The Sugarland Express es la historia de un joven presidiario de apenas veinte años que logra escapar de la cárcel con la ayuda de su esposa, casi una niña. Lo que se propone es recuperar a su hijo, cuya custodia ha sido entregada por la ley a una familia de acogida. Lo sorprendente es que la fuga se produce a pesar de que la pareja tiene serias limitaciones mentales.

Mejor Guión en el Festival de Cannes 1974

  • IMDb rating: 6.8
  • RottenTomatoes: 91%

Película / Subtítulo  (Calidad 1080p)

 

Casi siempre cuando se enumeran los clásicos del cine contracultural de carreteras de fines de la década del 60 y gran parte de los 70, como por ejemplo The Girl on a Motorcycle, de Jack Cardiff, Easy Rider, de Dennis Hopper, Vanishing Point, de Richard C. Sarafian, Two-Lane Blacktop, de Monte Hellman, Badlands, de Terrence Malick, Electra Glide in Blue, de James William Guercio, y Dirty Mary Crazy Larry, de John Hough, se suele pasar por alto la formalmente similar The Sugarland Express, preludio de la revolucionaria Jaws, y en sí debut oficial de Steven Spielberg en la gran pantalla, asistido por la excelente fotografía de Vilmos Zsigmond y la simpática música de John Williams, luego de una retahíla de cortos, una variopinta intervención en series como Night Gallery, 1969-1973, creada por Rod Serling, y Columbo (1971-2003), con el inigualable Peter Falk, y cuatro largometrajes de diversa envergadura, léase Firelight, convite hoy perdido de su etapa adolescente primigenia, Duel originalmente un film para TV de 74 minutos que después fue ampliado a 90 para su estreno en salas de 1972, Something Evil, otro trabajo para televisión aunque en el campo del horror sobrenatural de las casas embrujadas, y Savage, un piloto de 73 minutos protagonizado por Martin Landau y concebido para la NBC que fue rechazado como serie, largo período inicial de la carrera del realizador que se completa con el cenit de la mencionada Jaws y Close Encounters of the Third Kind para a posteriori caer estrepitosamente con la infame 1941, un intento fallido de comedia bélica farsesca.

Mucho antes de la consolidación ochentosa definitiva de la mano de Raiders of the Lost Ark, y E.T. the Extra-Terrestrial, Spielberg patentó todos sus latiguillos temáticos marca registrada en The Sugarland Express y su sola presencia hizo que un film de impronta de izquierda, que recupera recursos de las road movies del momento como la autodestrucción camuflada, la búsqueda de libertad, el ataque a las autoridades, una espiral irrefrenable de ferocidad y la denuncia de las frustraciones e intolerancia del habitante promedio de nuestros días, sea considerado en la memoria cinéfila internacional una rara avis dentro del pelotón de joyas del nihilismo setentoso. El correcto guión de Hal Barwood y Matthew Robbins, una dupla que volvería a colaborar con el amigo Steven en reescrituras no acreditadas para Jaws y Close Encounters of the Third Kind, amén de trabajos varios para John Badham y Joseph Sargent y películas dirigidas por ellos mismos en línea con Corvette Summer (1978), Dragonslayer (1981) y Warning Sign (1985), se basa en la historia verídica de Ila Fae Holiday Dent y Robert “Bobby” Dent, una pareja de veinteañeros de Texas que en 1969 tomaron de rehén a un uniformado bisoño, J. Kenneth Crone, y así desencadenaron una persecución en cámara lenta a cargo de muchas patrullas del Capitán de Policía Jerry Miller, gesta que terminó con el asesinato de Bobby por francotiradores del aparato represivo cuando el dúo pretendía visitar a los dos hijos de la fémina de un matrimonio anterior. En esta oportunidad los fugitivos se llaman Lou Jean Poplin (la arrolladora Goldie Hawn) y Clovis Michael Poplin (William Atherton), el rehén responde al nombre de Maxwell Slide (Michael Sacks) y el mandamás de la policía es el Capitán Harlin Tanner (el eterno y querido Ben Johnson, socio central de Sam Peckinpah).

