Categoría: 1996

  • Trees Lounge (Steve Buscemi – 1996)

    Trees Lounge (Steve Buscemi – 1996)

    En Trees Lounge Tommy Basilio es un hombre verdaderamente acabado que acaba de perder a su novia Theresa embarazada, a manos de su mejor amigo y jefe, Rob, perdiendo de rebote su propio empleo como mecánico de coches. Tommy encuentra consuelo temporal conduciendo la camioneta de helados de su difunto tío Al, pero pronto se enamora de Debbie, su joven ayudante de apenas 17 años, hermana además de su ex-novia. La única salida que le queda a Tommy es acudir a su bar favorito, el Trees Lounge y beber sin parar.

    • IMDb Rating: 7,1
    • RottenTomatoes: 79%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Ríete de la cotidianidad de plástico de Sam Mendes en American Beauty o del grotesco desgarro social de Larry Clark. A mi juicio Buscemi, queriendo simplemente hacer una película sin pretensiones, da una lección a muchos directores de sencillez y, ante todo, naturalidad, la cual resulta demoledora a la hora de perfilar de un modo tan brutal la decadencia de sus personajes. No encontraras complejos, ni artificios, ni manipulación interesada. Muestra que no hay por qué recurrir a los principios del Dogma para crear un ambiente de realismo en la historia.

    Por otro lado, al ser (el Sr. para mi a partir de ahora) Buscemi actor, y muy bueno por cierto, hace un magnífico trabajo con el elenco, dotándolos de una homogeneidad imprescindible para que todo encaje con naturalidad y viendo la película te sientas que simplemente tú pasabas por ahí. Esto es algo que grandísimos directores aun no han coseguido.

    Tengo que hacer referencia obligada al Post-Underground de Tom Dicillo y al comic Odio de Peter Bagge, así que si sabes de lo que hablo y no has visto esta película, ya estás tardando.

    Pero ante todo si alguna vez has sentido en tus propias carnes el romanticismo patético de «tocar fondo» no te pierdas esta película. Eso sí, prepárate una copa y deja a mano la botella. (Robe – FilmAffinity.com)

     

  • Waiting for Guffman (Christopher Guest – 1996)

    Waiting for Guffman (Christopher Guest – 1996)

    En Waiting for Guffman un musical realizado para conmemorar el aniversario de la creación de Blaine, un pequeño pueblo de Missouri, le permite a Corky St. Clair poner en práctica sus dotes de director escénico con sus vecinos, después de haber trabajado en Broadway sin demasiado éxito. Los habitantes del pueblo ponen sus esperanzas en que la llegada de Mort Guffman, un crítico teatral, haga que su espectáculo sea conocido y ellos lanzados a la fama.

    • IMDb Rating: 7,4
    • RottenTomatoes: 91%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    “Puedo entender cómo se sienten los Kennedy”, dice una de las concejalas de Blaine, Missouri, entrevistada a propósito de la celebración de los ciento cincuenta años de la fundación de la ciudad. Y es que, además de funcionaria, Gwen Fabin-Blunt lleva en su apellido el peso de la tradición. Es descendiente directa del fundador de Blaine, un explorador que creía haber llegado a California. Tras varios días de no ver el mar entendió que se había equivocado. Igual, él y los que lo acompañaban ya estaban a gusto ahí. Para qué moverse más, pues.

    En 1997 se estrenó en pocas salas de Estados Unidos el mockumentary Waiting for Guffman, dirigido por Christopher Guest. (El término podría traducirse como documental satírico, aunque no es precisamente eso.) Escrita por él mismo y por el comediante canadiense Eugene Levy, Waiting for Guffman “documenta” los preparativos de la celebración del aniversario de Blaine. Reúne entrevistas con el alcalde, concejales y el director del museo de historia, orgullosos de la oportunidad de que, por fin, el mundo conozca la grandeza de su ciudad. Pocos saben, por ejemplo, que Blaine es la capital mundial del banquito para descansar los pies. (En inglés llamado stool, que también puede significar “heces”.) El plato fuerte de la celebración es la puesta en escena del musical “Red, White and Blaine”, cuyos actores/cantantes/bailarines son los propios ciudadanos de Blaine. A todos emociona que la obra esté en manos de un verdadero hombre de teatro: el excéntrico Corky St. Clair (Christopher Guest), originario de Nueva York, donde nadie reconoció su talento. Esta es la oportunidad de Corky de montar un musical de altos vuelos. Aún más, gracias a sus conexiones en el “Off-Off-Off Broadway”, el director logra invitar al estreno a un productor llamado Mort Guffman. Para Corky, la consecuencia natural de que Guffman vea su obra es que luego la monten en Broadway (y que, de ahí, todos salten a Hollywood).

