En The Power of the Dog, los acaudalados hermanos Phil y George Burbank son las dos caras de la misma moneda. Phil es elegante, genial y cruel, mientras George es impasible, quisquilloso y amable. Juntos son copropietarios de un enorme rancho en Montana. Cuando George se casa en secreto con una viuda del pueblo, Phil, sorprendido y furioso, lleva a cabo una guerra sádica e implacable para destruirla por completo usando a su hijo como peón.

León de Plata a la Mejor Dirección en el Festival de Venecia 2021
2ª Finalista a Mejor Película (Premio del Público) en el Festival de Toronto 2021
  • IMDb Rating: 6,6
  • RottenTomatoes: 91%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Algo raro pasaba en la industria cuando alguien como Jane Campion llevaba 12 años sin dirigir una película. Cómo es posible que la primera mujer en ganar la Palma de Oro (por The Piano), una de las pocas en lograr la nominación al Oscar al Mejor guion, y una directora con una mirada tan personal y única haya estado más de una década sin rodar un largometraje. Entre medias una serie estupenda (Top of the Lake), pero nada más. Viendo su última película, The Power of the Dog, presentada en el Festival de Cine de Venecia, uno lo entiende todavía menos.

Y uno entiende aún más por qué los grandes directores se entregan a Netflix. Ha sido la plataforma la que ha rescatado a la directora y le ha dado un cheque en blanco para hacer su mejor película desde The Piano. Gracias a ellos ha podido rodar su soñada adaptación del libro del mismo nombre -escrito por Thomas Savage- y hacerlo con todos los medios necesarios y tomándose el tiempo que esta historia requería.

Probablemente una major hace diez años le hubiera dicho que no a este western sobre una pareja de hermanos que viven en Montana en 1924, y cuya relación se desmorona cuando uno de ellos, bondadoso y tierno, se enamora de una viuda con un hijo al que todos señalan por su amaneramiento. Que duraba demasiado, que era demasiado enfermiza. Y menos mal que lo es, porque lo que hace Campion es descolocar al espectador con una revisión del western compleja, caleidoscopica y extraña.

La relación entre todos los personajes se basa en relaciones de poder y en las dinámicas entre ellos. La del hermano fuerte oprimiendo al débil. La de una madre que intenta sobrevivir. La de un hijo que a base de ‘hostias’ se ha hecho duro por dentro aunque sea débil por fuera y amanerado en sus formas. Un estudio de personajes complejo y a veces desconcertante, porque todos juegan sus cartas de alguna forma.

The Power of the Dog es exquisita en la forma, con una fotografía hermosa, con una música de Jonny Greenwood que acompaña a la perfección las intenciones de Campion, y donde la directora demuestra un dominio apabullante de la puesta en escena y de la construcción de tensión. La cuerda entre los protagonistas se va tensando como la soga que teje el personaje de Benedict Cumberbatch, que realiza la mejor interpretación de su carrera.

El británico tiene la presencia, el carisma y la voz para ese personaje abusador. Pero también es un personaje que ha construido con una coraza, la del bullying y la misoginia, para enmascarar una homosexualidad que la película va deslizando desde el primer momento en cómo mira, en cómo Jane Campion rueda las escenas en las que él se relaciona con el resto de hombres.

Ojos de tormento, de dolor. Su relación con el hijo del personaje de Kirsten Dunst componen una de las relaciones más tensas e impredecibles vistas en tiempo. Donde nunca sabes si van a besarse o a matarse. La directora demuestra, una vez más, la importancia de la mirada al retratar los cuerpos. De hecho, puede que The Power of the Dog tenga la masturbación masculina más hermosa y triste de la historia del cine.

Netflix confirma, otra vez, su buen ojo para rescatar a grandes directores que lo único que necesitan es libertad. También que quiere como sea ese Oscar a la Mejor película que se le resiste. Parece claro que The Power of the Dog es una buena apuesta para estar en las nominaciones, pero es una película demasiado enfermiza y hasta compleja para una Academia de Hollywood que vive del consenso y no del riesgo. Lo que queda claro es que no pueden pasar otros 12 años sin que Jane Campion dirija. El cine necesita que voces como la suya cuenten más historias como esta. (Javier Zurro – ElEspañol.com)