One More Time with Feeling es un documental que iba a ser sobre un nuevo disco de Nick Cave & the Bad Seeds.  El rodaje quedó marcado por el lamentable fallecimiento del hijo de Nick, Arthur, que con sólo 15 años se cayó por un acantilado en noviembre del 2015 en Brighton. La tragedia transformó lo que iba a ser un documental musical sobre las sesiones de grabación, en un estudio sobre el dolor, la pérdida y la forma en la que ésta afecta a la creación artística

  • IMDb Rating: 8,6
  • RottenTomatoes: 100%

Película / Subtítulo

La mañana de hoy ha comenzado devastadora. En One More Time with Feeling, Andrew Dominik nos abría el alma de Nick Cave a través de sus nuevas canciones y las reflexiones emitidas por el propio músico en torno al acto de creación, la mutación personal tras la muerte de un ser querido y el peligro de dejarte devorar por el trauma para alimentar el clímax creativo. Son poco menos de dos horas de sesiones de estudio en las que el compositor, entre grabaciones, deambulares y viajes en coche, se cuestiona a sí mismo y sus actos. Desvela la propia inseguridad surgida a raíz de la muerte de su hijo y asume, no sin pesar, que el Nick Cave pretérito poco tiene que ver con el del presente. Todo su Yo ha cambiado, incluso su percepción de la música. Ha dejado de creer en la narración lineal de las historias, tan seguras como ilusorias, para reafirmarse en la fragmentación del tiempo, en la abstracción de pensamientos para él más reales. «Es como lo veo ahora. Es en lo que creo ahora», comenta mientras desvía la mirada. El cambio de actitud que Dominik registra en One More Time with Feeling es muy distinto del que Iain Forsyth y Jane Pollard reflejaron en el 2014 con 20.000 Days on Earth. La vitalidad que esta transmitía ha desaparecido, y, para Cave, la vida poco tiene que ver con esta película. La desgraciada coyuntura ha convertido estos dos retratos en una obra espejo indisoluble que dibuja un antes y un después en la vida del autor aussie. La aparente contención emocional del cantante se quiebra en unas secuencias musicales donde su voz rota se alza temblorosa en mitad de unas letras anhelantes, dueñas de una melancolía que pocas veces ha sido tan fuerte y poderosa en los discos del grupo. En estas escenas es donde Dominik despliega con mayor lucidez el uso del formato tridimensional, sabiendo aprovechar el espacio del estudio, recreándose en pasillos y escaleras mientras, en el centro, Warren Ellis, Cave y el resto tocan el tema de turno; tracks todos ellos de una emoción devastadora que completan un disco redondo, complementado en el filme por una autorreflexión que devora y desgasta a un espectador trasladado a las fronteras de la oscuridad.