Barking Dogs Never Bite narra la historia de un joven aspirante a profesor que, mientras piensa realizar un soborno, intenta deshacerse de un ruidoso perro que vive en el mismo bloque de edificios que él y que se pasa el día ladrando. Desesperado con el can, decide tomar una decisión drástica para que deje de molestarle.

  • IMDB Rating: 7,1
  • RottenTomatoes: 78%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

La muerte, el hogar, el honor, la divinidad, la sexualidad, la enumeración… he aquí algunas cuantas cosas que diferencian a nuestra cultura (o a otra cultura cualquiera) de la coreana; pero sin lugar a dudas, el humor es, oh amigos míos, una de las más características. ¿Y qué es el humor? En fin, ¿acaso alguien lo sabe? ¿Los coreanos lo saben? ¿Los andaluces? Válgame el cielo, espero que no. Sin embargo, aunque no exista persona humana conocedora de la respuesta a tal pregunta, aunque nadie sepa de qué va esto de lo gracioso, de lo que provoca risa, del chiste, es encomiable el esfuerzo que a lo largo de la historia del cine ciertos directores han realizado para intentar encontrar en el humor un sentido en los devenires de ésta, nuestra maravillosa y horrible existencia.

Uno de esos ejemplos es Bong Joon-Ho, un cineasta de culto que allá por el 2000 dirigió su primera película, Barking Dogs Never Bite, una ligera tragi-comedia sobre la mediocridad del ser humano. Joon-Ho buscó hacer gracia contando la vida de un barrio residencial Coreano lleno de burgueses perros que hacían cosas de perros y de tristes personas que hacían cosas de personas; a partir de ahí, la propuesta del surcoreano se va alejando poco a poco del cine convencional hasta enfrascar al espectador en una historia melancólica, harto absurda y con un alto componente crítico, que se mezcla con una estructura narrativa que avanza a tirones pero cuyo tono reflexivo y punzante crea un universo extrañamente atrayente.

Barking Dogs Never Bite es una película de contrastes, al igual que la cultura en la que se basa; en primer nivel narra la historia de un triste aspirante a profesor de matemáticas atrapado en un momento de su vida muy jodido, y en segundo la de una chica del montón que no tiene mucho de qué vanagloriarse; por el camino se encuentran con una serie de personajes muy singulares y situaciones pintorescas, pero a pesar de que todo está envuelto en un universo un tanto bizarro sus vidas nunca traspasan la frontera de lo común y mundano.

El contraste también está presente en su mezcla de humor negro y crítica social, que aunque se exploten de forma muy ingenua, su aparición a coletazos cuando todo es monótono y aburrido crea un inusual clima que hace que su impacto sea más efectivo. Sin embargo, este tipo de narración es un arma de doble filo ya que en general la historia peca de falta de ritmo en algunas ocasiones; su gran número de personajes variopintos (sumados a sus protagonistas) son tan diferentes en cuanto a importancia que el paso de unos a otros hace que la narración sufra altibajos. Sin embargo, a pesar de convertirse en una montaña rusa de lo peculiar y banal, mantiene en todo momento el interés y goza de muchas secuencias de gran calado, especialmente las que son consecuencia directa de la mezcla entre límites dramáticos y contextos excéntricos; esa frontera entre el humor y el drama que tanto le gusta a Boong Joon-Ho y que se convierten en una metáfora del placer y del dolor, como metafóricos también son los perros de su película.

Todas las actuaciones en Barking Dogs Never Bite están a una gran altura, y en especial los protagonistas quienes realizan un excelente trabajo cambiando constantemente de registros (cómico y dramático). Es curioso cómo casi todo el elenco protagonista volverá a trabajar bajo las órdenes de Joon-Ho en sus siguientes películas. Por otro lado, me gustaría mencionar la banda sonora, compuesta fundamentalmente por piezas de jazz moderno; plana, repetitiva y, personalmente, insoportable. Quizás es, intencionadamente, otro ingrediente más de esta sopa agripicante (sé que es un plato chino pero desconozco la gastronomía coreana); un elemento que “condimenta” el tono humorístico y sirve como base para acompañar e igualar todo el conjunto.

En definitiva, es imposible no quitarse el sombrero ante la deliciosa dirección de Boong Joon-Ho; una planificación milimétrica escena por escena, que se lanza al vacío con arriesgados movimientos de cámara y encuadres imposibles y narrativamente abrumadores. Sin duda, lo mejor de la película. (Roman S. – ElClubDeLosCinéfagosMuertos.com)