The Hours es la historia de tres mujeres de épocas diferentes que tratan de encontrarle un sentido a la vida. A principios de los años 20, Virginia Woolf, en un elegante barrio de Londres, lucha contra su locura mientras empieza a escribir su primera gran novela: Mrs. Dalloway. En los años 50, en Los Ángeles, a Laura Brown, una mujer casada y con hijos, la lectura de Mrs. Dalloway le resulta tan reveladora que empieza a considerar la posibilidad de cambiar radicalmente su vida. En Nueva York, Clarissa Vaughan, una versión actual de Mrs. Dalloway, está enamorada de su amigo Richard, un brillante poeta enfermo de SIDA.
Oso de Plata a la Mejor Actriz en el Festival de Berlín 2002 (Streep, Kidman, Moore)
Mejor Actriz en los Premios Oscars 2002
Mejor Película Drama y Mejor Actriz en los Globos de Oro 2002
- IMDb Rating: 7,5
- RottenTomatoes: 80%
Película / Subtítulos (Calidad 1080p)
«La vida de una mujer en un solo día…y en ese día, toda su vida. Alguien tiene que morir para que los demás aprecien el tesoro de la vida… es el contraste. No se puede encontrar la paz, evitando la vida, Leonard.» (Virginia Woolf)
The Hours, de Stephen Daldry, es la adaptación de la novela homónima de Michael Cunningham publicada en 1998. Además, como si se tratase de metaliteratura, tanto la novela original como la película, se desarrollan a través de la obra quizás más conocida de Virginia Woolf, La señora Dalloway.
The Hours se inicia con la recreación del suicidio de Virginia Woolf (Nicole Kidman), quien se arroja al río Ouse, muy cerca de su casa de Sussex (Inglaterra), con la ropa rellena de piedras. Previamente, ha dejado dos cartas: una para su marido Leonard y otra para su hermana Vanessa. Esta secuencia da paso a la presentación de tres mujeres, cuyas historias se van a desarrollar a lo largo del filme. Virginia Woolf, Laura Brown (Julianne Moore) y Clarissa Vaughn (Meryl Streep).
A Virginia Woolf la veremos afectada por su trastorno bipolar en su residencia de Richmond, Inglaterra, en 1923, cuando escribió su cuarta novela, La señora Dalloway, que fue publicada el 14 de mayo de 1925. Su historia girará en torno a esta novela y se pondrán de manifiesto, abiertamente, temas centrales, como la locura, la homosexualidad, la pareja y, por supuesto, el suicidio. A través de la interpretación de Nicole Kidman, asistiremos a ese mundo interior que atrapa al escritor en el momento en que se encuentra en pleno proceso creativo: hablando sola mientras va a dar un paseo por la calle y decidiendo quién debe morir y quién debe vivir en su novela o, incluso, abstraída totalmente de una conversación con su familia que ha ido a visitarla, mientras toma decisiones acerca del modo en que desarrollará su historia.
Laura Brown, cuya historia se desarrolla en Los Ángeles durante 1951, es probable que se encuentre aquejada de un problema de depresión, aunque a diferencia de Virginia Woolf, ella no es consciente del problema (Virginia Woolf sí que sabía lo que le ocurría y estaba sometida a tratamiento y vigilancia por ello). Laura elegirá la vida antes que la muerte. Se trata de un personaje que se ve imposibilitado para tomar decisiones, que se encuentra perdido, sin un rumbo u objetivos que alcanzar. Esta es, por tanto, la idea que pone de manifiesto la interpretación de Julianne Moore, la de un ser desorientado, que parece no haber encontrado su sitio en la vida, que actúa sistemáticamente sin pensar y que, realmente, es como si se encontrase asfixiada en el mundo en que vive, del cual desea salir a toda costa. Este es de esos personajes que valen más por lo que callan, que por lo que dicen y bien podría interpretarse a raíz de su entorno. Laura necesita referentes y lee la novela de Virginia Woolf, La señora Dalloway, e inevitablemente, se ve influida por ella, a medida que la va descubriendo, desde el momento en que empezó a leerla esa misma mañana.
