Profundo Carmesí transcurre en México durante 1949. Coral Fabre, una enfermera de pacientes terminales que lucha por sacar adelante a sus dos hijos, sueña con la imagen de Charles Boyer. En el consultorio del corazón de una de las revistas que acostumbra a leer, encuentra un anuncio de un tal Nicolás Estrella que presume de su parecido con el popular actor francés y que se presenta como un «Caballero español en busca de relación sentimental». Coral decide escribirle. Basada en la historia real de la pareja de «corazones solitarios» Martha Beck y Raymond Fernandez, que en los años 40 cometieron una serie de asesinatos.

Mejor Guion, Mejor Música y Mejor Escenografía (Festival de Venecia 1996)

Mejor Actor, Mejor Actriz, Mejor Coactuación Femenina, Mejor Fotografía, Mejor Escenografía, Mejor Ambientación, Mejor Vestuario, Mejor Maquillaje y Mejores Efectos Especiales (Premios Ariel 1996)

Premio Coral a la Mejor Película (Festival de La Habana 1996)

  • IMDb Rating: 7,2
  • Rotten Tomatoes: 80%

Película (Calidad 1080p)

 

El asesino en serie es tema recurrente en películas, novelas y series de televisión. Hombres que asesinan mujeres motivados por un deseo sexual reprimido, por el miedo al ridículo o por la opresión de una madre sobreprotectora. Pero, ¿qué lleva a una mujer a asesinar? Son pocas las féminas que traicionan el instinto materno, que es también, una vocación por la vida, por crearla y procurarla. Y son menos las películas que responden correctamente a esta pregunta. Contados los guionistas que escriben personajes femeninos sin caer en los estereotipos y lugares comunes. Tanto se han dedicado a marginar a la mujer en el cine que ahora la conocen muy poco, casi nada.

La película Profundo Carmesí, de 1996, cuenta la historia de una pareja homicida, una especie de “asesinos de los corazones solitarios” a la mexicana. Coral (Regina Orozco) y Nicolás (Daniel Giménez Cacho) se encuentran por medio de la correspondencia del corazón que se publica en las revistas de los años 40. Nicolás es un gigoló profesional que en su intento por estafar a Coral se convierte paloma en lugar de ser gavilán. Ambos personajes se encuentran bien retratados, son seres egoístas, miserables y llenos de complejos. Pero, desde que vi la película hace algunos años, quien llamó mi atención fue Coral, una mujer que es capaz de abandonar a sus hijos y matar para satisfacer sus más bajas pasiones.

Los ingenuos creerán que el deseo sexual es un tema masculino, como si las mujeres no fuéramos capaces de matar por una pasión carnal. En el cine de género hay de dos: o nos reducen al papel de víctima indefensa, o a vengativa pistolera de grandes senos. No ven que el deseo sexual de una mujer es muy poderoso, la puede llevar a la locura y convertirla en cruel verdugo. La diferencia que hay que entender es que el deseo femenino funciona de manera mucho más compleja que el masculino. Para un hombre basta con la vista, pero para una mujer la sensualidad está atada a su centro emocional.

Coral, por ejemplo, es una enfermera que está acomplejada por ser lo peor para la sociedad, algo que no perdona nadie: ser gorda. Una puta todavía conserva un poco de dignidad en la picardía y en los admiradores masculinos, ¿pero gorda?, no, eso no se perdona. Hasta la hija pequeña de Coral (Sherlyn González) entiende esto, y la insulta diciendo «gorda asquerosa» cuando la descubre con la camisa abierta y la mano de uno de sus pacientes en sus pechos. Eres gorda, por lo tanto fea, por lo tanto no tienes derecho al sexo y tu ansia de tenerlo te convierte en una puerca. Entonces aparece Nicolás, este galán que primero la rechaza para luego regresar, llevarla a la cama y decirle «nunca había conocido una mujer como tú, carne y aroma sólo para mí». Por supuesto que la vuelve loca de deseo, y es que este hombre conoce la clave para seducir a una mujer: enaltecer su sensualidad escondida. ¿Quieren seducir a una mujer? Díganle lo que a ustedes más les gusta de ella, y que creen que nadie había notado antes. Obviamente también hay que cuidar la forma, noten que dijo «eres carne y aroma» y no una guarrada, un detalle que los hombres pueden olvidar. Los auténticos gigolós son caballerosos y encantadores porque saben que una mujer se siente apreciada cuando es tratada con delicadeza.

En este punto de la historia Coral se convierte en una sumisa total y abandona lo que se supone es lo más preciado, sus hijos. Nada se puede oponer a su unión con su amado, ni siquiera el descubrir el hecho de que Nicolás la buscaba sólo por interés. Ella está dispuesta a pasar por alto todos sus defectos poniendo una venda frente a sus ojos y entregándose por completo a su deseo. Otro tip, a las mujeres nos encanta el gozo de la sumisión.

Entonces pasa algo maravilloso en la trama de Profundo Carmesí: Nicolás se enamora de la gorda, porque tampoco puede creer que encontró a la persona que está dispuesta a todo por él, que no es más que un pobre diablo, un farsante acomplejado con una calva y un bisoñé para ocultarla. La feliz pareja se dedica a matar mujeres supuestamente por dinero, pero más bien, por alimentar su pasión con el juego de los celos. La autora de los asesinatos es Coral, ella elige a las víctimas, deja que sean seducidas por Nicolás y cuando no aguanta más los celos las asesina. Nicolás es el cómplice perfecto que la ayuda a deshacerse de los cadáveres y también hace de señuelo. Ya se va viendo como en esta historia el sexo, los celos y el asesinato hacen un cúmulo de pasiones perversas que no puede tener más que un final funesto.

Al final encuentran a una mujer diferente a las anteriores. Diferente porque es bella, joven y tiene algo que Coral se negó a si misma, una hija. La presencia de esta mujer saca lo peor de los dos personajes. Coral se aleja por que se siente derrotada ante la belleza de ésta nueva mujer y la hija la hace enfrentar su culpa por el abandono de sus propios hijos. Nicolás, en cambio, se siente vulnerable y expuesto al ridículo. Inevitablemente ocurre el asesinato, esta vez más violento y de la mano de un Nicolás desesperado por haber roto el juramento de no tocar a otra mujer. En un acto de piedad retorcida Coral mata a la pequeña hija de su víctima. La niña no deja de llorar porque su madre ha muerto y no saben que hacer con ella, entonces Nicolás sugiere que la única salida es matarla. La respuesta de Coral es «déjame hacerlo yo. Yo sé como». Claro, ella es la mujer que se encarga de los niños, tuvo dos hijos propios y sabe alimentarlos, vestirlos, educarlos y, por lo tanto, sabrá matarla con ternura. Cuando Nicolás viene por el cadáver de la niña, Coral se niega a entregarlo «su mamá soy yo», dice. Si yo la maté por compasión, y lo hice con todo el cuidado con el que una madre baña a su hija, entonces yo debo ser la madre del cadáver, yo le quite la vida.

Qué compleja es la locura de la asesina femenina. Coral me parece un personaje mucho más interesante que cualquier Norman Bates. No es de sorprender que el guión de Profundo Carmesí sea de una gran dramaturga femenina, Paz Alicia Garciadiego, la mejor cómplice que pudo tener Ripstein. Ellos son mi pareja de criminales favorita. (Laurette Flores – revistacinefagia.com)