Documental sobre la vida del dibujante de cómics underground por excelencia, Robert Crumb, autor entre otros de personajes como Fritz el Gato. Una persona excéntrica, a partes iguales entrañable y enfermiza, cuyo arte ha estado en boca de todos desde hace más de 40 años.

Premio del Jurado y Mejor Fotografía en el Festival de Sundance 1994
Mejor Documental 1994 para el Círculo de Críticos de Nueva York
Mejor Documental 1994 para la Asociación de Críticos de Los Angeles
Mejor Documental 1994 en los Critics’ Choice Awards
Mejor Director y Mejor Documental 1994 para el Sindicato de Directores (DGA)

  • IMDb Rating: 8,0
  • RottenTomatoes: 95%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Crumb es una de mis películas biográficas preferidas. No podrías llamar ‘héroe’ a Crumb o un tipo admirable y ejemplar, sin sentir al mismo tiempo una sonrisa y numerosas puntas de ironía. Pero es verdad, pues de varias formas es una suerte de héroe. Pero no uno típico o convencional. Su heroísmo tiene que ver más que nada con quien necesita expresarse, decir su verdad, sacar todo lo que pueda de sí, no encubrir su propio funcionamiento psíquico y así evidenciar una dura realidad.

La necesaria condena de un mundo que nos tortura y distorsiona y que nos obliga a ser las caricaturas de nosotros mismos, es una idea que me persigue. Palabras como nerd, paria, marginal, enfermo traumado, etc., podrían aplicarse a cualquiera de los tres hermanos Crumb; pero ante las experiencias vividas, ´la salvación por los comics’, por la expresión en ese espejo mágico que es la creación, era una buena respuesta -mejor que la normalización alienada y el silencio cómplice.

El creador hace su apuesta en un mundo alternativo y paralelo, lo cual parece una vergonzosa escapatoria o una locura. ¿Cuál es la apuesta? Y en este caso, ¿qué es dibujar? Hay, con todo, un amor al mundo, a su presencia, a lo que es. Y a la vez, como sabemos, no hay arte sin transformación. Es en este ámbito donde los deseos humanos aplastados pueden reconstituirse. Se puede volver a experimentar el mundo, dando a todo lo que uno es un lugar, que no tenia en el juego social.

¿Deseos, claros y oscuros? ¿Secretos, nostalgias? ¿Filias y fobias? ¿Fantasías desatadas? ¿Humor grosero, feroz? La concentración en ese cuadro, donde la selección hecha por tus trazos recompone un sentimiento, un pensamiento, una experiencia, una situación… Crumb alcanza a menudo lo fascinante y lo extremo. Crumb resume, entre otras cuestiones, la sociedad norteamericana, su miseria moral. ¿Crumb no se critica de manera suficiente a sí mismo? Es su límite. Aún así, el ajuste de cuentas con el mundo ‘real’ es simplemente devastador (…) “No hay nada tan malvado, salvaje y cruel en la naturaleza como el hombre normal” (Hermann Hesse). (Mario Castro Cobos – LimaGris.com)

Crumb, el sorprendente documental de Terry Zwigoff, muestra cómo las fantasías acompañadas de un minimum de conciencia crítica, lo pueden salvar a uno de la catástrofe. Y, como decía Gógol, si la cara es fea, no le echen la culpa al espejo.

En Robert Crumb y familia, bromas aparte, observo que hay, a manera de estribillo emocional, una sonrisa constante que, si acaba por inquietarme… será porque no es más que una pantalla problemática, que nos muestra la superficie de una trama más compleja que nunca acaba de revelarse: sé que no son solo sonrisas de alegría, claro; y sé o creo saber que son sonrisas de nervios, en parte, sonrisas encubridoras (como tantas), y en parte sé que tal vez sean justo la misma, o aproximadamente la misma sonrisa que el propio Crumb le critica con justa razón a su padre, aquella horrible encarnación de los valores del norteamericano promedio de la posguerra.

