En Once, Glen es un cantante y compositor que interpreta sus canciones por las calles de Dublín, cuando no está trabajando en la tienda de su padre. Durante el día, para ganar algún dinero extra, interpreta conocidos temas para los transeúntes, pero por las noches, toca sus propios temas en los que habla de cómo le dejó su novia. Su talento no pasa desapercibido a Marketa, una inmigrante checa que vende flores en la calle. Ella tampoco ha tenido suerte en el amor y, para sentirse un poco mejor, escribe canciones sobre el tema, pero, a diferencia de Glen, nunca las interpreta en público. Glen y Marketa, acaban de improviso haciendo un dueto en una tienda de música, y será entonces cuando descubran que algo les une.

Mejor Canción Original en los Premios Oscar 2007
Premio del Público en el Festival de Cine de Sundance 2007
Mejor Película Extranjera en los Premios Independent Spirit 2007
  • IMDb Rating: 7,9
  • RottenTomatoes: 97%

Película / Subtítulo

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No es habitual que una pequeña película no americana permanezca en cartelera dos meses. Y menos aún si se trata de una cinta con reducida promoción, de historia mínima, sin actores conocidos, sin suspense ni acción… Pero Once, del irlandés John Carney, lo ha conseguido, y dejando muy buen sabor de boca en quienes la hemos visto. Puestos a examinar las causas del éxito, no encontramos otras que su falta de pretensiones, la frescura y sencillez de su trama y de su pareja de actores, y también una magnífica banda sonora que incluye canciones tan pegadizas que no dejan al espectador cuando abandona la sala. Además, John Carney nos ofrece una preciosa historia de amor, cantada y susurrada a la vez, llena de delicadeza y aprovechando la misma letra de las canciones, para seguir diciendo cosas que podían haberse dialogado, pero que así suenan mejor. Su tono realista y la autenticidad con que Glen Hansard y Markéta Irglová se mueven ante la cámara hacen que la música no sirva para evadirse de los problemas, que no salgamos de su realidad cotidiana, que se establezca una tremenda empatía con el espectador, que entiende su soledad y deseo de felicidad y que percibe también la esperanza de cada plano.

Con estos ingredientes —gracias a su silencioso modo, nada solemne, de decir las cosas pequeñas de la vida—, Once logra dar mucho más de lo que se espera de ella. Da gusto escuchar sus preciosas canciones, sentarse junto a los protagonistas cuando ensayan en la tienda de música, acompañar a la chica por la ciudad mientras oye música en busca de una letra. Su sentido de la medida y la contención, hace que no derive hacia el musical estandarizado ni hacia el videoclip, ni tampoco que se convierta en un melodrama sentimental y facilón. Por el contrario, queda uno de los mejores títulos del ya terminado 2007. Habrá que ver esta pequeña joya, que recomiendo a todos aquellos que quieran un cine sincero y libre, con gran hondura de sentimientos pero nada dulzón ni artificioso.