The Handmaiden transcurre en Corea, en los años 30′, durante la colonización japonesa. Una joven es contratada como mucama de una rica mujer japonesa, que vive recluida en una gran mansión bajo la influencia de un tirano. Sookee guarda un secreto y con la ayuda de un estafador que se hace pasar por un conde japonés, planea algo para Hideko.

Premio del Público en el Festival de Sitges 2016

  • IMDb Rating: 8,0
  • RottenTomatoes: 93%

Película / Subtítulo (Calidad 720p)

El coreano Park Chan-wook no se caracteriza precisamente por andarse con chiquitas, aunque los contrastes de The Handmaiden, su libérrima adaptación de la novela de Sarah Waters, Falsa identidad, no tienen que ver con los de Oldboy, que ganó el Premio Especial del Jurado en 2003. La mansión donde se desarrolla la acción, mitad casa japonesa, mitad castillo gótico, representa la singular bipolaridad de su retorno al cine coreano después de la experiencia americana de Stoker. Por un lado, sobrevive el barroquismo narrativo, pero, por otro, en esta ocasión está servido con una puesta en escena elegante y sensual, sin las deslumbrantes estridencias de Oldboy. Eso sí, hay en The Handmaiden materia prima para el escándalo: sesiones de lecturas eróticas y bondage creativo, escenas de cama de corte lésbico que hacen empalidecer a las de La Vie d’Adèle y torturas sangrantes que no desentonarían en un giallo.

Dividida en tres partes, la acción, situada en la Corea de los años treinta colonizada por los japoneses, se despliega como una especie de malvado biombo. Cada una de las capas narrativas se revela como el contraplano de la anterior, de manera que, en el minué de disfraces y engaños que dibujan los movimientos de los cuatro personajes principales -una mujer traumatizada por las prácticas sadomasoquistas de su tío, la doncella de esta, un timador que se presenta en sociedad como conde seductor y el tío en cuestión, bibliófilo de lengua negra-, cada uno cambia de piel y revela la verdad de sus estrategias, que nunca es absoluta. La precisión con que está contada la historia, abundante en ironías dramáticas y retruécanos sorprendentes, y el sanísimo deleite con que Chan-wook se acerca a las perversiones sadianas, hacen de este ejercicio de género una experiencia de lo más disfrutable.