En Taste of Cherry un hombre de mediana edad decide suicidarse. Su única preocupación es encontrar a alguien que le ayude y se comprometa a enterrarlo. Esta situación le permite conocer a una gran variedad de personajes.
Palma de Oro (Festival de Cannes 1997)
- IMDB Rating: 7,7
- Rottentomatoes: 84%
En Taste of Cherry Abbas Kiarostami planta la incertidumbre en el espectador desde las primeras escenas, ¿qué busca ese extraño conductor de la camioneta? La satisfacción de oscuras pulsiones sexuales seguro que aparece dentro de las posibilidades que barajamos. Pero el camino narrativo elegido por Kiarostami es mucho menos morboso, pero más angustiante; aunque de eso nos enteraremos veinticinco minutos después que la película comenzó.
El recorrido al que nos invita Abbas tiene su destino ya decidido, pero el viaje (como siempre el viaje es lo más importante para Kiarostami) no es en línea recta; las idas y vueltas, las curvas y contra curvas que la camioneta de Badii recorre, que nosotros recorremos en esa tierra yerma en la que solo crece el polvo, son la puesta en escena de los arduos debates ideológicos, religiosos y filosóficos que el protagonista tendrá que sostener para lograr materializar su idea.
El viaje que nos propone Abbas es a través de los miedos, los prejuicios y las ideas que esas falsas charlas evidencian. Tres son los interlocutores de Badii: el soldado de origen kurdo y de menos de veinte años, que casi no puede hablar y que solo puede salir corriendo muerto de miedo frete a la propuesta que le acaban de hacer; el estudiante de religión, de origen afgano y de aproximadamente treinta años, que puede escuchar pero no entender y que solo tiene su fe religiosa para ofrecer; y el taxidermista, turco de más de cincuenta, que no solo escucha, también entiende, es el que ha tenido una vida, el que ha caminado por fuera de los dogmas, el que ha pasado por situaciones similares, el que tiene necesidades.
Es amplia la variedad de origen y de edades de los interlocutores de Badii, pero hay elementos comunes a todos: son hombres, musulmanes y todos hacen referencia a la guerra, tanto la de Irak e Irán, como a la invasión Soviética de Afganistán.
Primeros planos dentro del auto o grandes planos secuencia desde el auto hacia el espacio calcinado; a eso se resuma casi todas las variantes formales de Taste of Cherry. Es una concepción minimalista en lo formal y en lo dramático. Un conflicto referido a tres interlocutores distintos. La angustiosa sensación de soledad que transmite Badii no está solo construida desde la firmeza de su desición de suicidarse, también lo está desde la imagen, ya que Badii no comparte planos con ninguno de sus tres interlocutores y en realidad no hay diálogo, es un efecto del montaje visual y sonoro, ya que ninguno de ellos compartió vehículo con otro, siempre el interlocutor y quien los acompañaba en la camioneta era Kiarostami.
Taste of Cherry comparte el territorio otras con películas de Kiarostami. El territorio de muerte en el que se mueve es similar al de Y la vida continúa…, Detrás de los olivos, ambas construidas en torno al terremoto de 1990; y con ABC Africa. Pero si en las otras tres películas frente a la tragedia colectiva y la muerte en masa, Kiarostami prefería enfocar la vida, el esfuerzo por sobrevivir; frente a la tragedia individual, frente a la perdida de sentido de la vida para su personaje, Kiarostami sostiene la cámara frente a la pulsión de muerte.
Estructuralmente Taste of Cherry centra la ambigüedad de su relato en dos puntos, los dos elementos claves a la hora de buscar la implicación del espectador, de generar la incomodidad y la angustia. El primero es la causa de Badii para buscar su suicidio, ¿por qué pretende huir de la vida? Cualquier respuesta que el personaje diese nos brindaría genéricamente tranquilidad; cualquier respuesta tendría altas probabilidades de dejarnos afuera, de distanciarnos de la situación de Badii y de su decisión. Pero no lo sabremos, lo único que hay es su decisión, de las causas nada.
El otro punto de ambigüedad que planta Kiarostami está vinculado a el desenlace, Badii se toma los somníferos, se mete en el hoyo y la oscuridad gana la pantalla, quien se banque su muerte aceptará que el deseo de Badii se ha cumplido; quien no la soporte podrá pensar que el taxidermista lo despertó y ayudo a salir. Opción esta improbable pero que Kiarostami deja abierta.
La imprecisión causal de la decisión de Badii tiene otro efecto altamente corrosivo, su desilusión aparece como existencial, nada de lo humano logra abrigarlo; lo que es por omisión un posicionamiento crítico en extremo para con la sociedad, la religión, la política y todos los discursos de sentido sobre la experiencia humana.
Dentro de una película que en toda su extensión es extraña e inquietante, el final es un gesto reparador para el espectador, aunque más desconcertante que el conjunto de la película. Luego de que la noche a cubierto a Badii y el plano negro de más de un minuto termina, con la ambigüedad acerca del destino del protagonista; la imagen resurge como de un más alla de resonancias paradisíacas. El invierno polvoriento ha sido trocado por una primavera verde y llena de flores amarillas; la soledad de Badii en bullicio de grupo de hombres trabajando; la ficción opresiva y angustiante en registro realista del momento feliz del final del trabajo; el celuloide en video; el recuerdo de Badii de lo que fue su mejor momento en la vida (el servicio militar) en su representación en un batallón que porta flores en vez de fusiles; el suicidio de Baddi en la presencia tranquila del actor que lo interpreta. En el interior de la diéresis de su película Kiarostami va a fondo; pero necesita decir él y necesita brindarnos a nosotros la certeza, de que esa búsqueda de Badii de su muerte, es una historia posible pero no un manifiesto a favor del suicidio. Sí como la muerte es parte de la vida el suicidio es una de sus opciones, pero no es la de Kiarostami y él necesitó dejarlo expreso en su obra. (cinesinorillas.blogspot.com.ar)
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