nuevo rey de Francia, Juana es capturada por los borgoñeses en las inmediaciones de Rouen y entregada a los ingleses. A partir de ese momento, se ve inmersa en un proceso en el que es acusada de hereje. Juana no acepta las acusaciones y dice ser una enviada de Dios. Los miembros del tribunal intentarán por todos los medios forzarla, incluso engañarla para que firme un documento en que reconozca sus pecados.
Apuntar, antes de nada, que a Dreyer poco o nada le importaba el rigor histórico que mostraba La Passion de Jeanne d’Arc, ya que su verdadera obsesión era plasmar el calvario por el que estaba pasando Juana. Para el director danés, todo se reducía a un drama psicológico. De ahí que la película empiece a bocajarro, no se preocupa por contarnos quien es quien, ni siquiera por ubicarnos históricamente, pero enseguida sabemos que asistimos a un juicio en el que una persona esta siendo culpada de herejía, y eso es lo que le realmente quería contar.
La Passion de Jeanne d’Arc es una película con un estilo muy bien definido, tal y como sucedía en todas las obras de Dreyer. En este caso, el primer plano es el protagonista indiscutible, requiriendo en todo momento un gran esfuerzo en la interpretación de todo el reparto en general y de Renée Falconetti en particular. El director danés utiliza constantemente el primer plano de la actriz protagonista, apoyándose en la celebre frase “la cara es el espejo del alma”. Quería transmitir a través de sus gestos y expresiones faciales los sentimientos y luchas que se estaban desencadenando en el interior de Juana. De hecho, llego a utilizar un tipo especial de celuloide, siendo pionero en la utilización del mismo, cuyas características permitían que los actores no usaran maquillaje, algo impensable en la época (y sin ir mas lejos, hoy día), para aprovechar toda la expresividad de los rostros.
La mayor parte de los planos de La Passion de Jeanne d’Arc tienen un fondo blanco, sin ningún tipo de ornamentación o adorno que pueda despistar al espectador. Dreyer quiere que en todo momento prestemos atención a los personajes, que no perdamos detalle de cada una de sus expresiones; por eso se aproxima tanto a ellos. En unas ocasiones nos muestra parcialmente sus rostros, en otras los enmarca en plano oblicuos provocando en el espectador sensaciones de desasosiego y angustia, que casi no podría explicar, pero que son totalmente acordes con lo que sucede en la pantalla.
Al ser los planos en su mayoría tan cerrados, en ocasiones es difícil determinar la ubicación de los personajes en el espacio, pero milagrosamente no afecta a la comprensión de la acción. El clásico plano-contraplano (digo clásico y Dreyer ya lo ignora en 1928) no hace acto de presencia en todo el film; el director danés muestra un plano de un personaje actuando y a continuación un plano de la reacción de otro personaje frente al primero; este es el motor que mueve la película. No existen planos generales que ubiquen al espectador. Los planos mas abiertos son panorámicas que muestran al resto de personajes, a parte de los siete u ocho principales, comentando o participando en el proceso.
También es de gran importancia la utilización que se hace de los picados y contrapicados, mostrando en todo momento la situación de poder que ostentan los clérigos frente a Juana, que responde siempre a las acusaciones de los mismos en planos picados.
Las malas relaciones que Dreyer había tenido, desde el inicio de su carrera, con los productores de sus películas, llegaron a su punto álgido con el rodaje de La Passion de Jeanne d’Arc. El director danés exigió la creación de unos decorados muy costosos con el objetivo de que sus actores entraran fácilmente en sus personajes, siendo conscientes de la época histórica en que estos vivían. En el montaje final, los decorados a penas se aprecian, circunstancia que desató la ira de los inversores al no comprender la construcción de los mismos y que marcaría la dificultad del director en encontrar financiación para para sus próximos proyectos.
El montaje de La Passion de Jeanne d’Arc tiene una importancia capital, ya que los planos de Dreyer se quedarían en nada sin una sucesión adecuada de los mismos. Cómo no, él mismo se encargo de su realización y lo hizo de manera brillante. La película es dinámica cuando debe serlo, pausada cuando la secuencia lo requiere y siempre fluida sin perder en ningún momento su fuerza característica. Hay dos secuencias que atestiguan lo que acabo de comentar. En una de ellas, Juana está a punto de ser torturada. Todo depende de que firme una declaración; el torturador espera ansioso su momento, Juana se debate entre su lealtad a Dios o la libertad, los jueces esperan con impaciencia, la presionan…Dreyer realiza un montaje rápido, intercalando los planos, llegando a provocar en el espectador una ansiedad insoportable, cumpliendo su propósito con una eficacia fuera de lo normal. Entenderéis a que me refiero viendo este vídeo.
En otra secuencia, Juana es presionada de nuevo a firmar. El director danés nos muestra un primer plano de ella, a continuación gira la cabeza, plano de la naturaleza simbolizando la vida, plano de Juana, gira la cabeza, plano de una calavera junto a un hoyo que esta siendo excavado, simbolizando la muerte. Para qué hablar cuando puedes expresarlo todo con imágenes mucho mas potentes que las palabras.
La dirección de actores en Dreyer es absolutamente prodigiosa. Todo el reparto actúa con una naturalidad impropia de la época, siendo creíbles en todo momento, a diferencia de gran parte del cine mudo de la década de los 20. Pero quien sobresale por encima de todos y a quien el director otorga todo el protagonismo es Renée Jeanne Falconetti, que realiza una de las mejores interpretaciones de la Historia del Cine. Sus ojos, sus lagrimas, su gesticulación expresan tal profundidad de sentimientos que es difícil saber si es una actriz o, por el contrario, estamos asistiendo a la verdadera pasión de Juana de Arco. Tal fue la intensidad de la interpretación y la dureza empleada por Dreyer en el rodaje (famoso por su perfeccionismo, el cual extremo en la interpretación de Falconetti) que jamas volvió a trabajar en cine.
Ante todos, una de las grandes obras maestras de la historia del cine. Una obra que cualquier director de cine debería haber visto al menos un centenar de veces para saber a que tiene que aspirar. (Carlos Fernández Castro – bandejadeplata.com)
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