High Plains Drifter sucede en1870, cuando un forastero pasa a caballo por la tumba de Jim Duncan, antiguo sheriff de la ciudad fronteriza de Lago, en el sudoeste de Estados Unidos. Los propietarios de la compañía minera, Dave Drake y Morgan Allen lo contratan para que los defienda de tres pistoleros que, recién salidos de la cárcel, están a punto de llegar a la ciudad. El forastero acepta el trato a condición de hacer las cosas a su manera
- IMDb Rating: 7,4
- RottenTomatoes: 86%
Película / Subtítulos (Calidad 1080p)
Con la posible excepción de John Wayne, ningún actor fue más sinónimo del género western durante la segunda mitad del siglo XX que Clint Eastwood. El joven actor había llegado a Hollywood desde la Bahía de San Francisco a principios de los 50, y gracias a su estatura de 1,80 m y su buena apariencia, firmó un contrato de 100 dólares a la semana en la Universal, donde rápidamente se puso a trabajar en una serie de películas de serie B como El regreso del monstruo o Tarántula. Antes de que se le pudieran quitar las ganas de seguir con su carrera de actor, fue salvado por el western, un género que parecía haber sido creado a su medida.
Aunque allá por 1959 ya había aparecido en en más de una docena de papeles a menudo no acreditados, de esos que si pestañeas te los puedes perder, la carrera de Eastwood se salvó cuando fue elegido ese año para el papel de Rowdy Yates en la exitosa serie de televisión Rawhide. Cuando la serie iba a finalizar, le ofrecieron el papel principal en A Fistful of Dollars, el espagueti western de Sergio Leone de 1964. Eastwood no sabía nada sobre Leone- y lo cierto es que no había mucho que saber por aquel entonces. Pero se arriesgó y voló a España para rodar la primera entrega de lo que se convertiría en una mítica trilogía del Hombre sin nombre, que triunfó a nivel internacional tras completarse con For a Few Dollars More (1965) y The Good, the Bad and the Ugly (1966). Cuando las películas explotaron como si fuera dinamita por todo el mundo, nadie se sorprendió más que Eastwood al saber que se había transformado en una superestrella mundial de la noche a la mañana. Eastwood pudo por fin adiós a la pequeña pantalla de una vez por todas.
En ese momento, siendo uno de los actores más admirados y apetecibles tanto en su país de nacimiento como en el extranjero, Eastwood aprovechó su momento dulce para hacer un puñado de películas interpretando a tipos duros, como la película policiaca de suspense Coogan’s Bluff, y la aventura de acción de la Segunda Guerra Mundial Where Eagles Dare. Pero al igual que un actor criado en Broadway que periódicamente regresa a los escenarios para mantener sus instintos entrenados, Eastwood seguiría dando vueltas al género que había forjado su mitología en un crisol de seis balas en el cargador de su revólver tiros y miradas entrecerradas: el western.
Eastwood se dispuso a trabajar en un montón de westerns de bajo presupuesto – Hang ‘Em High, Two Mules for Sister Sara, o The Beguiled – y fue animado por su recurrente director y mentor Don Siegel a probar a ponerse detrás de la cámara. En 1971, finalmente consiguió su oportunidad con Play Misty for Me, una especie de prototipo paranoico de Fatal Attraction. Fue un éxito. Resultó que Eastwood era un director nato, aunque de otra raza. En una época en la que los autores de cine del Nuevo Hollywood se aferraban al arte, Eastwood parecía posicionarse inconscientemente como su antítesis. Era tranquilo en el plató, nunca pedía más de una o dos escenas, y tenía el hábito de hacer películas en poco tiempo y con un presupuesto muy bajo, aunque probablemente hubiera preferido llamarlas «películas» en lugar de «filmes».
Todo esto no nos lleva a High Plains Drifter (1973), una película tan frecuentemente pasada por alto y tan extrañamente surrealista que sobresale como una rara avis en el largo recorrido de la filmografía de Eastwood. Tan estridentemente revisionista como cualquier western de la era de Vietnam, High Plains Drifter es, en realidad, sólo un western sobre el papel. Sí, es cierto, hay caballos, salones y plantas rodadoras. Pero más que nada, es una historia de fantasmas fronterizos (si eliges verla de esa manera… yo lo hago). También es una película que merece ser vista por cualquiera que sea un fan del género o que piense que tiene una cuenta pendiente con Eastwood como cineasta. También puede ser lo más cercano que ha estado de hacer una película experimental.
High Plains Drifter fue estrenada en los cines a mediados de diciembre en 1973. Y dos décadas antes de que Eastwood ganara los Oscars a la mejor película y al mejor director por su regreso al género con la apología crepuscular de Unforgiven, aún no había empezado a lidiar con los arrepentimientos y ramificaciones de la violencia del viejo Oeste. Todavía no era algo que le atormentara. High Plains Drifter está repelta de muerte y violencia (sin mencionar alguna violación y un más que evidente sadismo). No en vano, se ganó una polémica calificación como película «X» en el Reino Unido cuando se estrenó allí.
