En Zombi Child, un hombre vuelve de entre los muertos para trabajar en las infernales plantaciones de azúcar. 55 años después, una joven haitiana le dice a sus amigas su secreto familiar, sin saber que esto llevará a una de ellas a cometer una atrocidad.
- IMDb Rating: 6,1
- RottenTomatoes: 85%
Película / Subtítulos (Calidad 1080p)
La más política de todas las películas de zombies que se dan en Cannes, Zombi Child es un film que intenta conectar una historia dramática transcurrida en Haití en el pasado, con el presente francés, con el colonialismo y la apropiación cultural como temas de debate. A Bertrand Bonello le interesa el origen «realista» de la cultura zombi haitiana y la película hace referencias a los clásicos del género (como los films de Jacques Tourneur) y su relación con la versión moderna, acelerada y efectista de esa misma cultura.
Por un lado se cuenta la historia de un hombre que, como sucede con muchos según este mito, muere y es vuelto a la vida en Haití en 1962 para convertirse en esclavo zombi. Acaso por haber tomado un brebaje especial previamente, el hombre consigue escaparse de esa esclavitud con cierta conciencia de lo que sucede alrededor suyo, un poco como si el proceso de zombificacion hubiese quedado interrumpido a mitad de camino.
En paralelo, Bonello nos cuenta una historia en tiempo presente centrada en un grupo de chicas adolescentes de un exclusivo y caro colegio privado en París, muchas de ellas hijas de diplomáticos y aristócratas. A ellas se les suma Melissa, una chica de origen haitiano a la que todos consideran un poco rara pero la suman a su grupito. «Es cool», dicen. De todas ellas, la protagonista principal de esta parte de la trama es Fanny, una chica que sufre por amor.
Bonello combinará estás dos partes de una manera convincente en lo poético y, si se quiere, ideológico, aunque un poco forzado en lo dramático. De una belleza oscura, casi tenebrosa, con un clima que combina la sexualidad adolescente (ecos de The Virgin Suicides abundan y hasta del cine de Lucrecia Martel) con las formas de espiritualidad y ritos vudúes caribeños, Zombi Child es una muy impactante y atrevida mirada también al uso de las culturas tercermundistas (en este caso, afrocaribeñas) en la vida actual, pero en versiones banalizadas y degradadas por el consumo masivo. Los zombies son hoy personajes de series de televisión, sí, pero mucho antes fueron –y quizás siguen siendo– esclavos de algo. O de alguien. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)
“Escucha, blanco mundo / Los salves de nuestros muertos / Escucha mi voz de zombi / En honor de nuestros muertos”. Con estos versos de un poema de René Despestre (que luego se retomará a lo largo de la película) comienza Zombi Child, la nueva obra del siempre brillante Bertrand Bonello, presentada en la 51ª Quincena de los Realizadores del 72º Festival de Cannes. Abordando con un presupuesto reducido un tema sobradamente tratado en los últimos tiempos en la pequeña y la gran pantalla, el realizador francés difiere, no obstante, de las epopeyas survivalistas de tendencia más o menos gore para aventurarse en una apasionante experiencia etnográfica y misteriosa, remontándose a los orígenes haitianos y profundos del fenómeno, en una zona gris entre la vida y la muerte, con la esclavitud y la libertad como trasfondo.
Estamos en Haití, en 1962. Un individuo sin rostro trincha un pájaro y prepara un polvo que luego vierte en los zapatos de un hombre que se desplomará en la carretera, será enterrado por su desconsolada familia y quedará zombificado, condenado a trabajar como un sonámbulo en una plantación de caña de azúcar junto a otras criaturas como él, custodiadas por varios cómitres que parecen disfrutar de su trabajo. Luego, la cinta salta bruscamente hasta la actualidad, a Saint-Denis, en las afueras de París. Estamos en una clase del instituto de la Legión de Honor en la que quinceañeras uniformadas escuchan una lección en torno a la obra El pueblo, de Jules Michelet, el legado de la Revolución francesa, sus promesas no siempre mantenidas y un siglo XIX en el que la idea del progreso ocultó la de la libertad bajo la marea de “una historia discontinua, subterránea, que buscaría los puntos de resurgencia y que probaría experiencias”. Una clase que parece un manifiesto, anunciando lo que sucederá a continuación en Zombi Child, que narra de forma paralela las desventuras de cuatro estudiantes internas (una de ellas, Melissa, que interpreta Wislanda Louimat, es una haitiana huérfana) que se reúnen por la noche en secreto, en el marco de una sororidad literaria, y de Clairvius Narcisse (Bijou Mackenson), el zombi del principio, que logrará escapar de su condición. Una doble trama que va unificándose progresivamente (como una serpiente que cierra su círculo), en una exploración que abole el espacio-tiempo y abre la puerta a espíritus más o menos bienintencionados, que invoca la sacerdotisa vudú Mambo Kathy (Katiana Milfort), tía de Melissa, a petición de la joven Fanny (Louise Labèque), poseída por una dolorosa pasión de amor (“cuando tú no estás, atravieso la noche como un cuerpo sin alma”).
Zombi Child es una experiencia cinematográfica fascinante, así como un film iniciático sobre una cultura en la que se vive en constante presencia de la muerte, a través de un vínculo poderoso y potencialmente violento que remite de forma subyacente al karma de la esclavitud, la traición de los valores, la pérdida de la memoria, la pertenencia a una comunidad, la fuerza de los espíritus, los mitos y la realidad, las puertas de la imaginación, etc. Bertrand Bonello sugiere con delicadeza estos y otros temas detrás de una fachada de teen movie femenina y moderna, cruzada con una vertiente de película histórica y otra de documental casi etnográfico. Una mezcla sorprendente y cautivadora que seguramente no revela todos sus telúricos secretos en un solo visionado. (Fabien Lemercier – CinEuropa.org)
Entrevista a Bertrand Bonello (Fabien Lemercier para CinEuropa.org)
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