En The Lost Daughter, las vacaciones en la playa de una mujer madura toman un giro oscuro cuando comienza a obsesionarse con otra mujer y su hija, lo que la obligará a tener que enfrentarse a problemas de su pasado y de su primera maternidad.

Mejón Guión en el Festival de Vecenia 2021

  • IMDb Rating:6,9
  • RottenTomatoes: 96%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Que la maternidad es más complicada que lo que las abuelas solían asegurar ya no es novedad alguna. Sin embargo, el cine –en especial, el estadounidense– tiene bastantes problemas a la hora de reflejar vivencias personales difíciles ligadas al hecho de ser madre. No me refiero al trato que se puede dar luego, en la adultez, sino a la incómoda sensación que muchas madres tienen, cuando sus hijos o hijas son pequeños, que su vida personal y profesional pasa a segundo plano o bien desaparece por completo al tener que ocuparse de ellas y ellos. The Lost Daughter, la opera prima en cine de la actriz Maggie Gyllenhaal, va a lo profundo del tema al mostrar dos instancias paralelas en la que esta relación presenta sus bemoles. Una transcurre en el presente y la otra es un recuerdo cuyas heridas, como dice el tango, «no cierran y sangran todavía».

Adaptada de la novela La figlia oscura, de la escritora italiana Elena Ferrante (es una novela corta de la enigmática autora de la saga de cuatro libros conocida como Dos amigas) la película se centra en las experiencias que Leda (Olivia Colman, de The Favourite), una profesora inglesa de literatura italiana, tiene durante unas vacaciones en una isla griega. El film comienza mostrando una escena a la que volverá más cerca del final y en la que Leda camina hacia el mar y se desploma al borde del agua. De ahí el film viaja para atrás a la llegada de la mujer a esa bonita isla, donde se instala en la casa del faro, cuyo dueño es un norteamericano que vive allí hace décadas (Ed Harris) y que suele contarle a los visitantes sus historias de Leonard Cohen, poeta y cantautor que pasó muchos años de su vida en ese tipo de islas.

Leda es inglesa pero vive y da clases en Cambridge, Boston, hace muchos años. A todo el que le pregunta le dice que tiene dos hijas, Bianca de 25 y Martha de 23. Y de a poco iremos conociendo más de esa historia y esa relación. Lo que la llevará a enfrentarse con las experiencias que vivió con sus hijas cuando eran pequeñas es la serie de sensaciones que tiene en la playa al ver a Nina (Dakota Johnson) no poder lidiar con su propia hija pequeña y, a la vez, con su familia política, de aspecto bastante agresivo. El primer choque entre Leda y esa familia se da cuando ella se niega a mover su reposera del lugar en el que está y de allí en adelante habrá tensión entre los lados. A tal punto que, cuando Elena, la hija de Nina se pierda, Leda la encontrará y la llevará de vuelta con su madre pero, instintivamente, se quedará con la muñeca que le pertenece a la chiquita. Y no cederá a devolverla por más que vea que «Elenita» llora y sufre y que toda la familia recorre el pueblo para encontrarla. Sí, a la muñeca.

Ese episodio disparará el otro gran bloque narrativo de The Lost Daughter, uno en el que Leda recuerda su propia juventud, cuando sus dos hijas eran pequeñas, de similar edad a la de Elena en la actualidad. Interpretada allí por la extraordinaria Jessie Buckley (la actriz de I’m Thinking of Endinds Things, uno de los grandes descubrimientos actorales de los últimos años), la joven Leda debe lidiar con su pasión por la literatura –y sus trabajos académicos en el área– y con la necesidad de atender a la vez a sus movedizas e inquietas niñas, que no parecen dejarla tranquila ni un solo momento. Su marido hace lo que puede para ayudarla, pero las chicas –quizás conscientes de que la cabeza de su madre suele estar en otro lado– requieren permanentemente la atención de Leda.

