En The Crying Game la organización terrorista IRA secuestra a Jody, un soldado británico. Durante su confinamiento, el prisionero entabla amistad con Fergus, uno de los terroristas. Jody le pide a Fergus que le prometa que, si no sale vivo del cautiverio, vaya a ver a su novia, Dil, que vive en Londres.

Mejor Guión Original en los Premios Oscar 1992
Mejor Film Británico en los Premios BAFTA 1992
Mejor Película Extranjera en los Premios Independent Spirit 1992
Mejor Actor Novel 1992 para la National Board of Review (NBR)

  • IMDb Rating: 7,2
  • RottenTomatoes: 78%

Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

 

Incluso en la mejor etapa de su carrera, aquella inicial correspondiente a sus obras más reveladoras y sorprendentes, Neil Jordan fue fiel a su eclecticismo todo terreno de siempre y entregó películas muy interesantes, como por ejemplo En The Company of Wolves, y Mona Lisa, a la par de otras varias realizaciones que resultaron bastante fallidas o fueron malinterpretadas en su momento por crítica y público, en línea con las muy personales Angel y The Miracle, y las infaltables aventuras hollywoodenses agridulces, High Spirits, y We’re No Angels. En este sentido el monumental éxito internacional -y sumamente escalonado- de The Crying Game, indudablemente su obra maestra, le sirvió para terminar de acomodarse en ese mainstream anglosajón en el que brillaría con epopeyas como Interview with the Vampire, Michael Collins, The Butcher Boy, The End of the Affair, Breakfast on Pluto, y The Brave One, todos trabajos en los que se le permitió seguir jugando con las convenciones de los géneros establecidos mientras construía odas a aquellos queridos marginados que abrazaban algún tipo de “deformidad” social, ya sea vinculada con la violencia, el sexo, el masoquismo existencial, la militancia, la locura o una fantasía estrechamente hermanada a los cuentos de hadas de índole bien macabra, otra de sus grandes obsesiones como puede verse en la citada En The Company of Wolves o en las posteriores Ondine, y Byzantium, amén de las referencias al rubro de Interview with the Vampire y The Butcher Boy.

En The Crying Game Jordan no se anda precisamente con muchas metáforas en su pretensión de fondo de homologar el terrorismo político del Ejército Republicano Irlandés (IRA) con el terrorismo sexual dentro del marco de las siempre conservadoras comunidades occidentales, léase en esta ocasión el travestismo, y finalmente el terrorismo narrativo en lo que atañe al tono y la misma estructura del relato, ahora pasando de manera magistral del thriller testimonial/ político/ bélico de la primera mitad del metraje al melodrama romántico de identidades cruzadas en metamorfosis, ya durante la segunda parte de la faena retórica. La propuesta adopta este insólito enfoque para analizar en simultáneo por un lado el conflicto norirlandés o “The Troubles”/ Los Problemas, esas tres décadas de violencia entre 1968 y 1998 entre los nacionalistas católicos que pretendían la independencia de Irlanda del Norte del Reino Unido, los unionistas protestantes que querían seguir bajo el mandato inglés y finalmente las tropas de ocupación británicas que se la pasaban reprimiendo a los republicanos con crueles tácticas de contrainsurgencia como las torturas, los fusilamientos sumarios y las razzias permanentes, y por el otro lado el límite individual de cada sujeto en el que una orientación psicológica/ sexual supuestamente estanca entra en crisis o en el que simplemente se va construyendo otro perfil en cuanto a las características caprichosas que se buscan en la pareja o en el comportamiento propio, aquí enfatizando que el amor resulta insondable y puede sorprender a más de uno. Todo empieza con el secuestro de un soldado británico, Jody (Forest Whitaker), por parte de una célula de militantes del IRA encabezada por Maguire (Adrian Dunbar) e integrada además por Fergus (Stephen Rea), Jude (Miranda Richardson), Tinker (Breffni McKenna) y Eddie (Joe Savino), los cofrades áridos de turno.

Es Jude la que atrae a la presa y Fergus el principal encargado de vigilar a Jody a lo largo de horas y horas que derivan en conversaciones cordiales entre ambos hombres, todo con el objetivo manifiesto de exigirle a las autoridades estatales que liberen a un prisionero del IRA que retienen y que están torturando en interrogatorios. El plazo de tres días comienza a acabarse y la desesperación del cautivo se acrecienta, por ello le pide a Fergus que luego de su muerte vaya a ver a su pareja, Dil (Jaye Davidson), a la peluquería londinense donde trabaja y la lleve a beber un cóctel margarita en un pub llamado The Metro para decirle que el hombre en sus últimos momentos de vida pensaba en ella y la amaba. Llega el momento del fusilamiento porque el gobierno norirlandés y sus socios ingleses no cumplen con la demanda, el vigía es asignado a la tarea y durante la faena Jody sale corriendo de golpe y termina atropellado por uno de los vehículos de la infantería británica, quienes se enteran del escondite campestre del IRA gracias a los interrogatorios sobre el otro rehén tácito. Tinker y Eddie mueren acribillados por las ráfagas de ametralladoras de un helicóptero y Maguire y Jude logran escapar, con Fergus cortándose solo y consiguiendo llegar a Londres en un barco ganadero vía un amigo de confianza, Tommy (Birdy Sweeney). Entre un flamante trabajo de albañil en una obra en construcción y la curiosidad que despierta esa tal Dil por la que Jody mostraba tanta devoción, mezclada con culpa por haber caído en la red de la arpía manipuladora de Jude, Fergus adopta el mote de Jimmy, se lanza a conquistarla y de hecho se enamora aunque luego descubre que es un travesti, situación que se complica porque Maguire y Jude reaparecen para obligarlo a participar en una clara misión suicida, lo que lleva al ex IRA a cortarle el pelo a Dil y a transformarla en hombre para protegerla.

