En Close, Léo y Rémi, de 13 años, son amigos de toda la vida. Hasta que un suceso impensable los separa. Léo se acerca entonces a Sophie, la madre de Rémi, para tratar de entender.

Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2022
Mejor Película Extranjera 2022 para la National Board of Review (NBR)
Gran Premio del Jurado y Mejor Actor en el Festival de Sevilla 2022
Premio del Público – Internacional en el Festival de Morelia 2022

  • IMDb Rating: 7,9
  • RottenTomatoes: 91%

Película (Calidad 1080p. La copia tiene subs en varios idiomas, entre ellos el español)

 

Leo y Remi están en esa edad entre la infancia y la adolescencia en la que los deseos sexuales empiezan a aparecer de manera confusa y poco clara. Uno los puede ver relacionarse, correr, dormir en la misma cama y empujarse o abrazarse y mentalmente pasar de estar viendo una situación infantil de juego a otra de interés más amoroso. Ellos no se dan cuenta o no les importa y se la pasan todo el tiempo juntos en una ciudad pequeña rodeada de verdes praderas en las que viven con sus respectivas y cariñosas familias.

Pero el placer de estar juntos en privado se complica cuando termina el verano, empieza el colegio y tienen que empezar a socializar. Es ahí que sus compañeros –sin mala intención, al menos la mayoría de ellos–, al verlos abrazados o mirándose todo el tiempo les preguntan si están juntos, si son pareja. Remi (Gustav De Waele), el más tímido de los dos, no dice nada y no parece darle importancia a la curiosidad ajena. Al más extrovertido Leo (Eden Dambrine), en cambio, la pregunta lo incomoda, como si los demás le hicieran reconocer algo que él mismo no sabe que le está pasando.

Close se va a centrar en cómo esta relación se empieza a enredar a partir del reconocimiento –ajeno primero y personal luego– de que otra cosa parece surgir entre ellos. Curiosamente Leo, que parece tener menos prejuicios, es el que lucha contra sus propios deseos y empieza a tomar distancia de Remi, a jugar al fútbol y al hockey con otros chicos, hasta a cambiar de postura física. Y Remi no entiende porqué Leo se aleja de él y hasta lo rechaza. O quizás lo entiende, pero no se lleva muy bien con la idea de estar perdiendo a su íntimo amigo.

Las cosas pegarán un brusco e irremontable vuelco antes de llegar a la mitad de la película. Y ya nada será igual. Lo mejor es no revelar nada de lo que sucede, pero la película pasa de ahí en adelante a lidiar con las consecuencias de esa distancia. Leo es el que carga con el principal peso ligado a ese corte, pero no es el único, ya que el resto de los chicos de la escuela y, especialmente, las familias respectivas deben enfrentarse a los cambios y a la nueva realidad.

Close es una película claramente dividida en dos partes. De la primera se puede hablar con cierta «libertad» pero la segunda –ay, los benditos spoilers— hay que manejarla en el terreno de los supuestos, si bien es el verdadero centro de la historia. Leo, su protagonista principal, atraviesa un vaivén de sensaciones que van desde el cariño, el fastidio, el terror y la culpa. En el fondo sabe que fue su actitud lo que acabó con esa amistad. Y tiene la sensación que los demás piensan lo mismo.

Por momentos, la película del director de Girl muestra de manera demasiado obvia los cambios emocionales por los que pasa el chico. Lo hacen correr o pegar o jugar al hockey o andar en bicicleta a toda velocidad cada vez que quiere mostrar su «hombría», se angustia y no tiene otra manera de expresarlo o no entiende bien lo que le pasa. Los adultos, en cambio, son más perceptivos y aún con su propio dolor tratan de ponerse en la situación del chico.

La primera parte de Close es un coming of age pre-adolescente entre dos amigos que pasan ese último verano de la infancia antes de que las cosas se vuelvan más complicadas en sus vidas. Y es, tengo la impresión, la mejor parte del film: luminosa, amable, llena de vida y energía, aún con las incomodidades comentadas y lo que eso les provoca. La segunda parte, la que lidia con la «separación», no tiene sin embargo la potencia que debería tener, volviéndose por momentos repetitiva en sus figuras formales y en la constante incomodidad que abruma a los personajes.

Hay, igualmente, algunas escenas aquí (una de la madre de Leo y otra de la madre de Remi) que son extraordinarias y en las que casi no se pronuncia una palabra. En esos momentos uno se queda con la impresión que Lukas Dhont –que quizás se convierta en el nuevo niño mimado de Cannes, un más sutil Xavier Dolan– tiene un enorme talento como cineasta pero que todavía le falta encontrar el punto justo para que sus películas no se le vayan de las manos. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)