Categoría: Eliza Hittman

  • Never Rarely Sometimes Always (Eliza Hittman – 2020)

    Never Rarely Sometimes Always (Eliza Hittman – 2020)

    En Never Rarely Sometimes Always, Autumn, una apática y callada adolescente, trabaja como cajera en un supermercado rural de Pennsylvania. Viéndose obligada a sobrellevar un embarazo accidental y sin alternativas viables para poder realizar un aborto en su propio estado, ella y su prima Skylar reúnen algo de dinero y se embarcan en un autobús rumbo a Nueva York. Con la dirección de una clínica apuntada en un papel y sin un lugar en el que pasar la noche, las dos chicas se adentran en una ciudad que desconocen.

    Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín 2020
    Premio Especial del Jurado en el Festival de Sundance 2020

    • IMDb Rating: 7,2
    • RottenTomatoes: 99%

    Película (la copia viene con subs en varios idiomas, entre ellos el español)

     

    La temática puede no ser nueva ni sorprendente, pero la forma en la que Eliza Hittman la narra acaso sí lo sea. Estamos ante una película sobre una chica adolescente que queda embarazada y decide abortar. Pero ese resumen no sirve para describir cómo la directora de Beach Rats cuenta esa historia y lo que hace con ella. En un sentido, acaso más literal, es una película casi acerca del minuto a minuto del proceso que va desde enterarse a llegar al momento de hacerlo. Pero la película parte de esa dramática situación –que si bien es legal en Estados Unidos tiene igualmente sus trabas y complicaciones– para explorar la vida de una adolescente (en realidad, de dos) que tiene que enfrentarse a un mundo masculino agresivo y violento que la sacude a cada paso.

    Autumn vive en un pequeño pueblo de Pennsylvania en una familia trabajadora –y con muchos hermanos– y al principio del film se la ve cantando una canción en un concurso de talentos escolar y tener una tensa escena con dos chicos distintos, uno que la interrumpe en medio de su actuación y otro que se burla de ella en un restaurante. Además, claro, del padre, que la maltrata entre irónica y maliciosamente. Al llegar a la casa entendemos un poco mejor a qué se debe la mala cara de la chica: tiene una panza prominente y todo hace sospechar que está embarazada. Va a hacerse un estudio a una clínica local («el mismo que se compra en el supermercado», dice al darse cuenta ahí cómo trabajan estas señoras pro-vida) y descubre que sí, que está embarazada y ya de varias semanas.

    Never Rarely Sometimes Always (es así, sin comas, como las opciones de un multiple choice) le coloca dos impedimentos a las intenciones de la chica de abortar. En Pennsylvania solo se puede hacer con el consentimiento de un adulto (y ella no quiere que sus padres se enteren) y del otro problemita se enterarán viendo el film. Lo cierto es que para poder hacerlo por su cuenta la única opción es viajar a Nueva York y la película, básicamente, se centrará en el viaje que Autumn hace junto a su prima Skylar, en omnibus, a la gran ciudad a enfrentar esa legal pero igualmente tensa y dolorosa situación.

    En su estilo naturalista, de bajo perfil, centrado en seguir a sus personajes de cerca y prestar más atención a sus gestos y actitudes y no tanto a lo que dicen (la película tiene pocos diálogos), Hittman logra que nos acerquemos a la experiencia de los personajes, de una manera que guarda algunas similitudes con la película argentina Invisible, de Pablo Giorgelli, que partía de una situación similar con el agregado de la ilegalidad que por ahora existe en nuestro país con ese tema. También Autumn es una chica seca, de gesto adusto, que pone cara de tener muy claro todo y ser muy cool pero no tarda mucho uno en darse cuenta que es una máscara, una actitud para afrontar las violencias cotidianas y algún trauma del pasado.

