Es el 60 cumpleaños de Lara, a quien no le faltan motivos para celebrarlo: su hijo Viktor va a dar el concierto de piano más importante de su carrera. Ella fue quien proyectó y guió su trayectoria musical, pero llevan varias semanas sin hablar y nada parece indicar que Lara será bienvenida en su debut como intérprete profesional. Sin pensárselo dos veces, compra todas las entradas que quedan a la venta y las distribuye entre cuantos se va encontrando. Pero cuanto más se esfuerza para que la velada sea un éxito, más se descontrola todo.

Premio Especial del Jurado y Mejor Actriz en el Festival de Karlovy Vary 2019

  • IMDb Rating: 7,0
  • RottenTomatoes: 85%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Tras su exitoso largometraje debut, Oh Boy, el cineasta alemán Jan-Ole Gerster regresa a Karlovy Vary (así como a la sección New German Cinema del Festival de Múnich) con Lara, una cinta que integra la selección oficial y que es tan deliciosamente fría que sorprende no ver vapor saliendo de las bocas de los personajes mientras hablan. La película demuestra una vez más que el cine sería mucho más pobre si no fuera por esos padres autoritarios que empujan a sus hijos a conseguir todo lo que nunca consiguieron ellos y más, alienándolos entre odiosas clases de tenis y un concierto de piano. Aunque hay algo que resulta familiar en la historia de Lara (Corinna Harfouch), que está a punto de cumplir 60 años el mismo día en que su hijo Viktor (Tom Schilling), un prodigio del piano, da un concierto cuyas entradas se han agotado, no por ello deja de ser efectiva en ciertos momentos.

Esto es principalmente gracias a su actriz principal —de forma bastante similar a lo que sucede con Isabelle Huppert en La Pianiste—, con su oído entrenado y su indumentaria, marcada por vestidos conservadores y una melena de cabello pelirrojo. No hay duda de que estamos ante una interpretación excelente, así como sutil, pues se compone tan solo de algunas muecas y caladas al cigarro; casi se puede oler la disfunción.

Pero Lara no es un monstruo: eso pondría las cosas demasiado fáciles. Simplemente no puede evitar ser como es, no puede dejar de colar un comentario sarcástico horas antes de que el espectáculo clave de la carrera de su hijo (y un comentario nivel experto, pues esta mujer sabe dónde hay que pinchar), ni despreciar a un niño al que acaba de conocer. «Ni coraje, ni ambición. Pobrecitos, tus padres», le suelta, en lo que es una extraña versión del síndrome de Tourette con palabras hirientes que van brotando con fluidez, casi para su propio asombro. Pero sus actos se explican por algo más que crueldad, pues, hace mucho tiempo, a Lara se le negó el futuro que quería, y todavía siente rencor hacia los que ahora tienen oportunidades; aunque sean parientes, los pobres desgraciados.

Es todo un placer intentar leer sus pensamientos mientras sonríe al oír que sus excompañeros de trabajo la odiaban sin excepción, o cuando parece desesperar, dando entradas del concierto a absolutos desconocidos. Todavía quiere impresionar a los demás, aunque sea a través de los logros de su hijo, pues esta mujer, que una vez fue «delirantemente ambiciosa», dio su vida por fracasada y se propuso arruinársela a él. Gracias a ello, estamos ante algo más que una cinta sobre una retorcida ambición materna; quizás, es también un análisis de cómo las mujeres son educadas para buscar la validación ajena, ansiando aceptación o la confirmación de que efectivamente merecen el primer puesto y toda la atención que conlleva.

Pero también es posible que no sea esto en absoluto, y ahí es donde comienza la diversión, pues no se puede predecir lo que Lara pueda hacer y por qué, ya que ella es el resultado de relaciones de familia que convierten el gesto más sencillo, como que alguien traiga una tarta, en un campo de minas. Krzysztof Zanussi habló una vez sobre la vida como una enfermedad de transmisión sexual, y lo mismo podría decirse sobre este hogar feliz en el que el sufrimiento reprimido desde hace tiempo va emergiendo y atormentando a la siguiente generación, pues a Gerster no le interesan las reconciliaciones fáciles. Y francamente, a Lara tampoco. (Marta Balaga – CinEuropa.org)