    El título del falso documental de Guest es un guiño obvio a la obra de Samuel Beckett, Esperando a Godot. Beckett llegó a quejarse del exceso de significados que críticos y todo tipo de teóricos le asignaron al personaje de Godot. Aunque las lecturas eran encontradas, la mayoría de ellas sugería que Godot era aquel o aquello a quien los personajes le atribuían el poder de dar sentido a sus vidas. Aunque si Godot nunca llega, esperarlo y/o hablar de él ya es algo parecido a existir. En Waiting for Guffman no hay ambigüedad: los actores de “Red, White and Blaine” ven en el productor neoyorquino la posibilidad de escapar del proverbial “pueblo chico”. Para Corky, la aprobación de Guffman significaría mucho más: por fin vería legitimada su convicción de ser más fino y sofisticado que sus conciudadanos. Por más que Corky aprecia el entusiasmo con el que los blaineanos lo ayudan a materializar su “visión”, los considera provincianos en comparación con él. Por no hablar de la cuadradez de Lloyd Miller (Bob Balaban), el director musical de la obra, que insiste en que las canciones deben sonar, por lo menos, entonadas. Para Corky, el arte no depende de nimiedades así.

    Waiting for Guffman tiene la suerte ambivalente de ser el tipo de película adorada por miles pero no tan conocida como para merecer menciones por su primer cuarto de siglo. No es que sea la primera en su tipo: la precede la más popular This is Spinal Tap (1984), dirigida por Rob Reiner, sobre una banda de heavy metal, y los pleitos, traiciones y delirios narcisistas de sus miembros. This is Spinal Tap y Waiting for Guffman tienen en común no solo el formato de falso “detrás de cámaras” sino al propio Christopher Guest: guionista, compositor y uno de los actores protagonistas del documental sobre metaleros. Aunque el debut como director de Guest ocurrió cinco años después en la película de ficción The Big Picture (1989), también una sátira sobre las burbujas del mundo del espectáculo, se considera que Waiting for Guffman es la película con la que encontró su voz y a su nicho de espectadores. Le seguirían Best in Show (2000), A Mighty Wind (2003), For your Consideration (2006) y Mascots (2016), todas en el mismo formato y casi con los mismos actores.

    En Waiting for Guffman nunca se ve un entrevistador a cuadro, pero las llamadas “cabezas parlantes” son clave para anclar la película en el género documental. Las entrevistas con personajes que parecen dirigirse a un interlocutor (y no a la cámara) permiten conocer la historia, profesión y rasgos de carácter de todos los que hacen posible el montaje de “Red, White and Blaine”. Entre ellos, los actores de la obra: Ron y Sheila Albertson (Fred Willard y Catherine O’Hara), un matrimonio de agentes viajeros que visten conjuntos deportivos coordinados y nunca han salido de Blaine; el Dr. Allan Pearl (Eugene Levy), ansioso de pertenecer al mundo de “los creativos”; Libby Mae Brown (Parker Posey), una empleada de la heladería Dairy Queen que habla con el chicle en la boca, y Clifford Wooley (Lewis Arquette, padre de los actores Patricia, Rosanna y David), taxidermista retirado que vive en una cámper, elegido por el propio Corky por ser un blaineano de cepa. (O sea, un aldeano, que contra toda lógica hace un papel impecable como narrador de la obra.) En sus audiciones, estos personajes cantan y bailan números musicales elegidos por ellos. Los Albertson cantan un popurrí que los confirma como los glamurosos de Blaine y, más inesperado, Libby Mae Brown hace una reinterpretación sexy del clásico de Doris Day, “Teacher’s pet”.

    Así como los ciudadanos de Blaine eligieron libremente su material para audicionar, los actores de Waiting for Guffman improvisaron sus líneas de diálogo en prácticamente todas las escenas. Saber esto hace más disfrutables momentos como aquel en el que el dentista, su esposa y el matrimonio de agentes viajeros (los “cuadrados” y los “de mundo”) van a cenar a un restorán chino. No encuentran temas de conversación, hasta que una espléndida Catherine O’Hara, con varias copas de vino encima, le pregunta a la esposa del Dr. Pearl “cómo es ‘estar’ con un hombre circuncidado”. Ni siquiera Guest, encargado de dirigir las escenas, podía prever qué rumbo tomarían. A su vez, los actores cuentan que el verdadero esfuerzo del rodaje era mantener la compostura ante los diálogos inesperados de Corky, cargados de una represión sexual invisible para los habitantes de Blaine. Puede que su ropa exótica (kimonos, chalecos cortos, etc.) y ademanes afeminados sean vistos por las audiencias de hoy como una representación homofóbica y estereotipada de “la gente del arte”. La crítica de Guest, sin embargo, está dirigida a un statu quo tan conservador que obliga al personaje de Corky a inventar la existencia de una esposa (a quien nadie ha visto nunca) para justificar que hace compras en tiendas de ropa para mujer. Su estrategia no lo salva de, por ejemplo, advertirles a los concejales que está a punto de pedirles algo (dinero) que duele tanto “como depilarse las piernas” o de salir furioso cuando se lo niegan, anunciando que va a ir a su casa “a morder una almohada”. El humor se deriva no tanto de la caracterización de Corky como de la ingenuidad irremediable y exasperante de los blaineanos. Esta ceguera y sus implicaciones son el blanco de la acidez de Guest.

