En Esa Sensación un virus lleva a la gente a decir cosas sin querer y un hombre espía a su padre por las calles, mientras una mujer se relaciona apasionadamente con objetos de la ciudad. Tres historias cruzadas sobre el amor, la fe y la voluntad.

  • FilmAffinity: 5,6

Película 

En un mundo cinematográfico que a veces parece agotado por el realismo, el estereotipo y la identificación, por las estructuras aristotélicas y por la referencia, la llegada de una anomalía, del tipo que sea, (casi) siempre es bienvenida. Si esa anomalía, si esa historia, o mejor, esa no-historia, está comandada por una mujer profundamente enamorada de una rotonda, tanto en lo sentimental como sobre todo en lo sexual, el asunto adquiere tintes de estallido de creatividad.

En Esa sensación, tres cineastas al margen, Juan Cavestany, maravillosamente surrealista en Dispongo de barcos (2010), El señor (2012) y Gente en sitios (2013), Julián Génnison, integrante del colectivo del absurdo Cánodromo Abandonado, y Pablo Hernando, tahúr de la estupefacción en Magia (2013), Berseker (2015) han unido sus singulares cabezas para conformar una obra compuesta por tres relatos alternativos, al parecer dirigidos individualmente, aunque no se especifique en los créditos cuál es de quién. Esto no es una película; esto es una experiencia

La incomunicación y el desamparo, además de la búsqueda de alianzas vitales, aun en los lugares más absurdos, articulan un trabajo que, por su reunión de lo consciente y lo inconsciente, por la irracional yuxtaposición de conceptos, y por su liberación arbitraria de la imaginación, entronca directamente con el surrealismo. Incluso no es difícil ver al Luis Buñuel de La edad de oro, con aquella mujer excitada chupando el dedo gordo del pie de una estatua, en las escenas en las que la chica de Esa sensación fornica con una máquina de tickets de aparcamiento o con las estructuras metálicas de las ciudades. Gente en sitios con el don de la inoportunidad, el desgarro de la soledad, el patetismo de las relaciones sociales y el encuentro con lo anómalo, filmada con encuadres que, en ocasiones, buscan la metáfora visual del aislamiento. Una puesta en escena desigual, a la que en diversas ocasiones se puede acusar de un impacto visual un tanto pobre (los contraplanos con las reacciones de la gente de bien), pero que casi siempre logra su objetivo de enganchar por medio del ejercicio del extrañamiento.

Una nueva generación de cineastas españoles, de cortos y de largos, anda buscando el acoso y derribo del realismo con sus atractivas propuestas del desconcierto: Chema García Ibarra (Uranes), Marc Martínez Jordán (Cara de caballo), Pablo Remón (Todo un futuro juntos), Daniel Remón (Los Cárpatos). Y, claro, Cavestany, Génisson y Hernando. Cine sin leyes sobre la tragedia de vivir.