In a Year of 13 Moons: se dice que en el «Año de la Luna», que tiene lugar cada siete años, las personas más sensibles sufren fuertes depresiones. Si el «Año de la Luna» resulta ser a la vez un año con trece lunas nuevas, pueden sufrir incluso grandes catástrofes personales. In a Year of 13 Moons narra los últimos días de la trágica vida de Elvira, un transexual (llamado antes Erwin, casado y con hijos), que se ha transformado en mujer por el amor de un hombre. Cuando su amante la rechaza, incapaz de soportar la soledad, intenta volver al pasado, buscando cariño, comprensión o una razón para seguir viviendo.

  • IMDb Rating: 7,5
  • RottenTomatoes: 80%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

El 31 de mayo de 1978, fecha del decimotercer aniversario de Rainer Werner Fassbinder, Armin Meier, joven actor y amante del director, se suicida tomándose un cóctel de somníferos y alcohol, tras cuatro años soportando el despótico trato de Fassbinder y después de que éste le escribiera una carta dando su relación por terminada y ofreciéndole una asignación mensual y el apartamento que habían compartido en Munich. Seis días más tarde, tras el hallazgo del cadáver de Meier por parte del portero del edificio a causa del fuerte hedor que emanaba del apartamento, Fassbinder se niega a acudir al entierro de su examante (ante el escándalo general y según sus propias palabras, para evitar derrumbarse “ante la tumba y que los demás pensaran que el cerdo asesino volvía a poner en escena otra de sus malditas comedias”) y se traslada a Frankfurt para encerrarse en la habitación de un hotel desde la que escribirá el guion de In a Year of 13 Moons, ejercicio de expiación que dará lugar a la obra más personal y desgarrada de su filmografía.

Elvira Weishaupt, antes Erwin Weishaupt (extraordinario Volker Spengler), es un hombre convertido años atrás en mujer tras someterse a una operación de cambio de sexo para complacer al hombre del que estaba enamorado (“Dijo que me amaba. Me reí y dije que eso estaría bien si fuera una chica. Entonces lo hizo. Eso fue todo”). En su desesperada búsqueda del amor, el protagonista renuncia a sí mismo y a su propia masculinidad para no encontrar sino rechazo y soledad. Al inicio de In a Year of 13 Moons, una sórdidas imágenes en la penumbra de un parque nos muestran a Elvira, ataviado con ropa masculina (“Siento menos vergüenza cuando pago si llevo ropa de hombre”), a la búsqueda de los servicios sexuales de un chapero que le rechaza con violencia cuando descubre su no-sexo. Apaleada y humillada, Elvira regresa a su apartamento donde se encuentra con Christoph (Karl Scheydt), su actual pareja, justo en el momento en que está haciendo las maletas para abandonarle definitivamente, no sin antes someterle a una última andanada de vejación y maltrato (“Huele a podrido cuando estás cerca. A degradación y a muerte”).

Sola y desesperada por encontrar un trabajo que le permita volver a la vida normal, Elvira conduce a su amiga Zora (Ingrid Caven) a un matadero, para mostrarle el lugar en el que trabajaba antes de convertirse en mujer. Allí la protagonista narra su desgraciado periplo, desde que abandonase a su esposa, Irene (Elisabeth Trissenaar), y a su hija. Marie-Ann (Eva Mattes), para viajar a Casablanca con el fin de someterse a su operación de cambio de sexo, y su posterior relación con Christoph, un actor en paro a quien acabaría manteniendo como prostituta. “No te abandonaré en tu desasosiego”, recita Elvira de un texto de Goethe que recuerda ensayando con Christoph mientras vemos las tétricas imágenes del sacrificio del ganado en el matadero.

Fassbinder vierte en Erwin/Elvira los rasgos de su infortunado amante, Armin Meier (incluida su profesión como matarife), mientras se desdobla a sí mismo en los múltiples personajes que provocarán el descenso a los infiernos del protagonista: en el maltrato físico del chapero, en la vejación continuada de Christoph, en la falsa solidaridad de Zora y, sobre todo, en la indiferencia de Anton Saitz (Gottfried John), el amoral empresario sin escrúpulos por quien Erwin se convirtió años atrás en Elvira. Pero el director hace también acto de presencia a través de una pantalla de televisión, en el que explicita a cara descubierta el sentido de su película, con fragmentos de una entrevista que vemos alternados con imágenes de un reportaje sobre el dictador Pinochet y algunas secuencias de Nous ne Vieillirons pas Ensemble (1972), película de Maurice Pialat sobre otra relación sentimental basada en el binomio dominación/sometimiento: “Yo fracaso siempre en mis relaciones personales. Con mis historias quiero cambiarme a mí mismo en la medida que sea posible”, declara Fassbinder con tono (cabe decirlo) sospechosamente autocomplaciente en la entrevista.

“Todo el mundo está solo, Así tiene que ser”, sentencia Seelen Frieda (Walter Bockmayer) en el sórdido apartamento al que Zora conduce a Elvira para que intente mitigar su aflicción. Soledad que la protagonista compartirá fugazmente al acudir al edificio de oficinas de Anton Saitz, primero en su encuentro con un antiguo empleado del magnate que pasa día tras día observando desde la calle la ventana del despacho en el que trabajaba antes de ser despedido por Saitz por padecer un cáncer; y, una vez dentro del edificio, en su conversación nocturna con un suicida justo antes de que éste se quite la vida (“No quiero permitir que algunas cosas sigan siendo reales sólo porque yo las perciba”).

Finalmente, en su reencuentro con Anton Saitz, Elvira descubre a su antiguo amado convertido en una especie de adolescente idiotizado a cuyo son actúa un séquito de complacientes empleados. “Soy Erwin. ¿De verdad no te acuerdas?”, masculla la protagonista mostrándole una foto de su pasado, a lo que Saitz reacciona con una grotesca imitación de la coreografía de una escena musical protagonizada por Jerry Lewis y Dean Martin que vemos en un televisor de la oficina (siniestra visión por parte de Fassbinder del tipo de personajes que logran hacerse con el poder económico en una sociedad dominada por la estupidez y la banalidad).

Soledad y abandono. Tras un último y desesperado intento por regresar junto a su exesposa y su hija (en una de las secuencias más emocionantes del filme, la del lento travelling de acercamiento a los tres personajes en el jardín que culmina con la triste e inevitable negativa de Irene y la marcha del protagonista), Elvira se encierra en su apartamento para emprender su huida definitiva, mientras escuchamos algunas de sus últimas palabras grabadas en un magnetófono: “Claro que soy infeliz. La felicidad no existe. La búsqueda, el proceso sí es excitante, pero no el resultado. La felicidad… Eso no es excitante. Invento tristezas para averiguar qué es la vida normal”. (David Vericat – CinemaEsencial.com)