    A diferencia de otras películas consideradas “de culto”, Waiting for Guffman tuvo buena acogida crítica. Solo Justine Elias, en su reseña para The Village Voice, escribió que la película le parecía “inteligente pero un poco cruel”, refiriéndose a que Guest se mofa de personas cuyo único pecado es tener “poco mundo”. Yo agregaría que es más condescendiente considerarse a sí mismo distinto a esas personas (como seguramente se vio a sí misma una crítica de cine de una revista contracultural neoyorquina). Es verdad que Waiting for Guffman se mofa de la autopercepción inflada de la mayoría de los habitantes de Blaine, pero ¿qué espectador podría estar seguro de conocer su justa medida? ¿Cuántos no han fantaseado con recibir el espaldarazo de alguien “que sí sabe” o suben a sus redes sociales fotografías desbordadas de cosmopolitismo, en su acepción más esnob? Sobre el mundo del espectáculo, Guest afirma en la versión comentada de la película (incluida en el DVD) que los actores de Broadway reaccionan igual que los actores de “Red, White and Blaine” cuando se enteran de que alguien “como Woody Allen” estará una noche entre el público. El comentario no contemplaba la cancelación posterior de Allen, pero el punto es vigente: la fantasía de ser “descubierto” no es exclusiva de los actores de teatro comunitario (ni de los actores en general). Quizás ese puente de identificación es lo que explica que Waiting for Guffman siga siendo el mejor mockumentary de Christopher Guest. En los siguientes, la sátira está dirigida a subculturas que se prestan a ello: los dueños de perros de concurso, los cantantes de folk, las botargas que sirven de mascotas de equipos deportivos. La llamada “crueldad” es menor porque la distancia entre ellos y cualquiera en la audiencia es significativamente mayor.

    Para probar al espectador que es más parecido de lo que imagina a cualquier habitante de Blaine, Guest tiende una trampa astuta. El día de la representación de “Red, White and Blaine” el asiento reservado al productor Mort Guffman permanece vacío un buen rato. Cuando por fin es ocupado por un hombre vestido de traje y aspecto respetable, uno está tan pendiente de sus gestos como los actores del musical. Al final de cada número musical –cada uno más malhecho y absurdo que el anterior–, el hombre sonríe complacido y asiente con la cabeza. Y uno se emociona, y contempla la posibilidad de que el connoisseur aprecie el ingenio de Corky o que vea en su estética camp algo digno de analizarse en Broadway. Secuencias después, esa ilusión se desinfla, y sentimos como propio el desencanto de los personajes. No importa que el resto del público haya ovacionado la puesta en escena. Esperábamos la validación de Guffman porque todos queremos huir de nuestro personal e imaginario Blaine. (Fernanda Solórzano – LetrasLibres.com)

  • Profundo Carmesí (Arturo Ripstein – 1996)

    Profundo Carmesí (Arturo Ripstein – 1996)

    Profundo Carmesí transcurre en México durante 1949. Coral Fabre, una enfermera de pacientes terminales que lucha por sacar adelante a sus dos hijos, sueña con la imagen de Charles Boyer. En el consultorio del corazón de una de las revistas que acostumbra a leer, encuentra un anuncio de un tal Nicolás Estrella que presume de su parecido con el popular actor francés y que se presenta como un «Caballero español en busca de relación sentimental». Coral decide escribirle. Basada en la historia real de la pareja de «corazones solitarios» Martha Beck y Raymond Fernandez, que en los años 40 cometieron una serie de asesinatos.

    Mejor Guion, Mejor Música y Mejor Escenografía (Festival de Venecia 1996)

    Mejor Actor, Mejor Actriz, Mejor Coactuación Femenina, Mejor Fotografía, Mejor Escenografía, Mejor Ambientación, Mejor Vestuario, Mejor Maquillaje y Mejores Efectos Especiales (Premios Ariel 1996)

    Premio Coral a la Mejor Película (Festival de La Habana 1996)

    • IMDb Rating: 7,2
    • Rotten Tomatoes: 80%

    Película (Calidad 1080p)

     

    El asesino en serie es tema recurrente en películas, novelas y series de televisión. Hombres que asesinan mujeres motivados por un deseo sexual reprimido, por el miedo al ridículo o por la opresión de una madre sobreprotectora. Pero, ¿qué lleva a una mujer a asesinar? Son pocas las féminas que traicionan el instinto materno, que es también, una vocación por la vida, por crearla y procurarla. Y son menos las películas que responden correctamente a esta pregunta. Contados los guionistas que escriben personajes femeninos sin caer en los estereotipos y lugares comunes. Tanto se han dedicado a marginar a la mujer en el cine que ahora la conocen muy poco, casi nada.

