En The Phoenician Scheme el magnate Zsa-Zsa Korda es un rico empresario europeo que se ve envuelto en una trama de espionaje junto a su hija Liesl, una monja con la que mantiene una relación difícil y a la quiere dejar el negocio familiar.
- IMDb Rating: 6,9
- RottenTomatoes: 77%
Película / Subtítulos (Calidad 1080p)
En la filmografía de Wes Anderson abundan los excéntricos memorables, antihéroes delirantes, figuras de autoridad altisonantes, tristes perdedores, torpes entrañables y tontos adorables. Pero es seguro decir que no hay nadie como Anatole “Zsa Zsa” Korda en sus doce largometrajes anteriores. El nombre del personaje ya es una joya: Una mezcla sui géneris de nobleza europea, ecos del Hollywood clásico y referencias a dos directores de cine distintos. Korda es un magnate internacional del misterio, “un pionero en armamento y aviación” y una celebridad corporativa cuyas decisiones sacuden la economía mundial de mediados del siglo XX. No tiene pasaporte ni patria: Simplemente habita en la cima del mundo. Interpretado por Benicio Del Toro con una combinación de gravedad shakesperiana y comicidad de Looney Tunes, es un depredador alfa en un traje a rayas hecho a la medida. Incluso un Royal Tenenbaum se haría a un lado para dejarlo pasar.
Pero el éxito trae envidia y enemigos, así que una camarilla de rivales sabotea sistemáticamente sus aviones. Cuando conocemos a Zsa Zsa, acaba de sobrevivir a otro atentado aéreo. Su suerte no durará para siempre, por eso quiere asegurar su legado. Su plan tiene dos partes: primero, convencer a su única hija, Liesl (Mia Threapleton), de heredar su fortuna. No confía en sus nueve hijos varones, que van desde traviesos hasta inútiles. La única condición es que Liesl vengue su muerte si llega a suceder. El problema es que llevan años sin hablarse y ella cree que él mató a su madre. Además, Liesl es novicia y lo único que desea es un convento.
La segunda parte del plan involucra un ambicioso proyecto de infraestructura: un túnel, un canal y un “dique hidroeléctrico”. No importa el qué, cómo o por qué. Llamado “el esquema fenicio” y explicado mediante cajas de zapatos meticulosamente organizadas —más coherentes con la estética del cineasta que con cualquier lógica industrial—, el proyecto es la apuesta de Korda por la inmortalidad. Pero el misterioso comité anti-Zsa Zsa, que ha estado financiando los atentados, también ha hecho colapsar el mercado de materiales necesarios. Así que Korda emprende un periplo global para convencer a sus inversores de cubrir el hueco financiero. Lleva con él a Liesl y a Bjorn (Michael Cera), un tutor noruego que contrata como compañía. Quizá logre que la monja se sume a su plan. Si de paso logra reconectar con su hija, mejor.
Tanto una continuación del estilo visual inconfundible de Anderson —probablemente el director más asociado con una firma estética inequívoca en los últimos 30 años— como una expansión de sus obsesiones temáticas, The Phoenician Scheme encuentra al cineasta en un tono más reflexivo. Las figuras paternas siempre han tenido un lugar central en su obra, desde Bottle Rocket (1996), y aquí, junto a Del Toro y su coguionista Roman Coppola (familiarizado con la sombra de los patriarcas), ha concebido a un padre cinematográfico mayúsculo. Korda no duda en aislar a sus nueve hijos varones en una mansión al otro lado de la calle para que no lo molesten. Cuando uno de ellos se asusta al ver una mantis religiosa durante un almuerzo familiar, Korda grita: “¿Somos ratones o somos hombres?” Liesl, por su parte, no está feliz de ser convocada tras seis años sin contacto. Tampoco le hace gracia descubrir que él ha estado espiándola. “No se llama espiar cuando eres el padre” —responde Zsa Zsa— “se llama cuidar”.
Durante la rueda de prensa en Cannes, donde se estrenó la película la semana pasada, Anderson mencionó que él, Coppola y Del Toro están criando hijas, y que eso influyó en la construcción emocional del filme. Aunque el director no parece estar exorcizando demonios personales, sí hay una inquietud latente sobre los retos de la paternidad en el ADN de esta comedia de espionaje. Ser padre —y peor aún, ser un mal padre— genera ansiedad, y aunque Anderson nunca ha trabajado desde la confesión, el filme transmite la sensación de que Korda llega tarde a la posibilidad de una relación real con su hija.
Eso no significa que The Phoenician Scheme no sea juguetona o estéticamente placentera. El diseñador de producción Adam Stockhausen se supera a sí mismo, construyendo mundos que abarcan desde bares exóticos estilo Casablanca hasta túneles y junglas traicioneras. Trabajando por primera vez con el director de fotografía Bruno Delbonnel (Amélie, Inside Llewyn Davis), Anderson explora una paleta de colores y luces que evocan el Kodachrome desvaído, ideal para esta fábula ambientada en los años cincuenta. El reparto, como es habitual, es apabullante: Jeffrey Wright como un capitán de barco; Benedict Cumberbatch con barba de Rasputín como el hermano de Korda; Tom Hanks y Bryan Cranston como empresarios estadounidenses que retan a Zsa Zsa y a un príncipe interpretado por Riz Ahmed a un duelo de baloncesto; Scarlett Johansson como una prima que lidera una comuna utópica; Richard Ayoade como un revolucionario que ataca la discoteca de Mathieu Amalric. Unas viñetas en blanco y negro, al estilo de Andrei Rublev, sugieren un más allá donde Dios es, por supuesto, Bill Murray.
Estos personajes y escenarios no son mero ornamento. Funcionan como catalizadores de la relación central entre Zsa Zsa y Liesl. Aunque técnicamente es un trío —Cera aporta un tono disparatado con su acento noruego a medio camino entre el Chef Sueco de los Muppets y un profesor tímido—, esta es una película de dos personajes. Por suerte, Anderson eligió a los protagonistas adecuados. Benicio Del Toro, como suele pasar con los grandes actores, a veces se da por sentado. Aquí es formidable: su Korda es autoritario, astuto, confundido y orgulloso a partes iguales, siempre con un tempo cómico perfecto. Y Mia Threapleton, prácticamente una debutante, es una revelación. No solo mantiene el ritmo con Del Toro, sino que lo complementa con una interpretación sobria y contenida. Cuando le dicen que heredará la fortuna de su padre, responde con un leve encogimiento de hombros, como si estuviera en una comedia muda.
No son el único motivo por el que The Phoenician Scheme funciona, pero sí son el ancla emocional sobre la que Anderson construye el resto. Sus mejores películas —Rushmore, The Royal Tenenbaums, Fantastic Mr. Fox, The Grand Budapest Hotel— combinan melancolía, estilo y humor con gran equilibrio. Esta se sitúa cómodamente junto a ellas. Concluye en el lugar más cercano a una “vida simple” que este personaje descomunal puede concebir, tomándose su tiempo para que saboreemos la dulzura del momento. Lo más admirable es que Anderson aún logra hacer lo suyo sin caer en la autoparodia. El plano puede ser familiar. Pero sigue siendo infalible. (David Fear – Es.RollingStone.com)