Jordan tuerce el relato a gusto y lo fundamental es que construye a seres humanos reales que le escapan a toda caricatura política, cliché homosexual o solución dramática facilista que podría ponerlos en ridículo de inmediato, una verdadera proeza que no ha perdido ni un ápice de sus méritos artísticos e ideológicos con el transcurso de los años desde el estreno de una película ultra independiente y con una producción muy dificultosa, debido a la falta permanente de financiamiento y el enojo del equipo por la dilación en materia del pago de salarios y demás. La ambición del film jamás deja de despertar asombro: en primer lugar tenemos reflexiones varias en lo que respecta a las diferencias sociales y étnicas entre el Reino Unido y sus colonias, tópico trabajado vía el país de origen del personaje de Whitaker, Antigua y Barbuda, donde el críquet es un deporte popular a diferencia de su sustrato elitista/ burgués en tierra británica, con la mudanza de la familia de Jody a Londres marcando la pérdida de las tradiciones de su terruño; en segunda instancia están las sutiles “señales” -en tanto juegos discursivos- de que Dil no es lo que aparenta ser según la mirada heterosexual de Fergus, como por ejemplo el detalle de que le resultan ajenas las típicas abulia y aprensión femeninas y en gran parte es ella quien lo seduce, no se espanta por la violencia e incluso en una escena arroja por la ventana una pecera; y finalmente tenemos un lindo surtido de secundarios que abarcan al insistente Dave (Ralph Brown), eje tragicómico de una relación sadomasoquista con Dil, Col (Jim Broadbent), ese barman de The Metro a través del cual la chica tiene hilarantes conversaciones tercerizadas con el protagonista, a quien por cierto el susodicho trata de alertar acerca de la condición de travesti de la otrora pareja de Jody, y la misma Jude, personaje femenino demonizado cual feroz viuda negra.

Retomando la temática transexual de In a Year of 13 Moons, de Rainer Werner Fassbinder, y algo de la morbosidad y fascinación erótica entre víctima y victimario de Il Portiere di Notte, de Liliana Cavani, esa que también se filtraría en otro clásico de cautivos del primer lustro de la década del 90, Death and the Maiden, de Roman Polanski, el director y guionista exprime con enorme inteligencia a su actor fetiche de siempre, Stephen Rea, y consigue una interpretación estupenda del debutante Jaye Davidson, quien luego de The Crying Game apenas si aparecería en otra propuesta más, Stargate (1994), para a posteriori retirarse de la actuación un tanto asqueado por la fama. Otra de las herramientas retóricas favoritas de Jordan, la música y la selección de las canciones en general, en esta oportunidad también está empleada de modo brillante y desde una franca ironía en lo que atañe a los temas musicales del inicio y el final, hablamos por supuesto de When A Man Loves A Woman (1966), de Calvin Lewis y Andrew Wright en la voz de Percy Sledge, y Stand by Your Man (1968), de Billy Sherrill y Tammy Wynette aunque aquí cantada por Lyle Lovett, y ni hablar de la canción que le da el título al film, escrita por Geoff Stephens y popularizada a partir de 1964 por el cantante inglés Dave Berry, en la película a su vez interpretada tanto por Davidson en un karaoke en The Metro como por Boy George en su famosa versión producida por los Pet Shop Boys especialmente para la secuencia de créditos finales. Con una vuelta de tuerca ya mítica que ha sido parodiada vía gags tan grasientos como memorables en Ace Ventura: Pet Detective, y Naked Gun 33 1/3: The Final Insult, el opus del director irlandés es una de las cúspides ineludibles del cine transgénero, temática a la que regresaría en ocasión de la estupenda Breakfast on Pluto con Cillian Murphy como protagonista, hoy por hoy permitiéndose además un “final feliz” insólito si lo pensamos en relación a la catarata de tragedias previas pero que en última instancia calza perfecto con la misoginia de fondo -resulta prodigioso el instante en The Crying Game en que Dil acribilla a Jude porque usó sus tetas y su “lindo culito” para embaucar a Jody- y la idea de que el cariño, el terrorismo y el sexo sin tabúes sociales pueden convivir y llegar a un entendimiento, con Fergus inculpándose por el asesinato y la propia Dil esperando paciente su liberación mientras el señor le narra la fábula del escorpión y la rana, célebre por aquel soliloquio del gran Orson Welles en Mr. Arkadin, otra alegoría inconmensurable sobre la tendencia a borrar el pasado y a reconfigurar nuestra identidad… (Emiliano Fernández – MetaCultura.com)