    La película Profundo Carmesí, de 1996, cuenta la historia de una pareja homicida, una especie de “asesinos de los corazones solitarios” a la mexicana. Coral (Regina Orozco) y Nicolás (Daniel Giménez Cacho) se encuentran por medio de la correspondencia del corazón que se publica en las revistas de los años 40. Nicolás es un gigoló profesional que en su intento por estafar a Coral se convierte paloma en lugar de ser gavilán. Ambos personajes se encuentran bien retratados, son seres egoístas, miserables y llenos de complejos. Pero, desde que vi la película hace algunos años, quien llamó mi atención fue Coral, una mujer que es capaz de abandonar a sus hijos y matar para satisfacer sus más bajas pasiones.

    Los ingenuos creerán que el deseo sexual es un tema masculino, como si las mujeres no fuéramos capaces de matar por una pasión carnal. En el cine de género hay de dos: o nos reducen al papel de víctima indefensa, o a vengativa pistolera de grandes senos. No ven que el deseo sexual de una mujer es muy poderoso, la puede llevar a la locura y convertirla en cruel verdugo. La diferencia que hay que entender es que el deseo femenino funciona de manera mucho más compleja que el masculino. Para un hombre basta con la vista, pero para una mujer la sensualidad está atada a su centro emocional.

    Coral, por ejemplo, es una enfermera que está acomplejada por ser lo peor para la sociedad, algo que no perdona nadie: ser gorda. Una puta todavía conserva un poco de dignidad en la picardía y en los admiradores masculinos, ¿pero gorda?, no, eso no se perdona. Hasta la hija pequeña de Coral (Sherlyn González) entiende esto, y la insulta diciendo «gorda asquerosa» cuando la descubre con la camisa abierta y la mano de uno de sus pacientes en sus pechos. Eres gorda, por lo tanto fea, por lo tanto no tienes derecho al sexo y tu ansia de tenerlo te convierte en una puerca. Entonces aparece Nicolás, este galán que primero la rechaza para luego regresar, llevarla a la cama y decirle «nunca había conocido una mujer como tú, carne y aroma sólo para mí». Por supuesto que la vuelve loca de deseo, y es que este hombre conoce la clave para seducir a una mujer: enaltecer su sensualidad escondida. ¿Quieren seducir a una mujer? Díganle lo que a ustedes más les gusta de ella, y que creen que nadie había notado antes. Obviamente también hay que cuidar la forma, noten que dijo «eres carne y aroma» y no una guarrada, un detalle que los hombres pueden olvidar. Los auténticos gigolós son caballerosos y encantadores porque saben que una mujer se siente apreciada cuando es tratada con delicadeza.

    En este punto de la historia Coral se convierte en una sumisa total y abandona lo que se supone es lo más preciado, sus hijos. Nada se puede oponer a su unión con su amado, ni siquiera el descubrir el hecho de que Nicolás la buscaba sólo por interés. Ella está dispuesta a pasar por alto todos sus defectos poniendo una venda frente a sus ojos y entregándose por completo a su deseo. Otro tip, a las mujeres nos encanta el gozo de la sumisión.

    Entonces pasa algo maravilloso en la trama de Profundo Carmesí: Nicolás se enamora de la gorda, porque tampoco puede creer que encontró a la persona que está dispuesta a todo por él, que no es más que un pobre diablo, un farsante acomplejado con una calva y un bisoñé para ocultarla. La feliz pareja se dedica a matar mujeres supuestamente por dinero, pero más bien, por alimentar su pasión con el juego de los celos. La autora de los asesinatos es Coral, ella elige a las víctimas, deja que sean seducidas por Nicolás y cuando no aguanta más los celos las asesina. Nicolás es el cómplice perfecto que la ayuda a deshacerse de los cadáveres y también hace de señuelo. Ya se va viendo como en esta historia el sexo, los celos y el asesinato hacen un cúmulo de pasiones perversas que no puede tener más que un final funesto.

