En Swallow, Hunter es un ama de casa que acaba de descubrir que está embarazada. Sin embargo, por alguna razón que desconoce se siente tentada a consumir objetos peligrosos para su salud, una obsesión que no pasa desapercibida ante los ojos de su marido y del resto de su familia. Pronto descubrirá el motivo que la empuja a querer herirse a sí misma.

Mejor Actriz (Festival de Tribeca 2019)

Premio Especial (Festival de Deauville 2019)

  • IMDb Rating: 6,4
  • Rotten Tomatoes: 88%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

La vida de Hunter parece ser perfecta: look perfecto, marido perfecto, casa perfecta. Pero los planos, igualmente perfectos, parecen sugerirnos otra cosa. Apenas comienza Swallow sabemos que estamos en uno de esos universos cuya rigurosa exactitud esconde cosas más oscuras o perturbadoras. La película de Mirabella-Davis no tarda en generar incomodidad, dando a entender en imágenes que por debajo de lo que vemos se «cocina» algo inquietante. Hunter (Haley Bennett, aquí con un look muy Michelle Williams) es la «chica bonita» que se ha casado con un empresario rico y exitoso llamado Richie (Austin Stowell). Y apenas comienza el film vemos que los padres de él (David Rasche y Elizabeth Marvel), empresarios millonarios de Manhattan, le anuncian que se convertirá en el nuevo CEO de la compañía familiar. Todos celebran y festejan, incluida la propia Hunter. Pero si uno presta atención, quizás note que la chica no la está pasando tan bien.

La inteligencia del punto de partida de Swallow está en que nunca queda claro hasta qué punto Hunter cree que esta vida es ideal para ella –como parece serlo, al principio– o si está «actuando» un rol para pertenecer a esa clase y vivir de ese modo acomodado y perfecto. Lo cierto es que Richie y sus padres no le prestan ninguna atención y la hacen sentir la típica «trophy wife» que solo debe lucir bien, sonreír y quedarse callada. Y cuando quede embarazada, su rol familiar estará asentado, inamovible: tendrá que ser la madre perfecta, la decoradora de interiores, la cara bonita para «mostrar» en fiestas sociales y no mucho más.

Pero la tímida Hunter se rebela de una forma curiosa. Un día se da cuenta que le gusta meterse en la boca objetos no comestibles y otro día empieza a tragárselos. Una canica (bolita de mármol), un clavito, un broche y así. Los traga, los «procesa», los recupera desde el inodoro y los colecciona casi como si fueran trofeos. Es un secreto que nadie sabe pero que sale a la luz, una tarde, cuando le hacen una ecografía y los médicos descubren que, además de un bebé en camino, hay baterías, ganchos y otros objetos que no tienen nada que hacer ahí adentro. Allí es que Richie y su familia se acuerdan de ella –carga con el futuro heredero, solo por eso– y deciden intervenir para frenar la situación de maneras que no son demasiado amables ni efectivas.

Con algunos puntos de comparación con Safe, de Todd Haynes, la primera hora de la película apuesta a un horror misterioso, explorando a un personaje un tanto inexpugnable que decide dañarse a sí misma (la enfermedad existe y se llama Pica), quizás para conseguir la atención que le niegan, quizás como rechazo a su frío marido y aún más gélidos suegros, quizás porque no quiere saber nada con tener un bebé con Richie, quizás porque secretamente se odia a sí misma. Durante un buen rato, el guión no indica con claridad los motivos, pero más adelante –durante la particular terapia que la chica empieza a hacer– se da a entender que también hay asuntos de su pasado que la afectan.

La composición perfecta de la película, de la casa y de Hunter empiezan a desacomodarse en relación al crecimiento del desorden emocional de la chica. La cámara deja de estar fija y distante para empezar a moverse, la perfecta armonía del lugar se va desmoronando y la historia empieza a ubicarse en zonas más cercanas al drama psicológico, abandonando un poco el gélido misterio previo para acercarse a zonas más tradicionales del suspenso cinematográfico.

Si bien Swallow nunca deja de funcionar –sigue siendo inquietante hasta el final y tiene uno de los más intrigantes planos finales de los últimos tiempos– en su segunda hora se rige por cánones un poco menos originales. Hay acción, suspenso, un misterio a resolver y enfrentamientos personales del orden de lo traumático que ponen de manifiesto, de una manera un poco más obvia, una temática feminista que se venía manejando de un modo más sutil y menos literal en la primera hora. La película necesita clarificar qué es lo que le sucede a Hunter y pierde ahí algo de fuerza.

De todos modos, más allá de esos subrayados innecesarios, Swallow transmite de un modo muy angustiante, y siempre dentro de los códigos del cine de suspenso y hasta de terror (un poco a lo El Bebe de Rosemary de Roman Polanski), las consecuencias de las distintas formas de la violencia de género. Las presiones físicas, psicológicas y familiares que sufren mujeres como Hunter pueden parecer menos graves que otras, en función de la aparentemente acomodada vida que ella lleva, pero la angustia es similar y el camino hacia la autoflagelación también.

La extraordinaria actuación de Bennett logra que el espectador esté siempre al límite respecto a su capacidad de entender y aceptar los comportamientos de la chica, pero aún así ponerse de su lado, empatizar con su sufrimiento. Y Mirabella-Davis –más allá de las deficiencias notadas y de alguna que otra metáfora visual un tanto banal– demuestra también un más que promisorio manejo de la tensión desde la contención y la espera. Más cerca de un thriller de autor a la europea (tiene algo «germánico» en su ejecución) que de un film de género norteamericano tradicional, Swallow es un viaje perturbador a los misterios de la mente humana. (Diego Lerer – micropsiacine.com)