Rolling Thunder sucede una vez finalizada la guerra de Vietnam, cuando un combatiente norteamericano vuelve a su hogar para encontrarse con que su familia ha sido asesinada por un grupo de delincuentes mexicanos

  • IMDb Rating: 6,9
  • RottenTomatoes: 78%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

El mes pasado (abril del 2007, para quienes leen esto en el futuro, desde sus coches voladores) vio la desaparición de dos directores, cuyo trabajo fue menospreciado durante años: Bob Clark y John Flynn. Y mientras que Clark encontró cierto éxito económico con sus comedias juveniles (como «Porky’s»), Flynn se mantuvo siempre por debajo de la conciencia colectiva, como un director de culto cuyas obras (espero) serán mejor apreciadas después de su lamentable deceso.

Es difícil negar que su obra cumbre fue Rolling Thunder, de 1977, gracias en gran medida al brillante guión de Paul Schrader y Heywood Gould, y al sólido elenco encabezado por William Devane. Pero creo que lo que realmente destaca en esta película es su diestra combinación de melancolía y violencia. Lejos de ser una vacua cinta de acción, Rolling Thunder presenta un cuadro desesperanzado sobre la venganza, las consecuencias psicológicas de la guerra, y sobre el viejo círculo vicioso de la violencia que genera violencia.

Como muchas otras antes y después, esta película emplea el viejo cliché de «veterano de guerra que busca venganza contra quienes mataron a su familia». Nada nuevo, ciertamente. Pero mientras que incontables películas similares usan ese cliché como excusa para plasmar hueca violencia en pantalla y para construir falsos héroes de acción, Rolling Thunder lo emplea como espejo de la sociedad, en el que la venganza podrá ser momentáneamente satisfactoria, pero vacía e inútil por tener causas más profundas y reveladoras.

La trama se desarrolla en 1973, cuando el Mayor Charles Rane (William Devane) y el Cabo Johnny Vohden (Tommy Lee Jones) regresan a San Antonio, Texas, luego de permanecer varios años en el «Hanoi Hilton» (como se les llamaba a los brutales campos de concentración para prisioneros de guerra durante y después de la guerra de Vietnam). Aunque el pueblo los recibe como héroes con grandes honores, es obvio que el espíritu de ambos hombres se ha desmoronado… o quizás se ha endurecido hasta el punto en el que no pueden asimilar las simples emociones de la rutinaria vida familiar.

El Mayor Rane es recibido por su esposa Janet (Lisa Richards) y su hijo de siete años, que ya no recuerda a su padre. Peor aún, Rane recibe la dura noticia de que, creyéndolo muerto en combate, su esposa inició una relación con un amigo, y están próximos a casarse. En una perturbadora escena, Rane platica con su rival, y aunque la conversación es civilizada y madura, la terrible tensión sugiere el enorme cambio mental que los años de cautiverio provocaron en el estoico militar.

Así, Rane empieza a adaptarse a su nueva vida. Francamente, parece ser un alivio no tener que lidiar con su emocionalmente alienada familia. Pero las cosas empeoran cuando un grupo de ladrones pretenden robarle 2500 dólares que recibió como tributo por su carrera militar. En el robo Rane no sólo pierde el dinero, sino su mano… y a su esposa e hijo, que son sumariamente ejecutados por los criminales.

Abatido por la tragedia, pero extrañamente distante, Rane comienza su lenta recuperación, aprendiendo a usar el garfio metálico con el que los médicos reemplazaron su mano derecha. Curiosamente, el Mayor alega tener amnesia, y no recuerda nada de los asaltantes que mataron a su familia. Mientras tanto, su camarada Johnny Vohden lo visita con frecuencia, y aunque no hablan mucho hay un tácito entendimiento entre ambos hombres, producto de los años de penurias que compartieron en Vietnam.

Eventualmente Rane sale del hospital y comienza una fría amistad con Linda (Linda Haynes), mesera de un bar cercano. Obviamente la joven está interesada en el maduro ex-militar pero, ya sea por la reciente tragedia o por sus apagadas emociones, Rane es incapaz de expresar afecto o emociones por ella.

Entonces, descubriendo un eficiente método para emplear a la mujer, Rane comienza la investigación que lo llevará a los asesinos de su familia. Así, con Linda como compañía, señuelo e intermediaria, Rane recorre los pequeños pueblos fronterizos, algunos en Texas y otros en México, donde ha dejado su rastro la pandilla de criminales liderada por Automatic Slim (Luke Askew). Luego de un infructuoso enfrentamiento con uno de sus esbirros, Rane regresa a San Antonio en busca de refuerzos.

Y así llega a la casa de su antiguo amigo, donde el Cabo Johnny Vohden apenas soporta la trivialidad de una cena familiar con su esposa y sus padres. En privado, Rane le dice que ya encontró a los asesinos de su familia. Sin más averiguaciones y entendiendo inmediatamente su deber, Johnny dice: «Voy por mis cosas».

Sobra decir que cuando el dúo llega al prostíbulo en Ciudad Juárez donde se atrinchera la pandilla, la apoteótica violencia resultante sirve como catarsis para los dos ex-militares, que por fin satisfacen su venganza… pero ¿es venganza por la muerte de la esposa e hijo de Rane? ¿O por algo más profundo?

En los anales del cine de explotación de los setentas, Rolling Thunder ha sido considerada como una obra maestra durante años, pero en su momento fue ignorada por las audiencias generales, más interesadas en Star Wars que en humildes cintas de venganza Tex-Mex. No ayudó mucho que el co-guionista Paul Schrader se quejara de la película final, que el consideraba «racista».

Posiblemente el problema fue que Rolling Thunder se adelantó a su tiempo. Mostrando las consecuencias psicológicas de la guerra de Vietnam quizás tocó un nervio aún sensible; no sería sino hasta un par de años más tarde cuando el tema de Vietnam se volvió relevante y «cool», gracias en gran medida a películas como Coming Home (1978), The Deer Hunter (1978) y Apocalypse Now (1979). O quizás Rolling Thunder cometió el «error» de no presentar una visión épica y melodramática del conflicto, sino un retrato intensamente íntimo y personal del daño mental y emocional, exorcizado por más violencia y no por actitudes «hippies» y espirituales.

Sea como sea, Rolling Thunder merece la atención de los aficionados al buen cine, y no sólo de los seguidores del cine de explotación. Su combinación de drama, violencia y comentario político la ha mantenido relevante hasta nuestros días e igualmente poderosa hoy que cuando se estrenó en 1977. Aunque su director, John Flynn, realizó otras obras notables, Rolling Thunder es quizás su mejor película, y un muy honorable testimonio de este modesto pero talentoso director. Esperemos que algún día se resuelvan los problemas legales que evitan el lanzamiento de esta cinta en DVD, para que pueda ser conocida y apreciada por una nueva generación que vivirá bajo la sombra de nuevas y más coloridas guerras. (Pablo del Moral – CinEncanto.com)