    Al final encuentran a una mujer diferente a las anteriores. Diferente porque es bella, joven y tiene algo que Coral se negó a si misma, una hija. La presencia de esta mujer saca lo peor de los dos personajes. Coral se aleja por que se siente derrotada ante la belleza de ésta nueva mujer y la hija la hace enfrentar su culpa por el abandono de sus propios hijos. Nicolás, en cambio, se siente vulnerable y expuesto al ridículo. Inevitablemente ocurre el asesinato, esta vez más violento y de la mano de un Nicolás desesperado por haber roto el juramento de no tocar a otra mujer. En un acto de piedad retorcida Coral mata a la pequeña hija de su víctima. La niña no deja de llorar porque su madre ha muerto y no saben que hacer con ella, entonces Nicolás sugiere que la única salida es matarla. La respuesta de Coral es «déjame hacerlo yo. Yo sé como». Claro, ella es la mujer que se encarga de los niños, tuvo dos hijos propios y sabe alimentarlos, vestirlos, educarlos y, por lo tanto, sabrá matarla con ternura. Cuando Nicolás viene por el cadáver de la niña, Coral se niega a entregarlo «su mamá soy yo», dice. Si yo la maté por compasión, y lo hice con todo el cuidado con el que una madre baña a su hija, entonces yo debo ser la madre del cadáver, yo le quite la vida.

    Qué compleja es la locura de la asesina femenina. Coral me parece un personaje mucho más interesante que cualquier Norman Bates. No es de sorprender que el guión de Profundo Carmesí sea de una gran dramaturga femenina, Paz Alicia Garciadiego, la mejor cómplice que pudo tener Ripstein. Ellos son mi pareja de criminales favorita. (Laurette Flores – revistacinefagia.com)

  • Drifting Clouds (Aki Kaurismäki – 1996)

    Drifting Clouds (Aki Kaurismäki – 1996)

    Drifting Clouds es la historia de un matrimonio cuya relación y dignidad son puestas a prueba por los duros golpes de la vida. La pareja no suele correr riesgos y vive en un modesto apartamento de alquiler. Pero Ilona  pierde su empleo como camarera en el restaurante Dubrovnik, en Helsinki. Por si esto fuera poco, acaba enterándose de que Lauri ya hace un mes que ha sido despedido de su trabajo como conductor de tranvía.

    • IMDb Rating: 7.7
    • RottenTomatos: 91%

    Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

     

    Ilona (Kati Outinen) y Lauri (Kari Väänänen) son un matrimonio de clase media, ella trabaja como la coordinadora de sala en un restaurante, él es chofer de tranvía. La crisis se ciñe sobre ambos cuando en un período muy corto ambos pierden su trabajo, las mejores épocas del restaurante han pasado, las del tranvía también, la población casi no utiliza este medio de transporte.

    A partir de ese punto, Kaurismäki -guionista del filme fiel a su costumbre- ofrece un verdadero camino lleno de dificultades con la fría Helsinki de fondo, frío que se transmite a sus protagonistas quienes no logran salir avante. Outinen es una actriz con una mirada que se muestra ajena, distante, y lo más importante, llena de dolor, de ansias por gritar de forma exasperada, su personaje lucha en el silencio, controla sus emociones.

    La ayuda estatal para las personas desempleadas es trazada como una mendiguez en algún momento de Drifting Clouds, de ahí que no se busque hasta que la situación sea extrema. Este es un punto donde los personajes intentan rescatar su dignidad como humanos, como personas que efectivamente pueden producir si se les dan los medios. No es que no quieran trabajar, es que no tienen dónde.

    El licor es un elemento recurrente y varios de los personajes -su marido incluido- optan esta salida, una que los enajena y los hace ausentes (aunque sea por unas cuantas horas) de la situación en la que se encuentran, que cada vez resulta ser más agobiante, como es de esperar. Una enorme crisis laboral que se extiende largo, el Kaurismäki más ácido y crítico del sistema.

    Drifting Clouds se desenvuelve con gran tino gracias a que su director sabe manejar muy bien los tiempos y las acciones, efectivamente, se presenta una crisis, la búsqueda de subsistir, pero los distintos medios que propone hacen que el filme nunca caiga, sino que siempre va avanzando de forma bastante acertada, debido a las diversas situaciones en las que se ven envueltos los personajes.

    El cierre de Drifting Clouds valga decir es bastante hermoso y esperanzador, después de todo el sufrimiento una luz de esperanza aflora, a fin de cuentas los problemas son pasajeros, como las nubes que le dan título al largometraje. (César Mena – Krinégrafo.com)

     

  • Breaking the Waves (Lars Von Trier – 1996)

    Breaking the Waves (Lars Von Trier – 1996)

    En Breaking the Waves, a principios de los años 70, Bess, una ingenua joven de un pueblo costero de Escocia, se enamora de Jan, un hombre mundano que trabaja en una plataforma petrolífera. A pesar de la oposición de la rígida comunidad puritana a la que pertenece, Bess y Jan se casan. Tras la boda, él vuelve a su trabajo, y ella cuenta los días esperando su vuelta. Bess, una creyente devota, cree que su amor está bendecido por el cielo; pero un día sucede un terrible accidente.

    Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 1996
    Mejor Película, Mejor Actriz y Premio FIPRESCI en los Premios del Cine Europeo 1996
    Mejor Película Extranjera en los Premios César 1996

    • IMDB Rating: 7,9
    • Rottentomatoes: 84%

    Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

     

    Curiosamente he visto la Trilogia del Corazón Dorado del danés Lars Von Trier justo al revés del orden cronológico en el que fue creada. Comencé por la traumática y hermosa experiencia de Dancer in the Dark, luego pasé por la radicalmente innovadora y agresiva Idioterne, para ahora terminar con la que probablemente sea la mejor de la serie y de la carrera de Von Trier, la prácticamente perfecta Breaking the Waves.

    Esta película cuenta la historia de Bess McNeill, una mujer que habita una comunidad de Calvinistas extremadamente rigurosos, que decide casarse con un obrero de plataformas petroleras ajeno a su religión, que poco a poco le abre los ojos a experiencias que nunca había experimentado: el amor, el sexo y la libertad de pensamiento.

    Todo se complica cuando Jan, el esposo de Bess, sufre un accidente laboral y queda paralítico, justo después de que ella le pide a Dios que regrese a Jan de cualquier forma a casa. La culpa de la mujer y su creencia de que puede mantener diálogos directos con Dios, comienzan a complicar las cosas hasta un punto en que el amor y la bondad extrema de Bess degeneran en sacrificios extremos y situaciones terribles que afectarán profundamente a cualquier espectador a prueba de balas.

    La forma de filmar que utiliza Von Trier en Breaking the Waves es sumamente directa, dejando ver siempre su estilo «Dogme 95» (aunque no sea una película completamente Dogma) de cámara en mano, producción austera y soundtrack natural en casi todas las escenas, sin embargo las secuencias obtenidas son de gran belleza y poseen una fuerza impresionante.

    El elenco de la cinta es fantástico, con una debutante Emily Watson en el papel de Bess, con un imponente Stellan Skarsgard como el enigmático esposo y con una decena de fantásticos actores entre los que destacan la pareja de amigos de Jan, el doctor de Bess y el patriarca Calvinista.

    Este filme tiene tantas cosas dignas de un profundo análisis, que debería dedicar un largo rato a desglosarlo, sin embargo, una última cualidad que quiero destacar es el maravilloso tratamiento religioso que da Von Trier al desarrollo del guión. De esta forma la cinta se plantea siempre esa incertidumbre en la que no se sabe si los eventos son en verdad obra de la casualidad, la deidad o la voluntad humana, pero que sin embargo, predica que la habilidad de creer o tener fe en algo es uno de los mayores alicientes que tiene el ser humano para seguir adelante.

    El soundtrack, presentado únicamente en pequeños segmentos de separación entre los 7 capítulos que dividen la historia, es un elemento fantástico de ambientación, con piezas de autores como Leonard Cohen, David Bowie o Elton John, que dan un necesario momento de reflexión al espectador entre toda esa oleada de brutal realismo.

    Breaking the Waves es una de esas cintas en que la evolución de la historia y los personajes es completamente fantástica. El análisis que hace Von Trier de la condición humana y los inconvenientes de ser verdaderamente «Puro de Corazón» es sobresaliente, la sutileza de los cambios psíquicos que sufren los personajes con el devenir de las situaciones se desarrolla a la perfección y el guión está tan bien elaborado de principio a fin que ésta termina siendo, para mi gusto, una de las máximas exponentes de la cinematografía mundial de todos los tiempos. (pelidelasemana.com)

  • Hard Eight (Paul Thomas Anderson – 1996)

    Hard Eight (Paul Thomas Anderson – 1996)

    En Hard Eight, John es un hombre sin recursos que vive en Reno. Un día, un misterioso individuo llamado Sydney, lo invita a desayunar y le ofrece la oportunidad de ganar dinero acompañándolo por los casinos. Todo les va muy bien, pero John se enamora de una camarera que está dispuesta a hacer lo que sea por conseguir dinero.

    • IMDb Rating: 7,3
    • RottenTomatoes: 83%

    Película / Subtítulo (Calidad 720p)

    Plano abierto de un bar a la vera de la ruta. Un hombre se acerca caminando a la entrada. La cámara lo sigue desde atrás, a la altura de la cintura, y no vemos quién es salvo por el fugaz reflejo de su figura en el vidrio de la puerta. Sentado en el suelo hay otro hombre, con los brazos cruzados y la mirada perdida hacia el piso. “¿Querés una taza de café? ¿Un cigarrillo?”, le pregunta el primero. Entran, se sientan, charlan. Uno, el más viejo, parece destilar sabiduría en cada palabra; el otro, más joven, luce desahuciado. Dos años después ya son amigos, en una relación casi paternal. Averiguar por qué el viejo Sydney decidió invitar al joven John, que parece ser un extraño, es el motor de la trama de la película.