De allí en adelante la historia se desarrollará entre el pasado y el presente, muchas veces haciendo ecos allá de las cosas que Leda atraviesa acá. En la isla sucederán una serie de hechos un tanto más relacionados con la tensión y el suspenso, ya que esta «familia medio mafiosa» y malvada, tal como la describe Will (Paul Mescal, la estrella en ascenso de Normal People), un joven que trabaja en la playa, empezará a acosar y a molestar de diversas maneras a Leda, quizás porque la ven como una mujer independiente que puede ser una mala influencia para la un tanto atribulada Nina. Y, en el pasado, la tenue estructura familiar de la mujer empezará a desarmarse, especialmente cuando Leda viaje a un congreso y conozca al Profesor Hardy (Peter Sarsgard, marido de Gyllenhaal en la vida real), a quien admira.

Lo más llamativo del The Lost Daughter, además de su tratamiento franco y sin falsas soluciones al problema de la maternidad complicada, es su puesta en escena, la manera en la que la realizadora se expresa visualmente, un estilo que remite mucho más al cine europeo que al estadounidense, tanto desde el uso de la luz (de la gran Hélène Louvart, DF de Agnés Vardá, Eliza Hittman, Alice Rohrwacher, Marc Recha y la argentina María Alché, entre muchos otros) como en la manera más contemplativa, sensual y, por momentos, alejada de las estructuras narrativas clásicas que tiene la propuesta, especialmente si uno la toma como una película que se integra a la oferta mucho más convencional que suele tener Netflix. La comparación con el cine de Rohrwacher no le queda mal. No solo parece haber una relación de afinidad estética ahí sino que Alba Rohrwacher –la hermana actriz de Alice– tiene un papel breve pero importante en el film.

Dentro de dos bloques narrativos potentes, de a poco el pasado empieza a volverse más rico que el presente. Y no solo por que lo domina cierta tensión ligada a cómo pudo haber avanzado la relación entre Leda y sus hijas sino porque allí la directora es consecuente con las ideas que plantea, jamás pintando a Leda como una «mala madre» sino como una mujer atravesada por pulsiones y deseos que no siempre pueden congeniar entre sí con la maternidad. Lo que daña, un poco, la trama en tiempo presente es ese tono de policial que se le intenta adosar a la película a partir de las malas maneras que la familia (y otra gente del pueblo) tiene con Leda. Da la impresión que lo que se intenta demostrar ahí es que no todas las familias están dispuestas a tolerar una mujer con ideas independientes y capaz de alzarle la voz a los hombres, pero de todos modos la propia trama resulta mucho menos plausible o interesante.

Las actuaciones de todos los miembros del elenco son extraordinarias. Además de Colman y Buckley (que no se parecen, necesariamente, más que por cierta manera de mirar) se luce Johnson en el papel de otra mujer atribulada por niña, marido y familia política. Hay un espejo en la relación entre ambas y la película pone en primer plano las similitudes de sus sensaciones, así como las diferencias en lo que respecta a sus acciones. En una cultura –o familia– en la que el patriarcado es más brusco y presente, parece muy complejo que Nina salga de la trampa en la que se ha metido… por más que a su manera lo intente.

Película inteligente, audaz, enigmática, The Lost Daughter quizás frustre a los que esperan un relato más académico de parte de Gyllenhaal –que no actúa en el film– pero fascinará a los que se dejen llevar y sorprender por la seguridad, el talento y la creatividad con la que la actriz de The Deuce (serie en la que interpretaba a una actriz porno convertida en realizadora de películas «de autor») se maneja detrás de cámara. Se trata de una opera prima sutil pero que a la vez sabe ser brutal cuando es necesario. Cuando a Leda le preguntan cómo se sintió cuando estuvo un tiempo sin ver a sus hijas dirá «extraordinariamente» sin ninguna ironía. Es cierto, igual, que la experiencia no fue fácil y dejó sus marcas, pero arrepentimiento no hay. La palabra «madre» no la define. Leda, a su manera, es eso y también muchas cosas más. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)