    Y de eso, en un punto, va Never Rarely Sometimes Always. Las primas –Skylar, solidaria, la acompaña, apoya y sostiene, en una relación notablemente contada en pocos pero muy efectivos trazos– deben pasar más tiempo del esperado en Nueva York, casi sin dinero, yendo y viniendo por la ciudad con una incómoda maleta, siendo ignoradas la mayor parte del tiempo (la sequedad con la que todos responden a sus preguntas es tan neoyorquina que duele) y en otros casos directamente agredidas o miradas lascivamente. Habrá un chico un tanto más grande que se cruce en su camino y la relación con él mostrará también otros ejes de esa violencia de género ejercida casi casualmente pero no por eso menos terrible.

    Quizás lo más amable que experimenta Autumn es la atención que recibe en la clínica neoyorquina. Es claro que si alguien es comprensivo en este universo son las médicas y psicólogas que reciben a este tipo de jóvenes sin dinero ni apoyo familiar. En la escena más fuerte de Never Rarely Sometimes Always, y la que origina su título, la cámara permanece en el rostro pétreo de la chica mientras está siendo interrogada por la asistente que la atiende acerca de su historia familiar y sexual. Esa dureza del gesto –que Autumn mantenía desde el comienzo del film– finalmente se quiebra al tener que enfrentarse a recordar situaciones vividas a lo largo de su breve historia. Que una chica de esa edad tenga tanto pánico, frustración y dolor acumulados en tan poco tiempo de vida es desgarrador.

    Hittman es directa y no intenta subir la cuota emocional del asunto más allá de lo que lo amerita la propia situación. De hecho, las chicas toman todo el tiempo decisiones equivocadas, absurdas, no siempre son del todo simpáticas y es a veces frustrante ver cómo han tenido que forzar una máscara de fortaleza que no les permite ni siquiera pedir ayuda cuando lo necesitan. Saben que el mundo, en general, no responde como ellas quisieran. O, que si lo hace, les va a pedir algo a cambio que seguramente tendrá algún costado desagradable. El embarazo y el aborto no son aquí los temas principales sino las consecuencias de una serie de violencias ejercidas sobre el cuerpo y la mente de millones y millones de mujeres en todo el mundo, más allá de las leyes imperantes y las diferencias culturales de cada país. Y de eso habla esta extraordinaria película. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)

     

  • Beach Rats (Eliza Hittman – 2017)

    Beach Rats (Eliza Hittman – 2017)

    En Beach Rats, un adolescente de Brooklyn sin objetivos lucha por escapar de su desoladora vida familiar y averiguar cuestiones sobre su identidad, mientras pasa el tiempo con sus amigos delincuentes, una posible nueva novia y hombres mayores que conoce online.

    Mejor Director en Drama en el Festival de Cine de Sundance 2017

    • IMDb Rating: 6,5
    • RottenTomatoes: 85%

    Película / Subtítulos (Calidad 720p)

     

    El descubrimiento y la revelación de la propia sexualidad son, contra natura, experiencias que a menudo no dependen solo de uno mismo, sino que vienen condicionadas por la familia, los amigos, la sociedad o el Estado. Esto es evidente en países donde la homosexualidad todavía es penada por ley, pero también en aquellos otros donde aun sin castigo normativo el atraso de la comunidad impide su libre desenvolvimiento. No debería ser el caso de los Estados Unidos, país desarrollado donde desde 2015 se reconoce gracias al Tribunal Supremo el matrimonio gay en todos los Estados, aunque en el contexto actual ha vuelto a sufrir una regresión en este sentido. Además la amplitud de su demografía y la variedad de su sociología provocan que lo aceptado en algunos supuestos pueda estar prohibido en otros. En sentido cronológico dos de las películas más reconocidas de los dos últimos años han tratado estas dificultades remontándose a épocas pasadas: Carol (Todd Haynes, 2015) y Moonlight (Barry Jenkins, 2016). También podríamos adelantar el ejemplo de rigor de este año, Call Me by Your Name (Luca Guadagnino). En efecto es curioso que las tres retrotraigan sus historias a un tiempo previo al VIH y que sus protagonistas, de estratos muy diferentes, sufran conflictos internos que derivan de una problemática similar. En cambio hay un cine menos publicitado, más marginal, que ha enfocado esta temática en los suburbios actuales de la sociedad norteamericana: caso de la muy recomendable Princess Cyd (Stephen Cone), o la que ahora nos ocupa, Beach Rats.