    Hard Eight, primer largometraje de Paul Thomas Anderson, es una expansión del mundo que había creado para su cortometraje Cigarettes & Coffee, pero bien podría ser una reversión no declarada de Bob le Flambeur (1955), de Jean-Pierre Melville. Anderson reemplazó los bares nocturnos de París por los casinos de una Las Vegas sin glamour, pero Bob y Sydney son el mismo tipo de persona: apostadores que ven al juego como un azar que, con rigor personal, puede ser controlado antes de padecerlo como una adicción. Aunque sus finales -y, sobre todo, los de sus hijos adoptivos- serán muy distintos.

    Vista hoy, con la ventaja que dan los casi 20 años transcurridos, es sencillo descubrir en Hard Eight casi todos los temas que luego atravesarían la obra de Anderson. Fundamentalmente dos: el azar y la búsqueda de redención. Incluso en sus momentos más oscuros la película se mueve con la fluidez de una Steadycam y se va desenvolviendo con la seguridad y la pulcritud de quien tiene claro qué está haciendo. Y se recuesta permanentemente en la extraordinaria actuación del gran Philip Baker Hall, en uno de sus escasos protagónicos. Su manera de caminar por las bochincheras salas de los casinos, la precisión con que maneja las palabras y las pausas (“No deberías hacer una pregunta como ésa a menos que conozcas la respuesta”), su mirada imperturbable a la que nada parece escapársele convierten a Sydney es uno de los grandes personajes del cine negro contemporáneo.

    Un par de datos finales, que no supe cómo encajar en el resto del texto. El título elegido por Anderson para Hard Eight era Sydney, pero los distribuidores decidieron cambiarlo; en Argentina se editó en VHS, sin pasar por los cines, como Vivir del Azar. (Informe Paul Thomas Anderson por Santiago Martínez Cartier para Hacerselacritica.com)

  • Fargo (Joel Coen – 1996)

    Fargo (Joel Coen – 1996)

    En Fargo, un hombre apocado y tímido, casado con la hija de un millonario que le impide disfrutar de su fortuna, decide contratar a dos delincuentes para que secuestren a su mujer con el fin de montar un negocio propio con el dinero del rescate.

    Mejor Actriz y Mejor Guión Original en los Premios Oscar 1996
    Mejor Director en el Festival de Cine de Cannes 1996
    Mejor Director en los Premios BAFTA 1996
    Mejor Película en el Círculo de Críticos de Nueva York 1996
    • IMDb Rating: 8,2
    • RottenTomatoes: 94%

    Película / Subtítulo


    Fargo es una comedia macabra, muy muy negra, dramática en algunos puntos que narra las vidas de un vendedor de coches que está dispuesto a estafar, mentir y engañar sin límite por un mísero dólar -y que en realidad busca muchos más-, una pareja de delincuentes mal avenidos pero reunidos para un trabajito extraño y una sheriff embarazada de siete meses que se encuentra con el resultado de todo ello y empieza a tirar del hilo poco a poco. El resultado es una gran bola de nieve que empieza a deslizarse ladera abajo hasta convertirse en un alud sobre el que sólo sabe surfear el personaje de la sheriff, la única que permanece siempre fría y consciente del mundo que le rodea.

    El gran acierto de los Coen es contar la historia criminal desde un punto de vista cotidiano y humano. Alejan la acción de un entorno urbano y ajetreado y la encuadran en una solitaria zona nevada y en aparente invierno permanente. Allí las cosas suceden a otro ritmo; pude haber un muerto sí, pero es importante haber desayunado bien, preguntar a la gente por los vecinos y familiares y contar un chiste malo -o no tan malo, depende de quién lo escuche – en mitad de un trayecto en coche de vuelta a la oficina para luego comer hamburguesas traídas por un marido preocupado por un concurso de sellos en mitad de un triple asesinato.

    Más valor tiene aún el papel para McDormand, que de verdad aporta serenidad y un punto de vista de espectador bastante alejado de lo normal en estos casos. Si empatizamos con ella nos damos cuenta de las mismas cosas que ella, pasamos por encima de los tópicos del crimen y vemos más allá, al sentido mismo de la existencia humana y al tránsito entre la decepción por ella y la sensación de que la vida transcurre entre momentos personales transcendentes, como la vuelta a casa y el abrazo con el ser querido. Magistral, de verdad, el papel y la interpretación de McDormand.

