Gunda es la protagonista de este tríptico documental en blanco y negro. Cuida de sus hijos, los acompaña en sus descubrimientos y luego se toma un pequeño respiro para recargar energías. Se acerca curiosa a la cámara. ¿Sabe cuál será su destino? ¿Qué es lo que estará pensando? ¿Qué pensará de nosotros? Gunda es uno de los varios cientos de millones de cerdos que habitan en el planeta, junto con mil millones de reses (representadas en este documental a través de dos vacas), y más de veinte mil millones de pollos. Estén jugando en el barro, sacudiéndose las moscas o buscando gusanos, todos ellos son héroes.

  • IMDb Rating: 7,3
  • Rotten Tomatoes: 97%

Película / No requiere subtítulos (Calidad 1080p)

 

Gunda es una cerda que acaba de parir una decena de lechones. La vemos alimentarlos mientras las crías crecen. Luego nos concentraremos en las desventuras de un gallo con una sola pata. Y poco después nos adentraremos en la cotidianeidad de unas vacas en medio de una nube de moscas. Cualquier podría pensar con razón que el más reciente film del director de ¡Vivan las antípodas!, Manifestación y Aquarela es un trabajo didáctico para consumo escolar o de divulgación para un canal tipo Animal Planet o National Geographic, pero en verdad se trata de un largometraje que genera una extraña fascinación y adquiere una dimensión casi poética y connotaciones que parecen propias de una obra de ficción.

Rodado en blanco y negro en Noruega, España y Reino Unido (el propio Kossakovsky y Egil Håskjold Larsen fueron los directores de fotografía), con la cámara casi siempre ubicada a la altura de los animales, Gunda retrata a sus criaturas con una justa distancia, una sana curiosidad y una enorme paciencia y capacidad de observación.

Hay dos instancias del documental (coproducido por Joaquin Phoenix) que pueden generar cierto ruido. Una (inentendible e injustificable en relación con el resto del conjunto) tiene que ver con unas tomas desde un drone y con las vacas moviéndose en cámara lenta. Un ejercicio de virtuosismo que cae en un regodeo y una espectacularidad que la película -por suerte- no reaparece en el resto de su hora y media. La otra está relacionada con la presencia del hombre ya sobre el final. No vamos a caer en spoilers, pero es desgarradora y el único momento en el que sobrevuela un espíritu de denuncia.

En los distintos pasajes del film (Gunda volverá a escena cerca del cierre), Kossakovsky es respetuoso y consigue así una narración armónica y elegante. Alguien la definió con algo de sorna e ironía como “Babe filmada por Béla Tarr”. Algo de eso hay, pero el resultado es en muchos pasajes decididamente fascinante. (Diego Batlle – otroscines.com)