Hoy en día, tendemos a pensar que Eastwood es un cineasta bastante conservador. No sólo políticamente, sino también estilísticamente. Nunca ha sido temáticamente oblicuo o estilísticamente llamativo. Mantiene las cosas simples. Pero High Plains Drifter es atrevida, rara y maravillosa. Tal vez porque en 1973, trabajando como director por segunda vez, Eastwood todavía estaba pensando qué tipo de director quería ser. ¿Quería ser un cineasta desnudo como Siegel, o un alegorista barroco como Leone? Por primera y última vez en su carrera, High Plains Drifter demostraría que podía querer ser ambas cosas.
Escrita por Ernest Tidyman, que era un poco esquizofrénico en su estilo y que ya había escrito el guión de Shaft, el gran clásico de Blaxploitation, y que había ganado el Oscar al mejor guión adaptado por The French Connection, High Plains Drifter es una historia inquietante de venganza sobrenatural sobre un misterioso hombre que mastica tabaco, que no tiene nombre, y que entra en el pequeño pueblo minero llamado Lago e inmediatamente comienza a interactuar con los locales, jugando a ser juez, jurado y verdugo por sus pecados. A ver, Lago es un pueblo con un pasado. Mientras vamos conociendo detalles lentamente gracias a un puñado de flashbacks casi psicodélicos y secuencias de sueños, la gente del pueblo observa en silencio como tres de sus ciudadanos más malvados azotan brutalmente al aguacil de Lago, Jim Duncan, hasta la muerte. Ahora, con esos asesinos recién liberados de la cárcel, quieren que el forastero interpretado por Eastwood los defienda. Pero él tiene una cuenta propia que saldar.
Tidyman comentó que su guión para High Plains Drifter se inspiró en el infame caso de Kitty Genovese de 1964, en el que una mujer de 28 años de Queens fue apuñalada y asesinada mientras sus aterrorizados vecinos, según se informó, miraban por las ventanas de sus apartamentos sin pedir ayuda. Eastwood toma ese tema del Antiguo Testamento sobre la venganza por cobardía, la hipocresía y la inacción, y lo injertó en un género que conocía hasta la médula. En el transcurso de la película, el desconocido al que da vida Eastwood actúa como si fuera el salvador de Lago, pero no está interesado en protegerlos, quiere que paguen por el asesinato de Duncan. Tal vez… y aquí es donde la película se pone realmente interesante… porque él es Duncan. O el fantasma de Duncan, colgado en un torturado limbo del purgatorio, hasta que pueda tener un entierro apropiado, una pizca de justicia y cobrarse alguna venganza atrasada.
La secuencia más llamativa y conocida de la película se produce cuando Eastwood le dice a los cobardes ciudadanos de Lago que pinten de rojo todos los edificios de la ciudad mientras esperan el regreso de los tres asesinos. Mientras tanto, coge un pincel para pintar las letras H-E-L-L en carmesí en una señal en la frontera de Lago. Esta gente quiere protección, pero no hay salvación para ellos. Ya están en el infierno por sus pecados (al menos todos menos Verna Bloom, que fue la única persona que intentó ayudar a Duncan). Aún así, son los flashbacks que introduce Eastwood sobre el asesinato de Duncan a golpes los que resultan horribles por su dureza, además de ser técnicamente deslumbrantes gracias a la cinematografía de ensueño de Bruce Surtees, la espeluznante partitura de Dee Barton y la decisión de Eastwood de hacer que su doble, Buddy Van Horn, interprete a Duncan, haciendo que las similitudes físicas entre Duncan y el extraño sean aún más espeluznantes.
He visto High Plains Drifter probablemente media docena de veces y cada vez estoy más convencido de que el Extraño es el fantasma de Duncan cumpliendo el castigo desde el más allá. Pero Eastwood siempre ha sido cauteloso en la interpretación de su película, diciendo que esa interpretación puede ser cierta, pero también es posible que el Extraño sea el hermano de Duncan en busca de venganza. Espero que se equivoque, o que sólo esté siendo juguetonamente críptico. Porque es una película mucho más interesante cuanto más te alejas del western y se adentra más en el reino de los cuentos místicos y espectrales de Historias de la cripta.
Hay una última razón por la que adoro High Plains Drifter y no tiene nada que ver con lo que pasa en pantalla. Después de que la película se estrenara y terminara siendo un gran éxito de taquilla, Eastwood escribió una carta muy entusiasta a John Wayne, sugiriendo que hicieran una película juntos. Era como si la gran estrella del western de una generación extendiera su mano a la de la generación anterior. Wayne, que resulta que no era fan de la película, le contestó con una carta bastante brusca, diciendo que High Plains Drifter «no va sobre lo que tiene que ir un western» y que la gente que sale en ella «no es el pueblo americano que se estableció en este país». El Duque pudo haber pensado que estaba poniendo al joven Eastwood en su lugar. Y tal vez le picó al joven director en ese momento. Pero mirando hacia atrás, diría que Eastwood salió vencedor de ese combate. (Chris Nashawaty – Esquire.com)