Y Clarissa Vaughn, cuya historia se desarrolla en Nueva York, en 2001, es un personaje que se encuentra dedicada a la enfermedad de SIDA que sufre el poeta Richard. Clarissa viene a ser la representación del personaje principal de la novela de Virginia Woolf, la señora Dalloway pero en el siglo veintiuno. Al final, Clarissa representará la resignación, ante la imposibilidad de hacer algo por evitar el suicidio de Richard.
En este sentido, cabe indicar que los personajes de Clarissa y de Richard se identifican sin problemas con los personajes centrales de la novela.
Podríamos pensar que la idea central de The Hours es la del suicidio, sin embargo, según ha llegado a manifestar el propio Stephen Daldry, «el tema de la película no es la depresión femenina, ni la ambigüedad sexual, sino los altos costes a pagar para los cambios que son necesarios que uno mismo efectúe por o para la libertad de los demás».
Pero, sobre todo, termina por revelarse también una idea en The Hours, que no deja de estar presente en ningún momento. Es la idea de la soledad. Estamos ante tres mujeres que se sienten profundamente solas y parece que por más esfuerzo que pueda hacer su entorno por que salgan de ahí, se antoja como algo imposible y, en cada uno de los casos, termina por haber una solución diferente, una vía de escape o de salvación que las haga dejar esa carga tan pesada atrás. En el caso de Virginia Woolf es el suicidio, en el caso de Laura Brown es la elección de vivir, huyendo y dejando a su familia que parece asfixiarla, y en el caso de Clarissa Vaughn, es aceptando la situación en la que vive.
El guion adaptado de la novela es fiel a la misma. En cuanto a la estructura narrativa, se trata de tres historias diferentes que aparentemente no tienen nada que ver entre sí, pero finalmente sabremos que, en realidad, es como si se tratase de la misma historia. Las tres historias se encuentran fragmentadas entre sí, dándose paso una a la otra durante todo el filme. Se nos cuenta las 24 horas en la vida de cada una de las protagonistas («la vida de una mujer en un solo día…y en ese día, toda su vida»).
El guionista David Hare dice lo siguiente acerca del trabajo que tuvo que realizar: «En la película, no se puede disponer de la voz interior a menos que sea voz en off… Desde el mismo principio, convenimos meridianamente que no usaríamos la voz en off; una vez que esto estaba claro, tuve que crear cierto número de situaciones que expresaran lo que estaba pasando en el interior de la mente de los personajes sin tener que explicarlo. Por ejemplo, todo el tema del estado en que el marido de Laura ha regresado de la guerra: necesitamos saber cómo ha afectado al matrimonio su experiencia bélica. Hay la sensación de que la Segunda Guerra Mundial se filtra en la película, lo que tuve que explicitar en la escena de la fiesta de aniversario hacia el fin del film, donde él habla acerca de la primera vez que la vio. Por supuesto, eso no se expresa abiertamente en el libro. Tuve que generar toda una serie de situaciones como esta para comunicar lo que pasaba en el interior de los personajes. Otro ejemplo: también tuve que cambiar completa y radicalmente al compañero de Clarissa, y la vida privada de esta, para recrear y expresar varios aspectos que se producen en sus mentes (…). En el libro se ahonda en lo que les sucede a Clarissa y a Richard cuando eran jóvenes, y ello es excelente para la novela. Pero nosotros ya teníamos las tres historias, y la idea de retroceder en el tiempo en alguna de ellas no me parecía apropiada. Quería hacerlo por medio de lo que dicen los personajes, y del modo en que permanecen juntos, en lugar de mostrarlo. Creo que descartándose uno mismo estas vías, se aplica una disciplina en las cosas que resulta más enriquecedora».
En este sentido, según la clasificación que realiza Gérard Genette, hay que destacar que los pasos del tiempo en The Hours se encuentran representados por la silepsis. Es decir, nos encontramos ante un reagrupamiento anacrónico regido, en este caso, por un parentesco temático entre las tres historias que se desarrollan y que no podríamos considerar estrictamente como flashback ni flashforward. De poder aplicarse esta clasificación a alguna de las historias, sería a las de Laura Brown y Clarissa, en las cuales el nexo de unión sería Richard, de forma que su figura sí que daría forma a los términos de flashback y/o flashforward.
