A Serious Man sucede en el medio-oeste americano, en 1967. Larry Gopnik es un profesor de física que ve cómo de la noche a la mañana su vida se derrumba. Es un hombre bueno, un marido fiel y afectuoso, un buen padre y un profesor serio, pero, de repente, todo en su vida empieza a ir mal. Su mujer lo abandona sin explicaciones, y el amante de ella lo convence para que deje su casa y se mude a un motel por el bien de los niños. Su carrera se ve amenazada por una serie de anónimos en los que se le acusa, de manera vaga, de traición. Para colmo, cuando el amante de su mujer muere en un accidente, ella le exige que pague el entierro. Y por si eso fuera poco, tendrá que pagar la fianza de un hermano jugador.
- IMDb Rating: 7,0
- RottenTomatoes: 89%
Los hermanos Coen siempre sorprenden con algún cambio de rumbo. Esta vez no hay venganzas sangrientas como en No Country for Old Men ni improvisados detectives puestos a descifrar presuntos secretos de Estado en una farsa insensata como Burn After Reading . Ahora se han puesto más serios -sin abandonar, claro, el humor negro ni el nihilismo y mucho menos la crueldad-, y algo autobiográficos: han vuelto a la comunidad judía de su infancia para componer una fábula sombría y amarga de la cual se concluye que es en vano buscar respuestas a los grandes interrogantes que plantea la vida y mucho más en vano todavía esperarlas de un dios que calla y quizás hasta se divierte con las miserias y los padecimientos de los hombres. Como hacen ellos mismos en ese Olimpo desde el que manejan el destino de sus criaturas.
A Serious Man lleva su marca registrada, lo que significa -además de imaginación, irreverencia y maestría para la puesta en escena y la dirección de actores- que deleitará a sus incondicionales; desconcertará (y quizás aburrirá un poco) a los que sólo van en busca de su humor absurdo, e irritará a quienes juzguen que el exacerbado patetismo que hay en la pintura de los personajes responde menos a la intención satírica que a un impreciso resquemor
«Recibe con simplicidad todo lo que te suceda», reza el epígrafe al cabo del prólogo, en idish y sin subtítulos, que recrea en una imprecisa aldea centroeuropea del siglo XIX el encuentro (con desenlace trágico) de un campesino y un anciano que podría ser un dibuk. Para ilustrar la cita, ahí está, cien años después y en un suburbio de Minneapolis, el profesor judío de física cuya gris rutina se ve alterada de repente por una andanada de golpes: un alumno quiere coimearlo; mensajes anónimos amenazan su promoción; su hermano se mete en líos con la policía; sus hijos sólo le dan preocupaciones, y, para colmo, su mujer le pide el divorcio para casarse con un amigo de la familia. Brotan a su paso conflictos que no le dan tregua. ¿Qué hacer? Los abogados no ayudan demasiado; la matemática tampoco: la única certeza que le da es que las certezas no existen. Recurrir a la religión parece el camino correcto, pero los rabinos sólo responden con nebulosas parábolas o están demasiado ocupados para atenderlo.
Los Coen se divierten en A Serious Man registrando esa pesadilla y ese desasosiego y hallando en la comunidad judía material para su malicioso humor. Quizá pueda percibirse esta vez alguna sombra de desgarro personal (bajo la risa palpita tal vez la misma desazón de sus criaturas). Pero ellos, ya se sabe, saben tomar distancia. Y por si acaso tienen siempre a mano el escudo del cinismo.
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