    Fargo está salpicada como es habitual por pequeñas piezas hilarantes y totalmente creíbles en un entorno con seres humanos normales, como el que representa Buscemi más que nadie: que cometen errores absurdos, que pelean por cuatro dólares -ojo al precendente que marca para el personaje de Buscemi esa escena- cuando están a punto de ganar ochenta mil o por medio coche cuando se tiene casi un millón escondido, que se divierten viendo cómo alguien encapuchado intenta correr por la nieve, que intentan tener una conversación normal con una prostituta nada interesada en ese arte -y la natural escena de cama en la que desemboca-, que se ensaña cabreado con los que le intentan engañar,… Fargo es dvertidísima, macabra y original, como (casi) siempre con los Coen. (Francis)

  • Secrets and Lies (Mike Leigh – 1996)

    Secrets and Lies (Mike Leigh – 1996)

    En Secrets and Lies, Hortense, una joven negra que vive en Londres y que acaba de perder a sus padres adoptivos, siente la necesidad de conocer a su madre biológica, la cual la dio en adopción nada más nacer. Cuando por fin la encuentra, resulta ser una mujer soltera que trabaja en una fábrica.

    Palma de Oro y Mejor Actriz (Festival de Cannes 1996)

    Mejor Film Británico, Mejor Actriz y Mejor Guion (Premios BAFTA 1996)

    Mejor Película Europea (Premios Goya 1996)

    • IMDB Rating: 8,0
    • Rottentomatoes: 94%

    Película / Subtítulo (Calidad 1080p)

    Obra maestra. Cuando hay una película sobresaliente, como en Secrets and Lies, hay que aprovechar esa primera oración, con todo su impacto visual, para anunciarlo. Y Mike Leigh, que en su gran trayectoria ha entregado productos notables, es responsable de una de las mejores películas de la década del 90, que no es otra que la famosísima Secrets and Lies, Palma de Oro en el Festival de Cannes (1996). Apelando al costumbrismo británico, recurso predominante en su obra, y en menor medida a “reojo social”, habla de un tema tan común como la dinámica familiar, pero estructurando la idea desde una familia que lo es todo, menos unida. Además, este director y guionista se encarna en el cuerpo de más de un personaje, dando gritos nerviosos que pueden servir de moraleja, de comparación o de contemplación de la –siempre muy agradable- desgracia ajena. Y uno de esos personajes es el que tan bien interpreta Timothy Spall, un hombre que intenta ponerle una sonrisa al mundo, aunque el mundo no quiera sonreír; y es él el que parece llevar consigo, como una carga, la desunión general. Es el personaje más humano, simpático y agradable, por quien podemos llegar a sentir angustia o compasión, aunque a veces también admiración. Y da un grito que refleja lo que se quiere transmitir. Un grito que funciona como una olla a presión, que conmueve. Un grito que es producto del dolor, un dolor incomprendido por seres individuales e individualistas. Así, en Secrets and Lies, hay cosas que el corazón del hombre no puede contener, que necesita manifestar casi con urgencia, con enorme necesidad.

    Además, como en todos los trabajos de este artista, el funcionamiento del elenco conlleva a mayores sorpresas de las esperadas: un dúo protagónico conformado por Marianne Jean-Baptiste y Brenda Blethyn, que es de los mejores que se hayan visto en la gran pantalla. Porque pocas veces un drama tan terrible puede sacar tantas carcajadas, y eso se debe en gran parte a la naturalidad con la que estas dos actrices se expresan, con personajes que bastante tienen que decir. Dos personajes atípicos, que no caen en el pozo ciego del odio, producto del abandono, y que complementa el deseo de búsqueda de un origen con el amor y la comprensión a las acciones de alguien que ha dejado de ser quien alguna vez ha sido. El resto del elenco, brillante. Ver a Lesley Manville, en un rol comiquísimo, ligero y egocéntrico, y ver a tantos actores trabajando de verdad, es todo un placer. Además, ver a actores danzar con una música interesante y con bastante ensayo, difícilmente acabe en un mal espectáculo. Y aunque las cosas salgan mal, está la gracia que tanto caracteriza al cine británico. Esa alegría que muchas veces exudan estos dramas cotidianos, y que imponen amor, respeto y admiración: a personajes con los que no es difícil identificarse, a un guión que es tremendo, a un director que es todo un profesional.

    Joyas, como Secrets and Lies, se ven pocas, y con la delicadeza con la que Mike Leigh las trata, menos aún. Una obra sofisticada, concisa y hermosa. Una jauría de palabras que muerden hasta el hueso, porque no ladran, no prometen ni se van por las ramas. Por la precisión con la que se trata una temática tan interesante, por las vueltas de tuerca de la historia, por el final, por el cine, debe ser vista.