The Painter and the Thief empieza cuando dos cuadros de la pintora naturalista checa Barbora Kysilkova son robados de una galería de arte en Oslo. Las autoridades noruegas identifican rápidamente a los dos ladrones responsables, pero no encuentran ni rastro de las obras de arte. Con la esperanza de descubrir qué ha sucedido, Barbora se acerca a uno de los ladrones, Karl-Bertil Nordland, durante una audiencia. Le pregunta si está dispuesto a que realice un retrato sobre él, y Nordland acepta. Lo que viene después (una serie de retratos a lo largo de los años) es una extraordinaria historia sobre la conexión humana y la amistad.

Premio Especial del Jurado – Documental en la Sección World Cinema del Festival de Sundance 2020
Mejor Documental 2020 para la BFI London Film Festival

  • IMDb Rating: 7,6
  • RottenTomatoes: 96%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Las amistades inesperadas son un pilar básico en la historia del cine. Por ejemplo, ¿en cuántas películas vemos a policías que se hacen amigos de delincuentes, o a prisioneros que se sienten atraídos por su captores? Todo eso sin mencionar The Breakfast Club. The Painter and the Thief, de Benjamin Ree, no es simplemente un gran título, sino una película sobre dos amigos que pertenecen a mundos diferentes. La cinta ha recibido el Premio especial del jurado a la narración creativa en el Festival de Cine de Sundance, donde formaba parte de la Competición World Cinema Documentary, antes de aterrizar en la sección Bright Future del Festival Internacional de Cine de Róterdam.

La historia comienza como cualquier película de atracos que se precie, con un robo escandaloso. En el año 2015, dos pinturas fueron robadas de la Galería Nobel en Oslo. Ree enfatiza el carácter profesional del trabajo, ya que los ladrones sacaron cuidadosamente todos los tornillos que sujetaban el lienzo al marco, lo que según la película les habría llevado más de una hora. La sensación de que se trataba de un trabajo por encargo se ve reforzada por el hecho de que ambas pinturas pertenecen a la artista Barbora Kysilkova, residente en Oslo. Por el momento, parece un argumento sacado de Ocean’s Eleven.

No obstante, las cosas comienzan a volverse un poco extrañas. Uno de los ladrones fue capturado poco después y afirmó que no tenía ni idea de lo que había hecho con la pintura robada, alegando que la noche del robo actuaba bajo los efectos de las drogas y no recordaba nada. Kysilkova acude al juicio en busca de respuestas, y durante un descanso le pregunta al acusado: «¿Puedo hacerte un retrato?».

Ree, que había dirigido previamente un documental sobre el mejor jugador de ajedrez de todos los tiempos, Magnus Carlsen, escuchó la historia y decidió contactar con la artista. El prólogo de The Painter and the Thief está narrado mediante una mezcla de voz en off, pinturas, vídeos de vigilancia e imágenes de las distintas localizaciones. El director emplea técnicas narrativas ingeniosas para que la historia avance hacia delante y hacia atrás en el tiempo, transmitiendo la sensación de que está imponiendo la trama, en lugar de contarla de forma orgánica. ¿Hay algo real en el mundo del arte? El hecho de que esta manipulación no sea importante se debe a que el robo es la parte menos emocionante de esta historia. El drama judicial ni siquiera incluye el veredicto final. La forma en la que la película pasa por alto mucha información puede resultar frustrante para los espectadores, provocando un sentimiento de desconexión en aquellos interesados en seguir una trama en lugar de un estudio de los personajes.

La pintora, Kysilkova, y el ladrón, Karl-Bertil Nordland, son auténticas rarezas. Ree comienza a filmarlos después de su cuarto encuentro, y observa la conexión entre ellos. Lo interesante es que ambos tienen una personalidad autodestructiva, lo cual les ayuda a empatizar. La artista de origen checo mantiene una relación complicada con su enigmático marido. Mientras tanto, Nordland parece un cachorro en el cuerpo de un pit bull. Sus lágrimas al ver su retrato por primera vez, y la colección de arte en general, nos hacen preguntarnos si realmente somos los protagonistas del gran engaño. (Kaleem Aftab – CinEuropa.org)

Dos cuadros desaparecen de una galería el día de la inauguración. El ladrón huye y la pintora no cesa en su búsqueda hasta dar con él. Una historia increíble, pero ante todo, real, protagonizada por uno de los ladrones a quien la propia artista pide retratar. Así empieza esta conmovedora historia de amistad, expiación y capacidad creadora.The Painter and the Thief es un documental inteligente y austero que tiene una carga de humanidad fuera de lo común. Podríamos pensar que la amistad que une a sus dos protagonistas es la razón principal por la que esta historia nos llega a marcar. Sin embargo, igual de importante es la composición de la obra documental, que nos permite observar a Barbora Kysilkova y Karl-Bertil Nordland en momentos de intimidad y desaliento.

En su segundo trabajo como director, Benjamin Ree (Magnus) demuestra tener el tacto necesario para contar una historia llena de vulnerabilidad sin caer en la sensiblería. De hecho, hay momentos en que la cámara invade espacios muy personales y es testigo de una honestidad extremadamente incómoda de ver. Ello se debe tanto a la espontaneidad con la que Ree cuenta la historia, como a la relación que existe entre la pintora y el ladrón del título.

Nada es lo que parece en The Painter and the Thief. Como si de un cuadro se tratara, las primeras capas de pintura no indican hacia dónde se dirige la obra. Poco a poco, nuevas pinceladas cubren las anteriores y se unen a ellas para ir dando forma a una imagen, una idea. De ese modo, en vez de solo disfrutar de la versión final de la obra, estamos siendo testigos del proceso de creación de la misma.

Al tiempo que construye su documental, fotograma a fotograma y diálogo a diálogo, Benjamin Ree va dejando al descubierto los miedos y las inseguridades de los protagonistas. Parece incluso que Barbora Kysilkova y Karl-Bertil Nordland se expongan ante la cámara sin ser conscientes de ello. Esa calidad de observador discreto por parte de Ree es la que consigue que The Painter and the Thief esté cargada de sorpresas muy bien hilvanadas por medio de un montaje atípico.

Si la visión de Benjamin Ree es vital en el desarrollo de The Painter and the Thief, es gracias a las grietas que vamos descubriendo en la vida de los dos protagonistas que el conjunto final de la obra cobra sentido. Los obstáculos a los que se enfrentan Barbora Kysilkova y Karl-Bertil Nordland son muy diferentes, pero ambos tienen cicatrices que nunca podrán borrar.

Curiosamente, aunque los protagonistas queden expuestos a nuestro juicio, la carga de sinceridad en sus conversaciones es tal que resulta imposible juzgarles. Muy al contrario, su amistad sirve de espejo en el que podemos ver reflejada nuestra relación con los demás y con nosotros mismos. Tal vez no sean tan profundas como las de Barbora y Karl-Bertil, pero todos tenemos cicatrices que querríamos hacer desaparecer.

Del mismo modo que Barbora Kysilkova comparte el proceso artístico de su obra con el espectador al principio The Painter and the Thief, Benjamin Ree hace lo propio como documentalista. De esa manera, nos permite acompañarle en la creación de su relato acerca de una pareja cuya atípica relación nos recuerda que, sobre el lienzo y el celuloide, todo es posible. (Esther Alvarado – Cinemagavia.es)