En O Som ao Redor, los habitantes de un barrio de la ciudad brasileña de Recife se sienten inseguros y contratan a una empresa que les proteja. Esta incursión, que pretende luchar contra la desconfianza que se ha instalado entre los miembros de una comunidad relativamente tranquila, altera la vida de sus calles, aunque la cotidianidad pronto encuentra su rumbo.

Premio de la Crítica en el Festival de Cine de Rotterdam 2012
Mejor Película en Festival de Cine de Copenhague 2012
  • IMDb Rating: 7,1
  • RottenTomatoes: 92%

Película (El archivo incluye subs en español)

El cine brasileño está vivo y sorprende. Hay evidencias: Branco Sai Preto Fica, de Adirley Queirós, Avanti Popolo, de Michael Warhmann, A Vizinhança do Tigre, de Affonso Uchoa y, lógicamente, O Som ao Redor, de Kleber Mendonça Filho, gran película sobre un tema que obsesiona a los comunicadores latinoamericanos: la inseguridad. Por cierto, el filme ostenta una solidez conceptual inobjetable, y viene cortejado por una búsqueda formal a la altura de las circunstancias. Unas fotos fijas abren el relato remitiendo al pasado de Brasil, seguidas por un plano secuencia (en steadicam) en el que una niña va patinando, todo esto sumado a una banda musical que calza perfectamente en el tono: en menos de un par de minutos ya se comprende que aquí hay un director.

Para filmar una emoción dispersa como la desprotección hay que articular una cartografía visual. He aquí la primera inteligencia de Mendoça: mostrar un vecindario como una red simbólica sin límites precisos, en el que las calles y los edificios, vistos tanto en panorámicas como en planos generales, puedan establecer una situación social y un momento en la historia de un país. Recife luce poderosa, transformada por cierto esplendor económico que se traduce en rascacielos novedosos en esa geografía. El mar apenas se ve, y cuando se pueda divisarlo se advertirá un cartel que anuncia la presencia de tiburones. El peligro acecha por todos lados.

O Som ao Redor avanza por microrrelatos que se desarrollan en un espacio común. Hay varios personajes: estancieros, inmobiliarios, amas de casa, personal doméstico, guardias. Hay dos secuencias oníricas inesperadas, y en una de ellas el miedo por el otro encuentra su expresión perfecta en tanto visualiza el imaginario propio de una clase. El inconsciente sin trabas de una niña mientras duerme orquesta una invasión (la inteligencia sonora de la secuencia es formidable). La conclusión es contundente: la propiedad privada ya no funciona como una esfera de salvaguarda, sino como una membrana permeable colmada por intrusos potenciales.

Pero la cotidianidad no se agota en su descripción, y la captación de una sensación tampoco se reduce a su escenificación. Lo que sucede en el epílogo del filme, cuando los guardias sostienen un diálogo con el patriarca de uno de los edificios, es un dato que reenvía la totalidad del filme a otro universo conceptual. Una fecha es la clave: 27 de abril de 1984, época crepuscular aún sin democracia que enfrentaba en otros términos a ese patrón con sus empleados. La elipsis elegida para contar este momento incitará al espectador a imaginar, pues el filme se reservará la información, aunque dejará en claro que la brecha económica de hoy entre quienes poseen y quienes cuidan las posesiones de los otros está inscripta en una historia política y económica. El discurso se ve, no se dice; menos todavía se baja línea.

El debut en la ficción de Mendoça es notable. Sus planos secuencia, las elecciones de encuadre, el trabajo sobre el sonido están al servicio de contar una experiencia sobre la interacción de clases en un tiempo específico. No hay aquí ni desprecio, ni apelación a una catarsis en la que valga todo, pues lo que se intenta es confrontar el miedo, incluso historizarlo. Ver y entender es siempre mejor que explotar y denostar. Todo funciona muy bien en O Som ao Redor, capaz de convertir un lavarropas en un vibrador erótico destinado a conjurar el hastío de una mujer acomodada y una pelota de fútbol en un signo indirecto de la opulencia de una clase frente a otra que mira la circulación de objetos y la expansión edilicia como un espectáculo fuera de su alcance.