En Western, una cuadrilla de obreros alemanes sienta campamento en un pueblo búlgaro para levantar una central hidráulica. Molesta el descaro zafio de su despliegue, ofende la saña eficiente con que desarraigan el paisaje, y agravian con sus sudores masculinos de beberse la paga y silbar agudo al paso de las chicas. Va a estallar el conflicto…
Mejor Directora en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata 2017
Premio Especial del Jurado en el Festival de Sevilla 2017
- IMDb Rating: 7,1
- RottenTomatoes: 95%
Película / Subtítulos (Calidad 720p)
En Chevalier (2015), la directora griega Athina Rachel Tsangari utilizaba un viaje en un yate privado para aislar la esencia de la masculinidad. Su grupo de personajes se entregaba a un juego competitivo que ponía en marcha una dinámica de pulsos territoriales y estrategias de poder asociados a un instinto supremacista sustentado, por lo general, en la fatuidad o en la egolatría patológica. Los hombres no salían muy bien parados en el discurso de esta cineasta que invocaba el modelo del Husbands (1970) de John Cassavetes, pero que, al mismo tiempo, subrayaba que su mirada no quería ser feroz, ni demoledora, sino comprensiva. Transmitir esa cualidad afectuosa en la mirada es algo que le ha salido mucho mejor a la alemana Valeska Grisebach en Western, un poderoso trabajo que, al igual que Chevalier, intenta aislar una suerte de eterno masculino, en este caso en una zona rural de Bulgaria limítrofe con la frontera de Grecia, a la que acude un grupo de trabajadores para construir una central hidroeléctrica. Con tonos y aproximaciones radicalmente distintos, Chevalier y Western vienen a demostrar que las dos mejores películas de los últimos años sobre el mundo de los hombres las han dirigido mujeres, manejando con proverbial lucidez las contrastadas armas del humor negro y la poesía fronteriza.
Once años después de su sobresaliente Sehnsucht (2006) -que contaba con sensibilidad una historia de adulterio con desenlace trágico-, Grisebach mimetiza aquí, desde el mismo título, las claves del western para superponer sobre la figura de su elusivo protagonista la aureola de esos héroes errantes del género que alcanzaron su sublimación en el Hombre sin Nombre leoniano. El juego de equivalencias con la memoria de todo ese imaginario es constante, aunque la directora no lo pone al servicio de la cita cinéfila evitando caer, así, en un banal planteamiento puramente mitómano. El grupo de trabajadores alemanes desplazados funciona como la expedición de colonos enfrentada a unos nativos, en principio hostiles, que encontrarán a su mediador en ese ensimismado protagonista, que no parece pertenecer a ningún territorio, aunque en el plano final esboce un cierto gesto para encontrar su lugar en el mundo.
La estrategia sirve a la cineasta para hablar de la economía europea y del mundo del trabajo como territorio de desencuentros, pero también para interrogarse acerca de lo que significa ser un hombre, reivindicando la pervivencia de una nobleza cuando ya no hay épica posible. (Jordi Costa – ElPaís.com)
El nombre de Valeska Grisebach no resuena entre los de las directoras más reconocidas del mundo. Ni siquiera de Alemania, donde su colega Maren Ade (realizadora de Toni Erdmann y productora de esta película) quedó como la gran representante femenina. Sin embargo, los que vimos su ya lejana opera prima Sehnsutch (2006), esperábamos su regreso desde entonces. La vuelta se produjo recién en 2017, con Western, una obra que en apariencia es muy distinta a la anterior pero que, en lo profundo, revela intereses similares.
Western es y no es lo que el título parece indicar. De hecho, si fuera por la zona fronteriza donde transcurren los hechos –áreas limítrofes entre Alemania y Bulgaria– debería ser un “Eastern”, ya que es allí donde los conflictos entre “invasores” y, digamos, “pueblos originarios”, se producen. El filme se centra en lo que sucede cuando un grupo de trabajadores alemanes va allí a montar una planta hidráulica y se generan tensiones con los locales. El protagonista es un tal Meinhard, un ex legionario, un hombre que, un poco casualmente, termina “del otro lado” de la disputa territorial, involucrándose en las vidas de los locales.
Mientras sus compatriotas los miran con desprecio, acosan a sus mujeres, hablan de que “nos tomó sólo 70 años volver” –en relación a la invasión en la Segunda Guerra– y hasta izan, provocativamente, una bandera alemana, los locales van empezando a pasar del fastidio al enojo. Meinhart, quien juega un rol parecido al de Kevin Costner en Dances With Wolves, parece sentirse más a gusto con sus nuevos amigos que con sus compatriotas. Pero de todos modos, los búlgaros tampoco parecen convencidos de los motivos de la presencia de este hombre en apariencia amable. Y los alemanes tampoco entienden bien qué hace con ellos.
Grisebach observa cómo se van dando estos hechos de manera sutil, sin grandes giros dramáticos ni diálogos expositivos. De hecho, al hablar distintos idiomas lo que parece funcionar entre ellos es una comunicación silenciosa, de códigos, de miradas. Relectura moderna y política de westerns clásicos, Grisebach muestra cómo esa tensión fronteriza sigue manteniéndose hoy, casi dos siglos después de las peleas en el Viejo Oeste. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)
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