Son los restos de esa sonrisa-máscara, pegada a la cara como un bicho, la del vulgar triunfador o aspirante a serlo, la del norteamericano que está seguro de la grandeza de su querido y próspero país y que tiende a creer que no hay problemas tan terribles que resolver, porque el mundo no está tan mal, ni tampoco tu propia vida, después de todo, o algo así. La sonrisa bobalicona de la negación en suma. O dicho mejor: la sonrisa del optimismo asqueroso, mentiroso y barato contra la que se construye la obra entera de Robert Crumb.

Aprenderemos con rapidez, al mirar fascinados este documental, que su vida y la de sus hermanos fueron un horror. ¿Ni más ni menos que la de tantos otros? Todos ensayan sonrisas sin embargo. Pienso en esas sonrisas y las conecto con algo en la naturaleza del comic. Pues claro, si los comics de Crumb poseen ese aspecto de sonrisa en medio del horror. O de horror que acaba en sonrisa, ya que hay que seguir viviendo… Porque el absurdo de la existencia también tiene su gracia, así que se merece una sonrisa… Se trata de sobrevivir. La sonrisa cambia de signo. Es la sonrisa inteligente, crítica, que no se asusta ante lo que es y lo nombra. La fabulosa voz del lápiz, de la tinta.

Viene a la memoria, inevitable, la figura del padre, ausente, ya muerto, y su presencia devastadora sobre los tres hijos. ¡Cómo no recordar de inmediato otro extraordinario documental, El Desencanto, donde hay otros tres hermanos, defendiéndose como locos de la locura, de la herencia maldita, de los valores autoritarios con que los embarraron! ¡Cuánto tienen en común la familia Panero y la familia Crumb! Cada vez que veo una de estas películas me parece que también estoy viendo la otra. Son películas hermanas que merecerían verse una después de la otra para afinar la percepción de ambas y del tema que comparten.

He visto Crumb después de varios años y me ha resultado igual de encantador. La venganza del niño y el adolescente y el hombre rechazado está más o menos cumplida. Al mismo tiempo, estoy de acuerdo con la crítica que hace David Walsh en The World Socialist Web Site. ¿Qué tan crítico es Crumb consigo mismo? Es la pregunta candente. Y es verdad, Crumb habla de su fetichismo, obsesiones y fobias, pero también resbala en la autoindulgencia…

Crumb es la historia de alguien salvado por su talento y su determinación. Eso de que el arte es un acto libre se ve bien relativo en su caso, pues se trata de alguien que se deprime o se siente suicida cuando no dibuja –e incluso se siente así cuando dibuja–. ¿El sexo salva? En el gracioso caso de Robert Crumb, la obsesión sexual bien dirigida –o al menos de una mejor manera que como la dirigieron sus dos hermanos– revienta en sus sublimes y ‘sucias’ fantasías. Más allá de la cuestión de si es gran arte o no, me interesa lo que es capaz de revelar en sus dibujitos. Ah, esa cosa infantil del comic, partir de ahí para el examen de las propias obsesiones y fobias. La sinceridad de Crumb puede desbaratar a muchos.

Lo simpático es revelar lo que los demás se callan. Una manera de hablar por todos y de romper el silencio omninoso. Pero, ¿si no hiciera tan incisivos dibujitos no pensarías acaso que se trata de un enfermo más? ¿pensarías, si no fuera Crumb, que tener un orgasmo jugando con un zapato femenino es algo meramente simpático? Crumb se va salvando de la catástrofe, echándole una mirada atenta a la cultura que lo parió y que rechaza de forma visceral. No jugó el juego de la fama y el dinero: toda una anomalía.

Robert Crumb vive actualmente en Francia con su mujer y su hija. Charles Crumb, el hermano mayor, presumiblemente más talentoso aún, se suicidó poco después de terminado el documental. Por mi parte, tengo cierta fe en el poder los dibujitos que condenan un mundo que nos condena a vivir como caricaturas de nosotros mismos. (Mario Castro Cobos – LaCinefiliaNoEsPatriota.blogspot.com)