En Last Days, Blake es un artista introspectivo que sufre el peso de la fama, las obligaciones personales y un profundo sentimiento de aislamiento. Un día, atraído por unos árboles impresionantes, se adentra en un denso bosque, donde encuentra un manantial de agua. Mucha gente lo busca: sus amigos, que sólo recurren a él cuando necesitan algo; los directivos de su casa de discos e incluso un detective privado. Blake busca en el bosque la inspiración para su última canción. Finalmente, encontrará la solución a su atormentada existencia. Inspirada en los últimos días de vida de Kurt Cobain, cantante del grupo Nirvana y abanderado del movimiento grunge.

  • IMDb Rating: 5,8
  • RottenTomatoes: 57%

Película / Subtítulos (Calidad 1080)

 

Un bosque. Un chico que murmura, para él mismo, frases sin sentido («La única razón que se mencionó, la verdad, no era para nosotros. Es como eso que… Menudo puto favor»). Un río, en el que se baña. De noche, una hoguera, una canción improvisada. De día, el regreso a su mansión, a su retiro. Desayuna. Lee una nota del frigorífico: ‘la escopeta está en la habitación’. Genial… Así nos presenta Gus Van Sant a Blake. Quien esperase un bioptic de Kurt Cobain, seguro que se llevó una desagradable sorpresa…

Después de Gerry y Elephant, Gus Van Sant cerraba con Last Days su ya famosa trilogía de la muerte. En común: películas que narran historias sobre personas que no se integran, que no se conforman con lo que les ha tocado vivir, que están perdidas en medio de una sociedad tan consumista como individualista. El primer film se centraba en la búsqueda de la identidad, del verdadero yo. El segundo, en la definición de violencia como consecuencia del desprecio social. Last Days, por último, en la degradación mental de una persona en el momento cumbre de su carrera… y qué mejor forma, entonces, de unir estos dos conceptos, aislamiento autista y fama, sino utilizando una de las muertes que más conmocionó al mundo musical en 1994: la muerte de Kurt Cobain, líder indiscutible del movimiento grunge.

Y es que el film sigue la tónica de los anteriores trabajos (y que, posteriormente, recuperaría con Paranoid Park): Van Sant busca la identificación directa del espectador con el personaje. En ningún momento nos va a posicionar hacia un bando u otro, hacia una verdad u otra. No. Nos va a presentar los hechos, de forma objetiva, y de muy cerca. Un claro ejemplo fue Elephant: el acto violento ni se justifica, ni se condena. Simplemente, se presenta. Igual con Gerry, cuyos últimos diez minutos traumatizan al espectador que se ha sentido identificado con alguno de los dos personajes en cualquier momento de la cinta. Con Last Days esta identificación es mucho más simple o fácil de conseguir, porque todo el film está absolutamente centrado en las acciones de Blake, el cantante incomprendido… incluso por sí mismo.

La receta de Van Sant es de una innegable efectividad, al recrear los últimos días de la vida de Blake/Cobain, como nos tiene acostumbrados: en primer lugar, su uso de secuencias lentas, montadas de forma anacrónica, dejando en manos del espectador el tener que ordenar todos los inputs a medida que avanza el film (igual que Blake debe ordenar sus pensamientos). Aunque todo lo que le pasa al cantante en la casa parece inconexo, no hay que engañarse: Van Sant nos da múltiples pistas a lo largo de la película para ver el sentido de lo que está pasando en esos dos últimos días de una persona que decide que la única forma de alejarse de todo es quitándose la vida: unos productores que se preocupan más por el dinero que pueden perder que por la salud de la gallina de los huevos de oro; una posible confabulación de la esposa del cantante con los integrantes del grupo; un grupo de personas que no ha asimilado la fama, convirtiendo su vida en un dejar pasar los días… todo esto mezclado con un imperioso deseo de pasar inadvertido, de dejar de ser un referente… de dejar el éxito atrás.

En segundo lugar, Van Sant (como luego explotará en Paranoid Park) entremezcla sonidos que sólo existen en la cabeza del protagonista con la música y ruidos que realmente se oyen (como por ejemplo en la escena en la que Blake, delante del televisor de su habitación, empieza a oír ruidos extraños que le hacen doblarse, culpa quizá de un dolor psicológico que le abruma). Por último, conversaciones casi surrealistas con las personas de su entorno, personas que quieren algo de él, sacarle provecho… y que sirven a Van Sant para revelar aspectos de Cobain, para hacernos avanzar en la historia, sabiendo qué piensa, cómo es él, aparte de adentrarnos en su mundo particular: con la escena del hombre del anuncio de las páginas amarillas, preguntando a Blake si cree que debe cambiar el texto para llegar a más gente; en realidad estamos presenciando una entrevista al músico que se cuestiona qué es el éxito: «-El éxito es subjetivo… -¿Pero en términos de gente, consiguió muchos clientes como resultado? -Sí. -¿Y vendió muchos repuestos? -Sí, vendimos mucho ese año». La visita de los Elders de la Iglesia de los Santos del Último Día también tiene un elevado simbolismo, ya que incluso puede parecer que se está realizando un paralelismo entre Jesucristo y Cobain.

En definitiva, Van Sant nos adentra en la mente del protagonista, en lo que es una inmersión total en sus sentimientos, haciéndonos sentir que somos él y deprimiéndonos gradualmente a medida que pasa el metraje, minuto a minuto… para aliviarnos finalmente con el merecido ascenso a los cielos del espíritu de Cobain… de nuestro propio espíritu.

Pero hay que reconocer que el cierre de la trilogía nos deja mal sabor de boca: quizá por la absoluta ambigüedad de la película (fruto, se dice, de no poder hacer la película que el director realmente quería hacer, por miedo a las represalias de Courtney Love si era demasiado explícito al contar la vida de su marido), quizá porque nos hubiese gustado conocer la realidad del fin de Cobain… En cualquier caso, los dos films anteriores de la trilogía, además de un más que excelente Paranoid Park (que, sumado a los tres anteriores, podría asumirse como una tetralogía de la muerte), dejan en evidencia que algunos recursos de Last Days no acaban de funcionar. Un claro ejemplo es el montaje no lineal, que no aporta tanto al film como lo puede hacer en Elephant o Paranoid Park.

No obstante, debe destacarse un guión impecable, una secuencia de quitarse el sombrero (la de Blake tocando en la sala de música varios instrumentos, mientras la cámara, fuera del edificio y encuadrando al protagonista, se va alejando muy lentamente), y un Michael Pitt que borda uno de sus primeros papeles protagonistas, habiendo incluso compuesto las canciones que canta Blake. Así, Last Days, aún con sus pro y sus contras, es una gran película que cualquier seguidor de este director debe, como mínimo, tener en su estantería. (Arantxa Acosta – ElEspectadorImaginario.com)