En Yi Yi, NJ Jian, su esposa Min-Min y sus dos hijos forman una típica familia de clase media, que comparte su apartamento en Taipei con la anciana madre de Min-Min. NJ tiene 45 años y trabaja como socio en una empresa informática que el año anterior obtuvo importantes beneficios, pero que pronto podría quebrar si no cambia de estrategia. Las cosas empiezan a ir mal para los Jian cuando el hermano de Min-Min, Ah-Di, se casa. De alguna manera entre todos los problemas que tienen deben aprender lo hermosa que es la vida y cómo hay que cuidarla, sea cual sea la situación que nos toque vivir.

Mejor Director (Festival de Cannes 2000)

Mejor Película Extranjera (Círculo de Críticos de Nueva York 2000)

Mejor Película Extranjera (Asociación de Críticos de Los Ángeles 2000)

Gran Premio (Festival de Friburgo 2001)

Premio Netpac (Festival de Karlovy Vary 2000)

  • IMDb Rating: 8,2
  • Rotten Tomatoes: 96%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Yi Yi fue la única película de Edward Yang que se estrenó en España, en el año 2001. Fui a verla al cine y me gustó, me gustó mucho, pero ahora sé hasta qué punto no supe valorarla en su justa medida. Tenía diecinueve años. Quizá por eso no supe apreciar lo que tenía delante: una obra de arte incomparable a ninguna otra película que hubiera visto entonces y haya visto después. Ahora lo sé. He tenido la oportunidad de volver a verla y estoy convencido de lo que aquí escribo.

El menos exótico de los nuevos cineastas orientales era también uno de los más desconocidos. Yi Yi le otorgó reconocimiento internacional, pero no consiguió rodar ninguna otra película después. Los últimos años de su vida los pasó luchando contra un cáncer que finalmente acabó con él. Había pasado casi quince años rumiando la idea de hacer una película que abarcara toda una vida a través de los diferentes personajes de una familia, y cuando llegó el momento, supo volcar en ella toda su experiencia vital y todo su talento como cineasta.

«Esta película trata sencillamente de la vida, retratada en su más íntimo sentido. La simplicidad es lo que se sitúa en la base de todo y las complicaciones están encima», declaró el propio Edward Yang. Y así es. Contemplando Yi Yi uno tiene la tentación de frotarse los ojos más de una vez. ¿Es posible semejante maravilla? ¿Es posible expresar cosas tan complejas con tal sencillez? ¿Quién está detrás de lo que estoy viendo? ¿Qué edad tiene? ¿Cómo alguien puede acumular tanta sabiduría y luego ser capaz de compartirla con tanta humildad?

Cuando uno escribe de Edward Yang es inevitable abusar de la palabra ‘vida’. La vida es la materia de la que están hechas sus películas. Y si la vida es una cuestión de frágiles equilibrios y fuertes contrastes, las películas de Edward Yang también.

En Yi Yi está concentrado todo su cine, y es en ella donde su arte alcanza las cumbres más altas. Las mismas constantes de sus mejores películas vuelven aquí más depuradas. Yang es un maestro a la hora de retratar los cambios y las transformaciones de sus personajes dentro del paisaje de la ciudad moderna, siempre en movimiento. Pero en Yi Yi le basta con expresar ese movimiento a través de los reflejos de los cristales de las ventanas, donde la intimidad de sus personajes se funde con el caos exterior de la ciudad.

Pero los que se refieren a él como un fiel retratista de la sociedad taiwanesa se equivocan. Edward Yang no era un realista. O en todo caso lo era como podían serlo Jean Renoir o Yasujiro Ozu. Su clasicismo era más aparente que real, y para llegar a la verdad se valía de los elementos más elementales del cine. Sus películas nunca son esclavas del falso realismo sino todo lo contrario: coquetean con el artificio de la escritura y buscan el dinamismo en la puesta en escena, siempre al servicio de los pequeños sucesos de la vida cotidiana.

“La tristeza y la felicidad, el amor y el desamor, la esperanza o la desesperación, el asesinato o las caricias están tratados en un mismo plano” continúa Yang. Tratados ‘uno a uno’ (tal y como se traduce Yi Yi), los personajes van enlazando unos con otros, en una hermosa y silenciosa continuidad llena de ecos y resonancias, porque Yang sabe hacernos olvidar a un determinado personaje para luego volver sobre él desde una perspectiva nueva, justo cuando empezábamos a echarlo de menos.

«El cine es una mezcla de cosas tristes y alegres, como la vida. Por eso nos gusta el cine” afirma uno de ellos. Y sorprende que una frase así, expresada en su mayor sencillez y en un momento poco transcendente, te llene de emoción. Pero es que resume a la perfección lo que uno está sintiendo en el momento de escucharla. Me gusta el cine de Edward Yang porque me gusta el cine. ¿Y por qué me gusta el cine?: “Porque con el cine vivimos el triple de nuestras vidas», dice el mismo personaje poco después. Y con el cine de Edward Yang se respira vida y se aprende a vivir la vida, añado yo. (Jonas Trueba – elmundo.es)