Si bien The Sugarland Express, en términos de la perspectiva de aquel 1974, sin duda funcionó como un vehículo para nuestra ascendente y redituable Hawn, actriz que aquí le escapa en parte a su registro actoral habitual porque ya para esa época estaba especializada en comedias como lo demuestran Cactus Flower, de Gene Saks, There’s a Girl in My Soup, de Roy Boulting, $, opus de Richard Brooks, y Butterflies Are Free, de Milton Katselas, vista desde el presente la película que nos ocupa, como decíamos con anterioridad, aglutina siete de los rasgos más insistentes de lo que sería a futuro el acervo conceptual spielbergiano, a saber: en primera instancia tenemos el motivo infaltable de la familia deshecha, inmadura, fragmentada, demente o en crisis, hoy un matrimonio muy pueril, los Poplin, que secuestra a Slide para intercambiarlo por el bebé de ambos, Langston (Harrison Zanuck), debido a que el Estado les quitó la tenencia por antecedentes penales por violación de domicilio y robos menores sin armas de fuego, en segundo lugar viene el conflicto de “inocencia versus brutalidad”, en este caso no sólo los crueles francotiradores policiales Mark Fenno (James N. Harrell) y Logan Waters (Frank Steggall), quienes eventualmente matan al muchacho, sino gran parte de los psicópatas de derecha de Texas con ganas de cazar a seres humanos, luego aparecen dos factores vinculados a lo anterior, la homologación entre los niños y los retrasados mentales, el dúo romántico, y la cultura vernácula de las armas y la violencia, en quinto lugar tenemos la desproporción represiva institucional y como últimos “latiguillos” vienen el compañerismo grupal/ popular prosaico, clásico circo de por medio, y la sabiduría humanista de los infantes, hoy un Langston que grita y lloriquea en su familia de acogida y otro mocoso que no se suma a la balacera desaforada de su progenitor contra los prófugos.

La realización asimismo deja muy en claro un elemento que siempre sobrevoló el cine de Spielberg aunque de manera más acotada y menos explícita y agresiva, hablamos del rol castrador de las mujeres para con los hombres y la importancia en la comarca masculina de la solidaridad varonil que excluya a las hembras, de allí que a lo largo de la trama surja una especie de comprensión mutua entre Clovis y el capitán, ambos hablando mucho a través de la radio de la patrulla, cual contrapeso con respecto a la influencia extremadamente nociva de Lou Jean sobre su esposo, en pantalla un hombre al que le faltaban apenas cuatro meses para salir en libertad y que termina fugándose ante la insistencia maniática del personaje de Hawn para que huya inmediatamente y la ayude a recuperar al bebé de las garras de los burgueses excrementicios del clan adoptivo, situación que abre el relato y que tiene su eco ultra trágico en el desenlace cuando la ninfa vuelve a quemarle la cabeza al macho, ante la casa del clan sustituto en Sugar Land, Texas, para que salga del automóvil y vaya a buscar al infante, a pesar de que el mismo rehén les advierte que ello es una trampa y está próxima a caer una verdadera lluvia de balas a instancias de los esbirros del gobierno. La destreza narrativa de aquel Spielberg de 28 años está bastante aceitada aunque aún le falta llegar a la maestría posterior y por ello el film combina un tanto a los tumbos el cine de acción más crudo, el típico suicidio quijotesco de los 70, un neo noir de crímenes improvisados y un desarrollo de personajes algo limitado, errático o quizás caricaturesco, mixtura que de todos modos no atenta contra la faena al punto de lastimarla en serio y/ o hacerla naufragar. La amargura de la traición del final, la de Tanner hacia Clovis, y el retrato del absurdo general, eso del ejército de patrullas para perseguir a dos pobres tarados que sólo quieren recuperar a su vástago, siguen posicionando a The Sugarland Express como una anomalía sutil del director… (Emiliano Fernández – MetaCultura.com)