En Microbe et Gasoil, dos jóvenes amigos se embarcan en un viaje por carretera a través de Francia en un vehículo que construyen ellos mismos.

  • IMDb Rating: 6,7
  • RottenTomatoes: 91%

Película / Subtítulo

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El director de la (¿ya?) mítica Eternal Sunshine of the Spottles Mind, con la que ganó el Oscar al Mejor Guión en 2005, adopta con júbilo una inclinación autobiográfica para reflotar sus años mozos en Versalles y modernizarla con destreza, ofreciendo así a los fans de las obras poéticas fuera de toda moda una película muy sencilla que, sin embargo, alcanza el corazón de su blanco: una especie de segunda juventud en la que mezcla un realismo conmovedor y una fantasía estimulante con un equilibrio casi perfecto entre su propensión al delirio y su atracción por el retrato de personajes frágiles y titubeos frente a las exigencias sociales de la existencia. En Microbe et Gasoil, Gondry retoma los senderos de la evasión para canalizar su desbordante imaginación sin por ello renunciar a salir de los caminos trillados: sus dos protagonistas adolescentes, Daniel (Ange Dargent) y Théo (Théophile Baquet), los Microbe et Gasoil del título, se embarcan en la construcción estrafalaria de un coche-cabaña y se lanzan a la aventura por las carreteras de Francia, pasando por toda una serie de peripecias y encuentros burlescos que funcionan a la manera de límites de esta historia de hermosa y fulgurante amistad como sólo puede vivirse en la adolescencia.

Microbe es realmente pequeño para su edad (13 o 14 años) y por su larga melena a menudo se piensa que es una chica. Su vida de colegial está pautada como un reloj, entre sus dibujos con talento en solitario, la escuela y el sueño (sin saber cómo) de transformar en amor su amistad platónica con Laura, los partidos de fútbol con su hermano, con quien comparte habitación, y la vida cotidiana de una familia burguesa bohemia compuesta por una madre (Audrey Tautou) al borde de la depresión y ansiosa por la reencarnación y un hermano mayor apasionado por el hard rock. Pero todo cambia con la llegada a clase de Gasoil, el hijo audaz, presuntuoso, manitas y muy culto de un anticuario y chatarrero un tanto desagradable. Los dos jóvenes «outsiders» se harán amiguísimos y, con las vacaciones a la vuelta de la esquina, decidirán construir un increíble coche-cabaña. Después de engañar a sus respectivos padres, se hace a la carretera, a velocidad de caracol, y empezarán una serie de tribulaciones hilarantes aderezadas por la enorme ternura de Michel Gondry hacia estos balas perdidas, a una edad, la suya, rica, inventiva, abierta e indecisa, en la que «una parte puede tener tantos elementos como el todo».