    Presentada en Sundance, es el segundo largometraje de la valiente Eliza Hittman, que ya destacó en su ópera prima It Felt Like Love (2013) con un relato sin tapujos sobre el despertar sexual. En esta nueva incursión en la intimidad de un joven personaje, ahora masculino, se desplaza a Brooklyn para contarnos sus peripecias en este terreno, en concreto vía una página de citas online en la que se graban otros hombres desnudos, semidesnudos o deseando estarlo tras lograr el oportuno match. Evidentemente esta actividad la mantiene en secreto, de noche en el ordenador de su cuarto, pues su madre y su hermana que conviven con él no sospechan de esta doble vida, ni tampoco sus tres amigos heterosexuales con los que se droga y deambula para flirtear con chicas. Una de ellas se fija en él, por ser el más agraciado y quizá también por ser el que no pretende lo primero acostarse con ella, rechazo que se confirma cuando la invita a su hogar, entonces para frustración de su acompañante, aunque esto no evitará que se sienten las bases de una relación condenada al fracaso. Establecidos así los cuatro ejes interactuantes del protagonista (familia, amigos y pareja, más el virtual), es casi milagroso que logre mantenerlos independientes durante buena parte del metraje, sobre todo para quien no parece ser especialmente ingenioso ni espabilado: recordemos ante todo que su conflicto es interno.

    Pero Hittman pone demasiado el acento en este componente introspectivo, que pasa de ser núcleo del drama a pervertir su desarrollo. No hemos mencionado al padre enfermo de cáncer porque lejos de añadir un obstáculo dramático, su condición no tiene mayor repercusión. No puede ignorarse que la enfermedad con toda seguridad ha socavado la confianza y el bienestar del joven, lo cual sí influye en la trama principal, pero la manera en que se ejecuta esta subtrama, más cercana a la anécdota, nos impide darle un valor propio. Otro elemento que sí hemos esbozado es el de la relación de pareja, que efectivamente se rompe (lo inevitable de este desenlace excusa el spoiler ), pero lo hace de la forma menos perturbadora posible (ahora no añadimos más porque esto si conviene presenciarlo sin datos previos). La propia conclusión de Beatch Rats, cuando ya el protagonista es incapaz de desligar esas distintas partes de su vida, se antoja precipitada, casi con una intención de confusión anticlimática para dejar en el aire todo lo que pudiera resultar ajeno o ulterior al camino que ha debido recorrer aquel por sus propios sentimientos.

    En verdad Hittman consigue dotar a Beach Rats de emoción genuina, precisamente por dedicarle casi todo el tiempo, limitando los escenarios y los personajes para familiarizarnos con un ambiente muy concreto, aunque sus referentes sean genéricos: unos seres a la deriva hacia los que profesamos tanta pena como compasión. Esta combinación de idiosincrasia y discurso universal conforma una lograda verosimilitud, hasta el punto de que nos contagiamos de las incertidumbres de su héroe y durante buena parte de la historia dudamos también de su orientación sexual y compartimos la frustración de sus encuentros más o menos efímeros. A ello contribuyen las sentidas interpretaciones de sus poco conocidos actores, con el sorprendente Harris Dickinson a la cabeza, secundado por las más expresivas Madeline Weinstein y Kate Hodge, así como un estilo transparente del que un ojo analítico casi se olvida en beneficio del propio discurrir del drama. En suma éste tiene tanto méritos propios, estéticos y descriptivos, como relacionados con esa necesidad más amplia de contar este tipo de historias, aun cuando se nos aparezcan como fragmentos de una narración cuyos límites sobrepasan los del estrecho metraje. En cualquier caso estos son fáciles de proyectar si consideramos todo ese bagaje que, por muchos ejemplos vitales que nos ofrezca, sigue siendo ignorado por una parte demasiado grande de la población. (Ignacio Navarro Mejía – ElAntepenúltimoMohicano.com)