En relación al tiempo fílmico y al tiempo diegético de la película, hay que indicar que, como viene siendo habitual, el tiempo diegético es superior al tiempo fílmico, aunque realmente, como ya se ha indicado, el tiempo diegético en este caso abarcaría 24 horas de la vida de las protagonistas.
Además, el montaje cuenta con una precisión envidiable. A través de este se da forma a otra de las ideas que ya hemos expresado y es que se consigue contar tres historias, cada una de ellas relatada de forma no lineal, interrumpidas entre sí, es decir, narrada en paralelo, aunque al final nos demos cuenta de que se trata de una misma historia (en este caso, su nexo de unión sería, de alguna forma, precisamente la novela de Virginia Woolf, La señora Dalloway).
Así, el montaje casi siempre termina dando una idea de continuidad en la transición de unas escenas a otras, ya sea entre escenas de la misma historia-protagonista, como entre escenas de diferentes historias-protagonistas. Esto se consigue utilizando siempre un elemento material o un gesto, por ejemplo, que suele dar paso a la escena siguiente, que permite identificarla como diferente.
De esta manera, a lo que se estaría dando forma es a la idea a través de la cual se funde el pasado con el presente, que ya ambos irían en este caso de la mano, como ya hemos indicado, al final se trata de la misma historia. La memoria pasa a convertirse en presente. Cuando Laura Brown aparece en casa de Clarissa, entendemos que el círculo queda cerrado, que el pasado ha tomado vida en el presente y todo tiempo, presente y pasado, es lo mismo.
La fotografía de Seamus Mc Garvey (We Need to Talk about Kevin, Nocturnal Animals) tiene unos tonos apagados, predominando los grises en la mayor parte del filme, que transmiten ese estado de pesimismo que planea en todo el metraje y esa idea que parece empujar a sus personajes a querer suicidarse de forma permanente, como una solución a la situación por la que atraviesan.
Por último, la banda sonora compuesta por Philip Glass, tal y como indica Celia Romea Castro: «puntúa expresivamente los créditos iniciales y las escenas del film […] Glass opta por imitar el estilo de Michael Cunningham en la novela y el de David Hare en el guión: superpone pautas y sigue un continuum que avanza a través del tiempo y del espacio, mientras las historias se mezclan».
Nos encontramos también ante una desmitificación del mito. Nuestro héroe, en este caso Virginia Woolf, una escritora que goza de gran popularidad, que escribe de manera sobresaliente, que cuenta con todo el reconocimiento que se pueda tener ante el público y, sin embargo, su mundo interior se derrumba ante la imposibilidad de superar su trastorno bipolar, con esas voces interiores que dice escuchar y cierta locura incontrolada en algunos momentos.
Así, podríamos considerar The Hours como una nueva relectura de la figura del héroe, pero se trataría de una relectura desmitificadora.
Y como relectura de la memoria histórica actúa también The Hours, en la que a Virginia Woolf, defensora del feminismo, la podemos reconocer en esa búsqueda incesante de los mismos derechos para mujeres y hombres. La escritora fue autora del ensayo Un Cuarto Propio (1929) que suponía una defensa de la independencia económica y creativa de las mujeres, definiendo la condición de la mujer a lo largo de la historia de la literatura, con el fin de intentar convencer de la necesidad de cambiar la historia, revelando de este modo la evolución de su pensamiento feminista.
Así, podemos apreciar en The Hours esa lucha que mantuvo Virginia Woolf para tomar decisiones por sí misma, para crear y escribir historias, en contraste con la situación de Laura Brown, agarrotada y gravemente aquejada por una incapacidad para decidir, cuyo origen podría encontrarse en la relación que mantiene con su marido y más aún en los propios valores de la sociedad todavía predominantes en esa época.
Pero donde realmente vendría a tomar una forma bien precisa esta idea, es en la historia de Clarissa Vaughan, que tal y como indica María del Mar Paul Arranz «es el prototipo de la mujer del siglo XXI: trabajadora, libre, independiente, tan libre y tan independiente que vive abiertamente su relación lésbica, si bien en un refinado y exquisito círculo intelectual». Clarissa, por tanto, nos da la clave para entender la evolución que, en este sentido, se ha producido desde la época de Virginia Woolf hasta nuestros días. (Raúl Liébana – ElEspectadorImaginario.com)
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